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Catalunya Religió

(Ignasi Escudero –CR) Gustavo Morello (Córdoba, Argentina, 1966) es jesuita, sociólogo y teólogo. Profesor de la Boston College, recientemente ha estudiado la relación entre vida cotidiana y práctica religiosa. Presentó uno de los resultados de esta investigación en el Congreso Internacional de Sociología de la Religión “Te tengo bajo mi piel. Tatuajes y religión en América Latina”

¿Qué relación tiene la vida cotidiana con la práctica religiosa?

La vida cotidiana afecta a la religión. Las personas viven la religión desde su día a día. Los cambios en la vida, cambian la forma en que uno cree. Para muchas de las persones que hemos entrevistado, la religión es una relación humana con un poder sobrehumano. Humana porqué tiene que ver con la encarnación, el cuerpo, la cultura, la ciudad y las circunstancias en las que se vive. Por ejemplo, si hay una iglesia cerca o no. Mucha gente va a lo que tiene cerca: católicos que van a parroquias evangélicas y viceversa; o católicos y evangélicos que quieren ayudar a la comunidad desde su fe pero lo único que hay en su barrio empobrecido es una ONG. Por una relación humana la gente nos habla del calor, de llorar, de enojarse con Dios, de agarrar algo mientras rezan, de olores. Absolutamente humana, pero lo fundamental es la relación. La promesa, el hablar con Dios, tiene que ver con una relación. La relación con Dios no es una transacción comercial.

¿Cómo afecta el cambio a esta relación?

Si tu vida cotidiana cambia, cambian tus relaciones. Cambias de trabajo y cambia tu relación de pareja. Te mudas de ciudad y cambia tu grupo de amigos. La religión cambia absolutamente con todo eso.

¿Cuáles son los cambios religiosos más frecuentes?

La gente cree con autonomía de la institución religiosa. Por un lado las personas deciden qué van a creer y qué no en función de su experiencia vital. No es arbitrariedad o lo que me queda cómodo. Fundamentalmente creen en función de lo que les ha pasado. Por otro lado, la autonomía ajusta la práctica religiosa. Por ejemplo, hemos encontrado personas que van al templo si tienen tiempo, van a misa los miércoles porqué les queda de paso… No es contra la institución sino que tiene que ver más con una flexibilidad que, en el caso de América Latina y específicamente de Argentina, son muy paralelas a los procesos de los partidos políticos.

¿En qué sentido?

Identificarse de izquierdas o de derechas ha cambiado, igual que identificarse con un partido. Acá en Cataluña tenían un partido importante como Convergencia i Unió que ya no está. Hay gente que deja de votar al partido que ha votado siempre por pactar con otro partido al que no le gusta… en este sentido me refería al dinamismo de la autonomía.

¿Hay grandes diferencias entre confesiones?

Un católico catalán se parece más a un evangélico catalán que a un católico peruano. Creo que el entorno marca mucho más la forma en que se vive la religiosidad. La ciudad marca mucho.

¿De qué manera afecta la evolución en cada sociedad?

Generalmente en Europa Occidental – España, Reino Unido, Holanda, Bélgica – se ha entendido que una mayor modernización ha significado una menor presencia de la religión. La gran excepción, junto con Italia, serían los Estados Unidos. En el país norteamericano se generó un mercado religioso con mucha mayor pluralidad, frente a la iglesia monopólica europea, donde cada estado tomaba la religión del rey. En América Latina no hay religiones de estado, hay religiones principales, ni tampoco un mercado religioso como en Estados Unidos. La hipótesis que trabajamos es que en América Latina hay una modernidad encantada.

Si has andado por el continente latinoamericano puedes ver que la religión está en la calle. Eso no significa que pueda estar en cualquier lado. Para nuestro trabajo hicimos entrevistas en Córdoba, Argentina, dos años después de la elección del papa Francisco. El papa se ha transformado en un líder de la izquierda global y entre las clases bajas la gente se suma al discurso crítico con el neoliberalismo, el sistema financiero, lo inhumano. Sin embargo Argentina tiene un gobierno neoliberal, y la gente no quiere saber nada del papa opinando del gobierno argentino. Está bien que use su poder para criticar a las grandes corporaciones donde la gente corriente puede decir poca cosa, pero molesta que lo haga donde sí se puede decir, a nivel nacional, porqué le saca la efectividad al voto particular.

¿Cómo viven el hecho religioso las personas migrantes?

Valentina Pereira, compañera de investigación, ha trabajado las entrevistas de peruanos que migraron a Montevideo y a Córdoba. En el caso de Montevideo hay una cultura laicista muy fuerte, eso significa que no hay manifestaciones religiosas en la calle, mientras que Córdoba es más tolerante.

Los peruanos llegan a las dos ciudades en la misma época, hace unos 20 años. En Córdoba podían salir a hacer la procesión del Señor de los Milagros, muy famosa en Lima. Esta procesión generó asociaciones de peruanos que se juntan, que celebran. La procesión no se pudo hacer nunca en Montevideo. No hay ninguna asociación y hay que añadirle que la comunidad peruana está en una situación económica más precaria.

Por otro lado en América Latina hay una concepción de Dios protector. En las ciudades puede proteger del crimen y también durante las migraciones protege en el viaje. Ahora vamos a trabajar cómo vive la población latinoamericana emigrada su religiosidad en distintas partes del mundo. También como esta religiosidad se expresa en el ciberespacio con Blanquerna – Universitat Ramon Llull.

Te pongo un ejemplo. Hay una tradición muy fuerte en Lima, la devoción a Santa Rosa, que consiste en ir al convento de clausura en el que vivió, escribirle una carta y tirarla en el pozo. Cuando los peruanos empiezan a migrar crean un pozo virtual y mandan la carta por internet. Una vez hecho el pozo virtual en Barcelona, ¿por qué no lo pueden seguir haciendo así cuando vuelvan a Lima? Aquí vemos una transformación que empieza fuera y que repercute en el propio país.

¿Hay una relación entre la presencia pública del hecho religioso y la forma en que se practica?

Por lo que vemos en nuestros entrevistados hay una presencia pública de la religión que está bien cuando expande libertades, cuando reclama que las promesas de la modernidad – emancipación y libertad – se cumplan, cuando lucha por los derechos humanos. Ahora bien, cuando interviene para reducir libertades, para mezclar esferas, para obstaculizar el crecimiento económico… allí hay un problema. Hay algunos espacios donde la religión tiene ciertas ventas de oportunidad, yo creo que la gente es mucho más religiosa de lo que parece. Para esto hay que reconocer la religión que se dá fuera de las instituciones, que es importante.

También hay que reconocer que no toda presencia de la religión en el espacio público vale y puede ser muy traumática. No podemos negar lo que ha pasado con los abusos, escándalos sexuales, abusos de poder. No se puede negar y en lo religioso no tendría que haber pasado nunca.

Desde las instituciones religiosas hay que reconocer la legitimidad de cada experiencia. Por ejemplo el caso de una mujer que entrevistamos, rechazada sistemáticamente por su madre. Después de una fuerte discusión se echó a llorar desconsoladamente. Entre llantos sintió un abrazo que ella entendió que era de Dios. Estas experiencias son legítimas y hay que entenderlas así. Es clave no calzar a todo el mundo en el mismo molde.

Aquí entran los tatuajes.

Si para alguna generación el símbolo religioso es el colgante, ¿por qué no se puede tatuar? El tatuaje ha sido un símbolo religioso cristiano en Jerusalén desde hace siglos. Los cristianos orientales iban a Jerusalén y se tatuaban para recordar su viaje. Por eso los cruzados cuando van se tatúan, la tradición ya estaba presente. Hay cartas de los reyes ingleses anglicanos que dicen “prohibido tatuarse porqué parecen católicos”. Hay que reconocer que hay expresiones culturales de la fe que no tiene a ver con la geografía sino con culturas urbanas.

Generaciones urbanas que van a expresar su vida interior de forma distinta que las otras generaciones. En esto las instituciones religiosas tienen que estar atentas. No digo que cualquier expresión sea buena o esté bien, pero hay que reconocer la realidad.

¿Me podría poner un ejemplo?

Una mujer se tatúa el nombre de su madre en el pie, junto a una enredadera que sube por el tobillo, después que esta fallezca. Cada mañana cuando se ducha ve el nombre de su madre y la recuerda. Tiene que ver con las raíces. Otro ejemplo. Un hombre se tatúa una gárgola en el brazo para espantar simbólicamente los demonios de su vida. También hay muchos tatuajes con iniciales de personas. Hay algo de sacralización, recogen algo o alguien importante en su vida. Un ejemplo curioso: un tipo se tatuó en el brazo un dibujo de su hijo después de separarse, pasar menos tiempo con él y ver cómo se perdía la infancia del niño.

Esto es importante porque nos permite dialogar con los no creyentes. Ayuda a reconocer lo sagrado, comprenderlo como tal. Eso te une con otras personas que han vivido cosas parecidas y te sirve para explicar tu vida. No todos los tatuajes sirven para contar la vida, claro.

Sin embargo lo sagrado de los demás importa cada vez menos.

El problema es que se plantea la discusión como lo sagrado contra lo profano. Cuando en realidad religioso y profano coinciden en que hay algo sagrado. Cómo definimos lo que es sagrado forma parte de una construcción social, una negociación.

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