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Catalunya Religió
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Laura Mor –CR Aquest mes de novembre el vicari general de l’Institut dels Germans de les Escoles Cristianes ha visitat Barcelona amb motiu de la trobada internacional d’universitats lasalianes. Carlos Gabriel Gómez Restrepo (1960, Colombia) té encomanada la responsabilitat d’acompanyar l’educació superior de La Salle. Fill de la Teologia de l’Alliberament, assegura que de l’Evangeli sempre l’han impactat “els signes de petitesa”. En aquesta entrevista fa una crida el món universitari catòlic a portar els joves a tocar el dolor del món per no quedar-se només en un discurs buit.

Des de la universidad colaboró en el proceso de paz en Colombia. ¿Hay consenso en la congregación en que la educación no es neutra, que no puede quedarse al margen de lo que sucede en su entorno?

La pregunta no es fácil de responder, ni en todos los ambientes. Pero la respondo con sinceridad: la educación no es neutra, nunca, aunque uno lo diga. Lo más grave es no tener claras cuáles son las intenciones. No solo creo que no es neutra, si no que la educación es política. Y cuando digo política no me refiero a militancias partidistas. Todo proceso educativo que quiere ser significativo tiene un impacto político. Puedes enseñar lo que quieres, pero también tienes que estar seguro que eso va a llegar con una carga de reflexión, de propuesta, de acción para construir equidad, paz, justicia.

Siempre lo entendí así cuando fui rector de universidad y estuve involucrado en estos procesos. La universidad debe tener un discurso político sólido, que emana obviamente del evangelio, que tampoco es neutro. El examen final en el evangelio es “tuve hambre y me diste de comer”; eso no es neutro.

¿Y lo viven en todos los estamentos educativos de la congregación, escuelas, universidades…?

No puedo hablar por todos, pero creo que cada vez hay una mayor conciencia. Debe ser relativamente más fácil si estamos rodeados de unas realidades en que la universidad no puede ser aséptica o neutra. En otros países hablar este lenguaje es un poco más complejo. Como en Estados Unidos, si uno no se explica bien, esas expresiones producen urticaria. En Europa es más fácil hablar de estos temas: en Francia, en España, no hay dificultad. Pero si la universidad no es capaz de generar propuestas claras, puede ser solo un discurso. Creemos hacerlo, pero no lo traducimos en hechos reales.

“No se puede investigar en todo, ni conviene hacerlo”

¿Cómo se ganan la adhesión o el compromiso del docente en sus centros? ¿Qué porcentaje de la gente que trabaja en la casa, se lo cree, todo esto que nos cuenta?

En esto también funciona la ley de Pareto: el 60-20-20. Tienes que lograr que por lo menos el 60% esté contigo. Un 20 no se compromete. Y otro 20 será la oposición. Pero eso en el fondo también es bueno: en el mundo universitario tiene que haber debate y discusión. Lo que no creo que sea bueno es cuando existe la mala leche, pero estar en desacuerdo, una oposición racional, me parece buena. Pero la universidad lasallista, católica, tiene un marco de referencia. Y en eso uno tiene que formar a los profesores, cuidar mucho la gente que está en los temas de humanidades, de filosofía… E igual en los proyectos de investigación. No se puede investigar en todo, ni conviene hacerlo. Así que uno tiene que tener políticas claras. Y ahí hay una carga inmensa de acción y de participación real en los procesos sociales y políticos. Hay áreas que pueden parecer neutras, que no lo son, como biología. Nada es neutro en esta vida, quien dice que la educación es neutra es el más parcializado.

La Asociación Internacional de Universidades de La Salle (IALU) tiene como objetivo la formación de agentes calificados para transformar el mundo. ¿No vale solo con tener buena intención?

¡No! No todo vale en la universidad católica, y mucho menos cuando uno es parte del equipo responsable de la universidad. Por ejemplo, si no revisamos los sílabos, la programación de cada curso, permanentemente, nos estamos suicidando. ¿Cómo hacemos, si no, que la universidad asuma temas como el Pacto Educativo Global? De otro lado tienes que organizar tu universidad para que el Service Learning, procesos de aprendizaje servicio estén ahí. Es la única manera de generar proyectos de investigación y de compromiso con los chicos, involucrarlos con la realidad. La universidad tiene la posibilidad de tocar el mundo de los pobres, de la guerra para que no sea un discurso.

Hay quien en la universidad solo busca aprender, y no quiere involucrarse. La vida asociativa es cada vez más frágil. ¿Se encuentran también esta realidad?

Absolutamente, pero tiene que ver en la manera como la universidad enfoca las cosas. En Bogotá involucramos a la universidad en los procesos de negociación, en el proceso de paz. Pero veía los proyectos de grado de los arquitectos que formábamos, y decía “¡Por Dios! No puede ser…” Casas lujosas, mansiones… Nos sentamos y decidimos llevar a los chicos a crear belleza y a crear hábitat en los barrios periféricos. ¿Por qué no se puede crear vivienda popular bella? ¿La belleza es patrimonio de quien puede darse todos los lujos? No necesariamente. Y esas cosas transforman a las personas. No es un discurso. Uno debe tocar la realidad… La práctica abre los ojos, las teorías sólo calientan el corazón. Hay que dar las dos cosas. Y los principios de la arquitectura son los mismos: es un arte, genera belleza; pero hay que tener conciencia de eso. Si tú formas en dirección empresarial, ¿haces la pregunta de dónde está tu hermano o dónde está tu hermana? Esto empieza a cambiar las discusiones. ¿O transmitimos ese modelo neoliberal rampante, que quebró el mundo? Es factible y hay que arriesgarse.

“¡El talento se pierde por mala educación! La educación rural en Colombia es un desastre”

¿La formación superior en La Salle, no es elitista?

Definitivamente no. Podrá haber alguno de la élite, pero nunca ha sido el foco.

Hablan de una formación de calidad accesible. Ponen herramientas contra la segregación para que todo el mundo pueda acceder a unos estudios superiores. ¿Es así?

Sí, nuestras universidades se enfocan más hacia las clases medias de la mayoría de los países. Eso no quita que no haya los unos y los otros. Pero sí que hay universidades que han generado proyectos de impacto social enormes. Hablo de lo que conozco. En Colombia creamos Utopía como universidad, que atiende chicos y chicas que vienen de la ruralidad profunda, de los afectados por la guerra y los que no tienen nota para entrar a la universidad. ¡El talento se pierde por mala educación! Estos chicos no es que no sean talentosos, sino que han tenido mala educación: porque la educación rural en mi país es un desastre. Tú no puedes pedirles que tengan la competitividad de un chico al que estimularon des de temprano. Tienen otras fortalezas, otras aptitudes. Y lo hemos probado. Pueden y van mucho más allá. Es el poder de la buena educación.

¿Cuánto hace que funciona?

Empezamos en 2010. Llevamos más de diez años y más de cuatrocientos han cumplido la promesa: han regresado a la ruralidad, como factores de desarrollo rural. Están haciendo belleza. En mi país, en el campo colombiano, si nacer campesino ya es difícil, nacer mujer es una tragedia. Está toda la carga de la cultura, del minusvalorar a las mujeres, “puedes criar hijos”. Romper con esas inercias es muy difícil, pero siempre he creído que cuando uno educa una mujer y educa a mucha gente. Es impresionante el poder que tienen en procesos asociativos, de organización de comunidades, en sustitución de cultivos ilícitos… por su forma de ser, su capacidad de acercarse, tienen ese elemento de la compasión y de la pasión.

“En la mayoría de universidades arreglamos el mundo escribiendo un paper y publicándolo en revistas que nadie lee”

¿Cómo cambió Utopía la universidad?

De muchas maneras. Los arquitectos también los metimos a hacer vivienda rural y sostenible. Lo bueno es que lo hacían con gusto. Son los mismos principios: también pueden construir casas de mafiosos, pero si los enseñamos, quizás mejor elegir otro modelo.

¿Cómo se está implicando La Salle en el Pacto Educativo Global?

Formamos parte del grupo de universidades que están en el proceso. Inicialmente ya pertenecíamos algunos al Observatorio de la Educación Superior de la Sagrada Congregación de Educación. Con el Pacto Educativo Global todo el mundo se enfoca definitivamente a esto. Hemos hecho trabajos interesantes, para llevar el Service Learning a las comunidades. El Aprendizaje Servicio es una herramienta muy poderosa porqué genera proyectos de investigación y de transformación. Hay casos clarísimos. Se comprometen con una comunidad de agricultores y eso inmediatamente dispara otra cosa: les ayudamos a comercializar, se involucra gente de agronómicas, de las áreas de comercialización, el advertising En la mayoría de universidades arreglamos el mundo escribiendo un paper y publicándolo en revistas que nadie lee. Son los vicios de la universidad por siglos: la puntuación de los maestros, los ránquines y todas esas cosas. Y la universidad católica tiene que darse la pela por hacer también otras cosas, eso no puede ser el foco ni el objetivo.

¿Toca poner la mirada en otro lugar?

Sí, y ahí empiezan muchos procesos evangelizadores. Hoy no podemos hablar del evangelio en abstracto. Y menos creyendo que con un sermón o una clase de teología se convertirá a la gente. El punto de partida es dejarse impresionar por la realidad, y eso le lleva al camino de cuestionarse también a Dios en medio de toda esta realidad. En la universidad, un discurso sobre Dios resbala. Si acaso son respetuosos, pero a todo eso se puede llegar con el “tuve hambre y me diste de comer”. Sí: es poner a la gente a tocar la realidad.

¿Qué le impresionó a usted para decantar su vocación como hermano de La Salle?

Nací en una familia muy católica, siempre implicada en temas sociales, en proyectos de caridad. Cuando empiezo mi camino de hermano, tuve la bendición de crecer en la Teología de la Liberación. Eso indudablemente te da un marco distinto. No se entendía la fe sin el compromiso, sin el compromiso político, entendiendo la política como la construcción de lo público. Ahí la universidad tiene un papel enorme, en lo público, en lo de todos y no solamente de algunos. Ese ha sido mi itinerario. Los años 70 y 80 fueron muy creativos para la Iglesia. Lamentablemente todo eso se aletargó, se adormeció. El papa Francisco ha vuelto a revolver bastante la cosa…

¿Ve en el papa Francisco oportunidad de recuperar esencia?

Yo creo que sí. Pero tenemos también que deshacernos de esos lastres del pasado, de creer que somos más Iglesia porqué tengamos más número… Del Evangelio siempre me han impactado los signos de la pequeñez: el grano de mostaza, el óbolo de la viuda, la levadura… Todas esas cosas pequeñas. Toca plantear la evangelización en estos contextos de pequeñez.

“Después de estar en los márgenes, uno nunca vuelve a ser el mismo”

En nuestro país, por la caída demográfica y la secularización, a veces el mundo educativo católico entra en competición por los mismos alumnos. ¿Cómo pasar de la competitividad a la colaboración?

Hoy es más fácil colaborar. Nosotros hoy colaboramos mucho con los maristas: somos muy parecidos, tenemos comunidades entre las dos congregaciones. Como todo, empieza como la levadura, en lo pequeño. Sí, también existe la competencia, una competencia bárbara. A veces más en grupos de élite que son muy fuertes dentro de la Iglesia. Uno tiene que colaborar con aquellos con los que cree que está construyendo, impactando de mejor manera. Ahí es más fácil entenderse, comunicarse, generar proyectos conjuntos. Si tú eres mejor en eso, hazlo. Si nosotros somos mejores en esto, hagamos esto, en vez de matarnos compitiendo por los mismos. Esos procesos ya se están dando, quizá no a la velocidad que uno quisiera, pero hay más apertura.

De este encuentro de universidades lasalianas, ¿con qué se queda?

Creo que hay una alta receptividad. La pandemia nos mostró unos caminos para hacer nuevas reflexiones. Más allá de la tragedia, uno empieza a entender muchas cosas, o universitariamente a plateárselas distintas.

¿Por ejemplo?

La pandemia desnudó la crisis de la inequidad, la crisis de la pobre educación para los pobres. Desnudó los sistemas de salud de los países, incluso de los países ricos. Con datos de la UNESCO no lo hubiéramos creído, ya lo teníamos y lo vimos. Yo estaba en África cuando la pandemia, y en África realmente el tema existió, pero no como aquí. Una cosa, tremendamente cierta, me rompió el corazón. Oía a los africanos decir: si la pandemia hubiera afectado a África como afectó al mundo desarrollado, la mortaldad hubiera sido infinita. Pero como afectó a los países ricos, hubo vacuna en un año. Pero no la hay para la malaria, para el ébola y para todos los males de los pobres. Son cosas que golpean, pero que el mundo empieza a darse cuenta que son ciertas.

¿Qué les diría a los estudiantes jóvenes que, tras la pandemia, quizás no vean el futuro con mucha esperanza?

Una invitación a los chicos de esta universidad… Uno, mientras no haya vivido experiencias límite, jamás logrará el mejor de los títulos: el de ser mejor ser humano. Siempre invito a los chicos de estos mundos a ir cerca de donde se sufre, que vayan a tocar el dolor humano, con procesos de voluntariado. Y no necesariamente relacionados con temas religiosos, hay muchas posibilidades, con Médicos sin Fronteras, por ejemplo. Después de estar en los márgenes, uno nunca vuelve a ser el mismo, aunque regrese a su país.

No hay que ir muy lejos…

Cierto, a veces las periferias también están aquí mismo, con los migrantes, la gente mayor… Uno en la vida no piensa que eso es importante en su proceso formativo. Hemos crecido en un mundo muy egoísta, y eso a la postre va a tener efectos, que es el vacío existencial. Encontrar el sentido, el valor a la vida, es la vacuna para muchos vacíos existenciales que vendrán después. Pero se acumulan des de ahora. Así que los invitaría a marcharse… Estoy seguro que regresaran distintos: mejores mujeres, mejores hombres, mejores seres humanos. Es lo que necesitamos.

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