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Catalunya Religió
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Jordi Llisterri –CRUno de los motivos por los que debe existir una fundación que promueva el diálogo fe-cultura es introducir los temas religiosos, espirituales y trascendentes en los espacios culturales. Evitar el eclipse de estos temas y llegar a públicos que habitualmente no se les ve por las convocatorias confesionales. Esto es lo que logró este miércoles la Fundación Joan Maragall en el acto celebrado en el auditorio del Palau de la Música Catalana, organizado conjuntamente por ambas instituciones.

Para ello, se escogió una mesa redonda de alto nivel con dos intérpretes y dos compositores. Todos reconocidos internacionalmente. El director e intérprete Jordi Savall y la directora de coros Mireia Barrera. Y los compositores Joan Magrané y Bernat Vivancos, ambos con obras explícitamente religiosas pero cuya vida musical se mueve en los circuitos culturales. La periodista especializada en el mundo musical Rosa Massagué moderó el acto con la asistencia del cardenal Juan José Omella y el director general de Asuntos Religiosos, Carles Armengol.

"Música y espiritualidad en un mundo convulso", un título adecuado en tiempos de guerra y de aceleración tecnológica en nuestras vidas, como explicó Massegué en la presentación. Uno de los argumentos comunes entre todos los participantes fue precisamente que en ese contexto es más necesaria la música como instrumento espiritual.

"La música es de todas las artes la más espiritual", defendió Jordi Savall, porque "solo existe cuando se toca o escucha y sólo queda en nuestro espíritu". Para Savall, una prueba de ello es que "la música es el primer lenguaje que entendemos de pequeños y los últimos que entendemos cuando perdemos facultades: siempre está relacionada con nuestra forma de vivir". Y que "hay situaciones en las que estás transformado literalmente por la música".

Mireia Barrera explicó que en su contacto con el público ha constatado que "la gente pide espacios espirituales". Algo que va "más allá de la afinación y la técnica" y que "he tenido que ir descubriendo yo misma porque en el conservatorio no te hablan de espiritualidad".

Según Joan Magrané, "la espiritualidad forma parte de nuestra cultura y para mí es algo natural: la espiritualidad es lo más humano y lo más sincero". También hizo hincapié en el que aporta la música creando silencio: "Estamos ofreciendo un lugar al que va la gente con un silencio absoluto, en comunión y con el móvil apagado". Un espacio en el que aparece "el artista como un freno" en un mundo acelerado.

Bernat Vivanos coincidió con otras intervenciones con las que era innecesaria la etiqueta de "música espiritual", como la de "música sagrada" o "religiosa". Para Vivancos uno de los puntos determinantes es el receptor, "el estado en el que la recibes es lo que hace la música espiritual o trascendente". Lo que Barrera llamó "poner la antena".

Vivancos fue el más explícito en su experiencia como compositor: "Como creyente veo que somos transmisores de esa belleza divina y, siempre con humildad, estamos a su servicio". Y citó a Antoni Gaudí como referencia de este servicio.

En casi dos horas las diversas reflexiones de los artistas se fueron cruzando pausadamente y de forma polifónica, con más coincidencias que disonancias y sin salidas de tono. Los intérpretes coincidieron también en la importancia del espacio físico de la interpretación. O en la que en la obra cantada tenía más relevancia la música que el contenido del texto. Y también coincidieron en que era complicado expresar lo que querían decir con palabras.

Seguramente, el principal punto de encuentro entre los participantes es que toda música es espiritual. Que siendo conscientes de ello o no, es parte permanente de nuestras vidas. Y que, como dijo Savall, al término del acto "quien sabe hacer música es quien tiene más posibilidades de ser feliz".

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