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Catalunya Religió

(Sant Pere de les Puel·les) Día 18 de noviembre de 2013, primera hora de la tarde: nuestra comunidad se encuentra reunida en la celda de la hermana Carme rodeando su cama. Ella está inconsciente, en coma. Todas esperamos el instante de la última llamada del Señor. La madre abadesa le dice al oído: "Carmen, te queremos agradecer tu vida de entrega, tu firmeza, tu bondad". Rogamos en silencio, roto de vez en cuando con el canto: Recíbeme, Señor, según tu Palabra y viviré..., y otros. En el último aliento, Carmen tiene un semblante sereno.

Limpia de corazón, noble, sincera, humilde, entregada: son los rasgos más destacables que hemos percibido de su fisonomía espiritual. También espontáneanea, tozuda, contundente -decía ella-. Si alguna vez había disgustado una hermana, lo reconocía y no llegaba la noche sin que hubiera pedido perdón. Por temperamento, ansiosa, muy activa, con facilidad se daba a la acción que ella canalizaba en el servicio a las hermanas; nunca tenía un "no" en la boca cuando se le pedía ayuda en momentos puntuales, y buscaba a menudo lo más sencillo y escondido. Para ella, los otros siempre eran lo primero. Su disponibilidad absoluta era el nivel más expresivo de su amar. Quería mucho a todos con sencillez, con autenticidad, con un corazón libre, tal como era: así se ha hecho querer de todas.

Carme Bardina i Castells, había nacido en Barcelona, ​​era la única chica entre dos hermanos. Trabajó para la casa Modas Santa Eulalia, lo que le dio ocasión de perfeccionarse en la costura. Estudió Magisterio y ejerció de maestra en el IPSI, Institució Pedagògica Sant Isidor, en Sant Gervasi, donde fue muy querida. De jovencita, sintió la vocación a la vida religiosa, pero no quería dejar a los padres, de los que cuidó hasta la muerte.

Se presentó en el monasterio, preguntando si podía ser benedictina a los 50 años. Es con esta edad que entró en nuestra comunidad, el 9 de enero de 1982 con un ferviente deseo de agradar a Dios. Y dió siempre muestras de ello: fogosa, tenía prisa por aprender todo, porque quería ser muy fiel. Hizo los primeros votos el 21 de octubre de 1983 y la profesión solemne el 11 de enero de 1987, fiesta del bautismo del Señor, en que pudo vivir a fondo su divisa: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad ".

Ejerció diferentes oficios en la comunidad: en la sacristía, en el taller de restauración donde se mostraba hábil en las cabezadas de libros antiguos; suplencias frecuentes en la portería. Cosía tan bien que con facilidad las hermanas le pedían favores de tipo personal. En la recreación o en reuniones familiares, salía a veces con cada broma, que nos hacía reír mucho. Y hay que decir que a menudo le tomábamos el pelo.

Hace un par de años, se tuvo que someter a una operación de matriz y le fue detectado un tumor canceroso. Cuando últimamente se le comunicó que la enfermedad ya era irreversible, y ella misma notaba los síntomas, ella tan impresionable, se manifestó tranquila, entregada al Señor. Recibió la Unción de los enfermos con mucha lucidez y una gran paz que ha guardado hasta el último momento. Hasta última hora ha dado pruebas de su celo por el Oficio Divino, siguiendo su ritmo de las Horas, con esfuerzo y según sus posibilidades.

Reciente aún la celebración de la fiesta de Todos los Santos, nos viene al recuerdo un texto de Karl Rahner, que bien puede ser aplicado a nuestra hermana Carme. Seleccionamos una frase: "Dios puede transformar a todos en santos, en algo admirable, en obra de arte, en sorpresa ante la cual el corazón se parará maravillado por toda la eternidad".

Al dar gracias al Señor por su vida, agradecemos a la vez el don de la vida comunitaria.

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