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Catalunya Religió

(Glòria Barrete –CR) Dario Vitali es catedrático en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Gregoriana y consultor de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos. Invitado por el Ateneu Universitari Sant Pacià, hablamos con él sobre sinodalidad y Sínodo con motivo de la reciente apertura de la fase diocesana del próximo Sínodo de Obispos.

Hay un tópico socialmente extendido que dice que la Iglesia es muy jerárquica. Con este Sínodo que comienza a las parroquias de todo el mundo, ¿se pretende romper con esta idea?

No es tanto romper con el tópico, sino entender que se crea una circularidad. Hay gente que explica que el Sínodo es un camino que abre la Iglesia hacia la democracia. Y no es cierto. La Iglesia es jerárquica, pero también es sinodal. No hay contradicción entre ambas cosas.

Lo que usted afirma a menudo es que sinodalidad no es contrario a jerarquía.

Exacto. Hay mucha gente que piensa que sí porque desde la reforma gregoriana la Iglesia piramidal está basada sobre el principio de la jerarquía. Durante siglos los Papas y los Obispos eran los sujetos activos en la Iglesia, todos los demás eran los sujetos pasivos. Se hablaba de prelados y súbditos, quienes están por encima y quienes están por debajo, que deben callar y ejecutar órdenes. Está claro que cuando uno cambia este concepto y lo enfoca hacia la igualdad, fijándose en el concepto de que todos somos hijos de Dios, sobresale el principio de la igualdad antes que el principio de la diferencia. La jerarquía responde al principio de la diferencia, pero es que la Iglesia, por suerte, no es una igualdad uniforme. Tenemos diferencia de funciones, diferencia de vocaciones, o diferencia de ministerios.

¿Y eso no es contrario a la igualdad?

No. Contar con funciones diferentes dentro de una estructura no implica olvidar la identidad bautismal a partir del don del Espíritu. Esto significa recordar que todos hemos recibido el don del Espíritu.

¿Es lo que usted describe como 'aterrizar la eclesiología del Pueblo de Dios frente a una estructura piramidal'?

Justamente. Hay gente que lidera pero todos somos iguales para poder expresar lo que pensamos. En el Concilio Vaticano II se produce lo que los eclesiólogos llaman 'el giro copernicano', una verdadera revolución. Antes que hablar de diferencias, se habla de igualdad. De la igual dignidad de todos. No hay título mayor a la Iglesia que ser hijo de Dios y si somos todos hijos, somos todos hermanos. Y si somos hermanos la primera reacción es relacionarnos, la segunda es que tenemos que escucharnos, y luego desear el bien común de la casa, de la Iglesia, y caminar juntos buscando el bien común. Todo ello pertenece a la idea de una sinodalidad que es la escucha del Espíritu escuchándonos.

Alguien le diría que el Espíritu no habla...

No, claro. El Espíritu habla a través de mí, a través de ti, a través de todos. Por eso hay que educarse en la sinodalidad.

Ha afirmado que la Iglesia no es una democracia, sino que es una comunión. ¿Me lo explica?

En la democracia la gente expresa opiniones, puede expresarlas mediante alguna consulta y cuando pide algo tiene representantes. En la Iglesia no hay representantes, hay un principio de unidad que se llama obispo, que une un pueblo en un lugar. Esta unidad determina que no hay una suma de personas, de gente, que no tiene cara y son un número. Es un pueblo, un sujeto activo que se reúne en la celebración eucarística. Esto es muy diferente a la democracia. En la democracia hay contraposición. En el Pueblo de Dios hay consenso que se forma, como se indica en el documento preparatorio, con la 'conspiratio', que no deberíamos confundir con la conspiración en castellano. La conspiración en castellano es peligrosa, pero significa que el Espíritu determina el acuerdo, conjuntamente, en el interior de la gente que camina. El primer acto en el Iglesia es escuchar. La sinodalidad no es el derecho a hablar, sino el deber de escuchar y de escucharse.

Eso es exactamente la primera fase diocesana de este Sínodo.

Exacto. En primer lugar, se escucha el Pueblo de Dios. Después hay discernimiento de los pastores, en asamblea. Esto es algo extraordinario, cambia todo el sentido de ser Iglesia.

¿La sinodalidad debería comenzar en el día a día de las parroquias?

Esto es muy importante. El obispo es el principio de unidad en una Iglesia. Está claro que una Iglesia particular no está en la curia, está donde está el Pueblo de Dios. Y si está en las parroquias es aquí donde tenemos que ir a escuchar. Si está en la calle, tenemos que estar en la calle. Debemos inventar, descubrir o recuperar todos los medios posibles para poder encontrar y escuchar a la gente.

¿Cree que la Iglesia está dispuesta a escuchar al que piensa diferente?

La sinodalidad y el Sínodo son una oportunidad para madurar en este sentido y para descubrir la sinodalidad como dimensión constitutiva de la Iglesia. Hay quien escucha, acoge y caminará en este sentido. Y hay quien contesta y dice que esto es una tentación y un instrumento del diablo para destruir la verdad en la Iglesia. Si la Iglesia es constitutivamente jerárquica y constitutivamente sinodal, es el camino, no hay duda posible. Habrá iglesias que empiezan la fase sinodal de escucha y otras que no. Hay obispos que inician la fase y otros que no.

Usted habla de obstáculos de sinodalidad, que impiden la circulación.

Sí, hay cinco. El primer obstáculo es el Papa. Si el Papa no quiere Sínodo, no se hace. El segundo, el obispo. Si el obispo no quiere, no se hace. Esto ocurre, por ejemplo, con el obispo de Liechtenstein, que dice que no participará. Faltará la armonía de esta iglesia, esta voz. El tercer obstáculo, los sacerdotes. Si están en oposición, no ayudan. Muchos sacerdotes jóvenes no desean la igualdad, desean el poder. El cuarto, los cristianos de sacristía, más clericales que los sacerdotes. Y el quinto son los que hablan de la sinodalidad sin saber qué es. Entre estos, muchas veces, están los periodistas.

¿Nosotros? Vaya, ya hemos recibido...

Un poco sólo (ríe). Un ejemplo. En la rueda de prensa de la Sala Stampa para presentar el documento preparatorio del Sínodo, el cardenal explica en profundidad, habla de espiritualidad, etc. Pregunta: ¿será este el Sínodo donde voten las mujeres? Se puede condicionar el camino sinodal cambiando las perspectivas mediáticas, esto es clarísimo.

Ahora me ha puesto usted la pregunta en bandeja. ¿Votarán en este Sínodo las mujeres?

El camino sinodal prevé un desarrollo sencillo. En las Iglesias particulares pueden expresar y hablar todos, sean lo que sean. En la asamblea se concluirá un documento final que habrá tenido la base en las iglesias del Pueblo de Dios, de todos por igual. Me gustaría que la Iglesia pudiera ser como un GPS de coche. ¿Cuál es la palabra más habitual en un GPS de navegación? Recalculando. Una Iglesia sinodal es una Iglesia capaz de recalcular su camino.

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