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Catalunya Religió

(Presencia Marista) Entrevista a Emili Turú, superior general de los hermanos maristas, publicada en la revista Presencia Marista (octubre del 2013).

El hermano Emili Turú ha sido testigo directo de dos acontecimientos históricos y de gran calado para el Instituto marista: la beatificación de los 47 mártires víctimas de la persecución religiosa en la España de los años 30 del siglo pasado, donde fue coordinador de la comisión para la preparación de los actos que tuvieron lugar en Roma el 28 de octubre de 2007, y ahora, como Superior general del Instituto, en la beatificación de los 68 nuevos mártires. «Nos sentimos parte de una gloriosa tradición de mártires, que son para nosotros como brases ardientes que mantienen vivo el rescoldo de la fe».

«Quisiera contemplar a nuestros 68 mártires con una mirada similar a la de quien todavía hoy pone flores donde murió la persona amada. Y hacerlo con la serenidad que da el tiempo pasado, con un afecto lleno de agradecimiento y con el orgullo de saber que somos miembros de su misma familia».

Me gusta el símil de las flores en las tumbas de los seres queridos...
En mis salidas en bicicleta por Roma, he pasado muchas veces junto a un par de pequeñas lápidas en recuerdo de alguien que murió en ese lugar hace muchos años. En una de las placas se puede ver la fotografía de un hombre joven. En la otra está grabado un hermoso verso: «Si é spento il sole nei tuoi occhi, é scesa la notte nel mio cuore» («Se apagó el sol en tus ojos, se hizo de noche en mi corazón»). En el caso de nuestros mártires podemos decir: «Brilló el sol nuestro corazón».

¿En qué sentido podemos decir que los 68 mártires maristas que subirán a los altares el 13 de octubre son una «buena cosecha de gracia » para el Instituto marista?
El Señor dijo: «Por sus frutos los conoceréis». Las beatificaciones o canonizaciones son un reconocimiento público en la Iglesia de la santidad de unas determinadas personas; eso no añade nada a la calidad de sus vidas, pero a nosotros nos estimula porque nos recuerda que el camino marista, vivido a fondo, conducte a una vida en plenitud.

Colectivamente, ¿qué resaltarías de estos hermanos?
Como usas la palabra «colectivamente», subrayo de manera particular su compromiso comunitario. Es evidente que para ellos la palabra «hermano» era mucho más que un título o una manera de llamarse; se trataba de un estilo de vida, en el que se sentían corresponsables unos de otros. Como hermanos trataron de vivir durante su vida, y como hermanos murieron la mayoría de ellos. Es impresionante escuchar el testimonio sobre el hermano Jean Marie, de la comunidad de Toledo, que era de nacionalidad francesa. Cuando el cónsul francés fue a visitarlo y le informó de que había iniciado trámites para sacarlo de la cárcel y repatriarlo, el hermano se opuso rotundamente: «¡Eso, nunca! He estado viviendo con mis hermanos; con ellos quiero morir».

¿Por qué los mataron?
No resulta fácil encontrar las razones por las que nuestros mártires fueron asesinados, dada la complejidad del momento histórico en el que vivían. Pero es muy fácil, en cambio, adivinar los motivos por los que ellos dieron generosamente su vida. Discípulos de Jesús, que había dicho que "nadie me quita la vida, sinó que la doy por mi propia voluntat", ellos habían entregado su vida mucho antes de que les fuera arrebatada. Su muerte no
fue más que el colofón de una vida ofrecida generosamente día tras día.

Tu carta a los maristes de Champagnat la has titulado «Brasas ardientes, testigos de la fe». ¿Qué has querido transmitir en ella?
El título me lo sugirió una entrevista que concedió el cardenal Martini poco antes de su muerte. En ella decía: "El P. Karl Rahner usaba la imagen de las brasas que se esconden bajo las cenizas. Veo en la Iglesia de hoy tantas cenizas encima de las brasas, que frecuentemente me asalta un sentimiento de impotencia". Cuando decimos «Iglesia» muchos tendemos a pensar en los demás: en la jerarquía, en los que piensan y actúan de manera diversa a nosotros... pero, en realidad, la Iglesia somos tú y yo, y yo sé bien cuánta ceniza se acumula encima de las brasas de mi fe y cuánta necesidad tengo de revitalizarla. Siento que la sangre de los mártires (ellos sí que fueron "brasas ardientes") interpela mi conciencia, y ante su testimonio me pregunto: "¿Qué he hecho yo con el don de la fe? ¿Qué dicen mis obras?".

¿Crees que hoy, como ayer, habría muchos cristianos dispuestos a confesar su fe arriesgando su vida?
Eso está ocurriendo todos los días. Hay miles de cristianos que, a causa de su fe, compromisos serios, capaces de dar sentido a sus vidas, aunque eso implique riesgos, a veces importantes. No es que busquen morbosamente el peligro o la muerte, sino que optan por la vida, la justicia, la fraternidad... aunque eso pueda
llegar a ser peligroso.

Algunos quieren ver en el hecho de las beatificaciones una manera de hurgar en las heridas de la guerra. ¿Qué les dirías?
Que ignorar las heridas no es el mejor camino para la curación. Si queremos que cicatricen, hay que aplicar la terapia correcta y dar suficiente espacio de tiempo. Recuerdo las palabras de un doctor a una persona que tenía una enorme herida en su pierna: «La herida es demasiado profunda para hacer una sutura. Lo único que podemos hacer es mantener el área limpia y seca. Las dos partes de la herida acabarán alcanzándose porque anhelan ser un todo». Mantener el área limpia y seca, ¿no es lo que hacemos al recuperar el mensaje de quienes murieron perdonando?

España está políticamente muy crispada. ¿Crees que la memoria de los mártires echará más leña al fuego o, por el contrario, debería servir para sacar conclusions positivas de cara a la sociedad actual?
La memoria de los mártires no tiene por qué echar leña a ningún fuego, a menos que alguien la use como arma arrojadiza contra alguien. Eso sería una total contradicción, ya que los mártires murieron con palabras de perdón en sus labios. Ellos nos recuerdan que la violencia sólo genera más violencia, y que para romper ese círculo vicioso hay que optar por vías pacíficas, como hizo Jesús; en lugar de la venganza, el perdón; en lugar del odio, el amor. Me parece que hay toda una invitación a construir puentes de diálogo, a tender la mano, a escucharse sinceramente, a la acogida... ¡Nada que ver con la crispación sistemática! Provocar crispación es muy sencillo, como podemos ver cotidianamente. Lo difícil es atreverse a resolver los conflictes por la vía del dialogo auténtico.

¿Cómo habría que presentar a los niños y jóvenes de los colegios maristes los sucesos que llevaron a los hermanos al martirio?
No es fácil, porque la publicidad promueve, de manera agresiva, un tipo de héroe muy concreto: guapo, joven, rico, sin escrúpulos, triunfador... Nosotros, en cambio, proclamamos el triunfo de las víctimas. Aunque aparentemente vencen los violentos porque arrebatan la vida a sus víctimas, quienes triunfan son éstas porque nadie consiguió quitarles el sentido que dieron a sus vidas y a sus muertes. Los mártires decidieron amar a todos hasta las últimes consecuencias, y eso ningún violento se lo pudo impedir. Es como si dijeran a sus verdugos: «Podéis torturarnos, humillarnos, incluso matarnos... però no podréis impedir que os sigamos amando». ¿No es éste el triunfo de las víctimas? Las historias de nuestros mártires son relatos potentes para el mundo de hoy; lo que debe preocuparnos es no quedarnos en gestos de admiración, sinó sentirnos estimulados a actuar como ellos.

¿Cómo te gustaria que la familia marista celebrara el acontecimiento de la beatificación?
Una celebración de este tipo conlleva elementos emotivos muy fuertes, ya sea por los relatos en sí, que no dejan indiferente, ya sea por la presencia de familiares de nuestros mártires, que nos recuerdan que eran persones de carne y hueso como nosotros: familias que vivieron con gran dolor el asesinato de una persona buena y querida. Pero sería una pena que todo quedara a un nivel puramente emotivo. Creo que estamos invitados a aprovechar la fuerza de esas emociones para reflexionar, orar, dejarnos interpelar por las vidas y las muertes de nuestros mártires. Y, por supuesto, para ir tras sus pasos.

Como Superior general del Instituto marista, ¿qué les pedirás a los mártires en la misa de beatificación?
Que soplen sobre las cenizas que cubren las brasas de nuestra fe, de manera que nos convirtamos, como ellos, en «brases ardientes», capaces de contagiar fuego, pasión, calor... Que bendigan a nuestras comunidades para que sean signos vivos de los valores del evangelio. Que nos ayuden a ser audaces y valientes para ponernos siempre, de manera incansable, al servicio de los niños y jóvenes más vulnerables.

Y, después de la beatificación, ¿qué?
Me gusta ver esta beatificación no como un hecho aislado, sino como un hito en el camino que nos conducte a los 200 años de la fundación del Instituto en el 2017. En 2014 habrá otro acontecimiento importante, como es la Asamblea Internacional de la Misión Marista. Y luego la preparación al Capítulo General, que tendrá lugar ese mismo año 2017. Creo que celebrar el bicentenario debería ser un momento de memoria agradecida, pero también penitencial y crítico con nosotros mismos. Queremos poner énfasis en la proyección de futuro: ¡es possible un nuevo inicio! Los más de 15.000 maristas que nos han precedido en el camino durante estos 200 años, entre ellos tantos santos y mártires, son un punto de referencia importante para nuestro futuro.

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