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Catalunya Religió

El jesuita Jacques Haers es profesor de Teología i Ciencias Religiosas en la Universidad Católica de Lovaina. El pasado lunes participó en la conferencia de inicio de curso Cristianisme i Justícia. Conversamos con él acerca de su campo de conocimiento, la reconciliación.

¿La reconciliación es posible en un mundo con tantos conflictos?

Si no es posible estamos en un lío terrible. Tiene que ser posible porque lo necesitamos. Hay un salto, una confianza, un camino muy largo para hacerlo posible. Imagínate una persona que odias, o que te odia a ti. No queréis veros ni encontraros. Pero tenemos la confianza que en el cielo estaremos juntos, compartiendo la mesa. Si te imaginas este futuro, ¿cuál es la consecuencia en tu vida ahora? Porque esto te permite dar pasos en la dirección de la reconciliación, aunque ahora mismo sea imposible. La visión de un mundo reconciliado, aun en un mundo en desesperación, permite hacer pasos.

¿Sólo hay una manera de reconciliarse?

Hay diferentes tipos de reconciliación. Se puede decidir vivir cada uno su propia vida separada. No nos vamos a atacar, no nos vamos a hacer daño. Otro tipo de reconciliación es el que en medio de la enemistad se busca un punto de encuentro para ir haciendo, poco a poco, una realidad nueva. Esto es mucho más difícil. También hay tipos de reconciliación retributiva y restaurativa, en los que se trata de compensar por el daño que hecho. Hay diferentes etapas en todo esto.

Reconciliar es vivir juntos de manera que la vida común nos ayude a todos, desde mi parecer de teólogo. En la creación estamos en relación con Dios y nos encontramos en una convivialidad con los otros.

Parece difícil cuando las visiones aumentan y cada vez están más distanciadas.

Sí, y ya es un modo de reconciliarse. Vivimos en barcos separados y distantes, que no quieren chocar. Sin embargo, hay dos cosas. La primera es que vamos a chocar seguro. El mundo no se puede dividir tanto. Hay que diferenciar entre la línea y el espacio fronterizos. Vamos a encontrarnos siempre en espacios fronterizos. El encuentro es inevitable.

La segunda es que no nos vamos a enriquecer más si no entramos en contacto con el otro que realmente es otro. No entrar en contacto con otros es un empobrecimiento a nivel humano, es perder humanidad.

Antes de la reconciliación es necesario el reconocimiento. ¿Qué sucede con los muertos en el Mediterráneo si el reconocimiento es sólo mediático?

Tenemos que tratar que este reconocimiento se haga, y no solo por fidelidad y respeto a los que tratan de cruzar el Mediterráneo, sino también por nosotros que estamos perdiendo nuestra humanidad. Lo último en las personas que nos hace humanos es la compasión, no ser sujetos aislados o desconectados. Perder esta conexión es perder nuestra humanidad. Por miedo, por orgullo o porque no queremos que nuestra riqueza se toque, decimos 'estos migrantes no existen'. Pero decir que no existen es perder parte de quienes profundamente somos.

Esta es la importancia del otro como otro. A veces decimos que nos entendemos bien con otros, pero resulta que son solamente a los que damos el derecho de ser otros. Ηay también a quienes no reconocemos como otros: los otros otros. La relación de alteridad es fundamental, no como un añadido a la subjetividad, sino la alteridad define a la subjetividad. En matemáticas se habla de la teoría de conjuntos: primero hay un conjunto que influye en las relaciones entre individuos. En flamenco tenemos una palabra para definirlo, que viene a significar 'la alianza del destino'. Somos aliados en el destino de ser mundo, de ser creación.

¿El marco en el que nos movemos cambia?

En Flandes y aquí en Catalunya se crea una identidad difícil. Una identidad que está dispuesta a colaborar en un futuro junto o una identidad que se quiere definir a si misma pendiente de no ser el otro. En un conflicto los partidos, la gente involucrada, se tiene que encontrar para buscar juntos un camino.

¿Reconociendo la legitimidad de la posición del otro, en cualquiera de las partes?

Eso puede implicar que uno se tiene que dar cuenta que el otro no llega a reconocer esta identidad diferente. En España y Catalunya hay juegos de identidad múltiples y complejos. Esto hay que solucionarlo de un modo no violento, que no fuerce más dos bloques. La pregunta es cómo vamos a hacer juntos una realidad nueva. La frontera puede ser separación en la que se deja de lado al otro. Si es espacio de encuentro pueden brotar posibilidades nuevas por muy lento que sea. El mestizaje es algo así. En la espiritualidad es lo que llamamos camino del discernimiento en común. Me encanta que ahora los jesuitas vayamos a enfatizar en este camino del discernimiento en común.

A menudo decimos 'no me entienden'. Esta manera de hablar ya me distancia del otro. La pregunta debería se '¿cómo nos vamos a entender?'. Esto es lo difícil y a menudo conlleva sufrimiento para llegar a este encuentro. La pregunta que podemos hacernos es si estamos dispuestos a sufrir sin generar sufrimiento al otro.

En Flandes con el islam y concretamente con el velo nos encontramos en una situación parecida. Hay gente que tiene miedo a lo desconocido, cuando hay que verlo como una contribución a la mesa de discernimiento. Esto toma tiempo porqué tenemos que entender qué aporta cada uno a esta mesa y que miedos nos habitan.

Otro hecho parecido entre Flandes y Catalunya es el proceso de secularización. ¿Cuál es el papel de las distintas tradiciones religiosas en los procesos de reconciliación?

La pregunta que plantea la religión es '¿qué es lo más fuerte, lo más hondo en tu vida?', cuál es nuestra 'fuente de Vida'. Lo más peligroso que veo en la secularización es olvidarse de esta pregunta. Secularización significa que estamos perdiendo esta relación. Cuando esto se olvida la reconciliación se hace muy difícil. Esto puede llevar a no aceptar esta compasión fundamental y es como cortar una parte de mi ser. Este es el peligro de la secularización, no el perder a Dios en un sentido institucional.

¿El compromiso con la justicia social se ve afectado por todo esto?

Se necesita fe para trabajar por la justicia y la fe cristiana implica trabajar para la justicia. Si esto se desconecta hay un problema. Primero, hay gente trabajando para la justicia que no tienen por qué ser cristianos. Nosotros siempre vamos a ayudar a esta gente en su fe para que permanezca en su trabajo al servicio de la justicia. Una fe que no tiene por qué estar de acuerdo con el credo cristiano. La fe cristiana también se ha utilizado para oprimir a lo largo del tiempo. De otro lado, si la fe es cristiana implica trabajar en la justicia. Debes preguntarte qué tipo de fe tienes. Si es una fe que te permite matar al pobre, como hizo la Alemania nazi, no es fe cristiana.

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