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Por Josep Gallifa .

Las cuestiones que hemos analizado hasta ahora responden a contextos muy distintos a los tiempos presentes. ¿Cómo nacieron, pues, los modelos de escuela que conocemos? Exploramos en esta y en sucesivas nuevas entregas los diferentes modelos de escuela contemporáneos.

El régimen dictatorial de Franco fue hegemónico en la sociedad. Sin entrar en valoraciones de esta etapa, sí puede decirse que educativamente supuso un gran retraso. Las tasas elevadas de analfabetismo, así como las muy bajas tasas de educación secundaria y terciaria, delatan aquel período, bien descrito por un artículo premiado del periodista Francesc Marc Álvaro dedicado a sus padres y a una generación que tuvo muy pocas oportunidades de formarse. En esos mismos años la Europa occidental y los países de nuestro entorno hacían un gran esfuerzo educativo, sobre todo en la generalización de la enseñanza secundaria.

Sin embargo, explicábamos en el artículo anterior que había habido unas escuelas activas, respetuosas con el desarrollo de los niños, en la época de la república y pedagógicamente avanzadas. Podemos preguntarnos: ¿qué se hizo de esas experiencias? ¿Y de los maestros represaliados? ¿Y de las familias que tenían un recuerdo muy vivo de ellas?

Efectivamente había una base sociológica importante para ese tipo de escuela activa. Y ni los "colegios nacionales" ni los "colegios religiosos" de aquellos tiempos -castellanizados y en la posguerra identificados con el régimen, unas escuelas en general tradicionales y con sistemas bastante autoritarios- representaban los valores pedagógicos de una parte de la población. ¿Qué ocurrió entonces?

Después de unos primeros años de posguerra muy difíciles, en el momento en el que la sociedad empezó a levantar cabeza, en los años 50's y sobre todo en los años 60's se crearon nuevas escuelas de iniciativa social. Pongamos algunos ejemplos: En algunos casos fueron iniciativa de un matrimonio (caso de la Escuela Virolai), de maestros (por ejemplo Pere Vergés y las Escuelas Garbí), de profesores jóvenes (Pere Darder y Pau López en el Costa y Llobera), pero también podríamos explicar muchos otros casos como la Institución Cultural del CIC, Thau, Betania, Patmos, Frederic Mistral, Talita, Virtelia, Sant Gregori, etc... Y tantas otras escuelas creadas aquellos años, muchas veces con valores cristianos y la mayoría (no todas) al amparo de la Iglesia, entidad que podía acoger iniciativas a las que se podía encontrar un marco para su fundación. Es una contribución de la Iglesia que queda por describir. Eran centros de iniciativa social que tenían las características:

  • No seguían el adoctrinamiento del régimen de los colegios tradicionales
  • Eran más respetuosos y no tan autoritarios en las pedagogías
  • Potenciaban la pedagogía activa, dentro de lo que permitía la ley
  • Interpretaban el cristianismo de forma abierta y personalista, conciliar.
  • Implicaban a las familias en muchos casos fundadoras
  • Fueron pioneros en la coeducación.
  • Practicaban una incipiente catalanización

En definitiva, no participaban de la fosilización por el control ideológico que caracterizaba al régimen. Encontramos en este período y en estas escuelas la huella de pedagogos destacados como: Joan Triadú, Pau López Castellote, Marta Mata, Ramon Fuster, entre otros muchos. Estas escuelas fueron muy influyentes más allá del hecho pedagógico. Recordemos por ejemplo cómo Virtèlia, sucesora de la Mutua Escolar Blanquerna, fue una escuela de la que surgieron muchos de los dirigentes políticos y sociales de los primeros años democráticos.

No todas estas escuelas se crearon como un servicio a las clases medias, así, por ejemplo, el Colegio Álvarez de la calle Princesa acogió a alumnos de familias de la Barceloneta y la Ribera. Ni tampoco fue un fenómeno limitado en Barcelona sino extendido por todo el país como puede ser el caso de Ramon Fuster con la escuela Tagore en Bellaterra.

En 1965 profesores de algunas de estas escuelas se encontraron en Betania a una recuperada tradición de la Escola d'Estiu. Fundaron la Asociación de Maestros Rosa Sensat. Fueron los fundadores: provenientes de Talita Maria Teresa Codina, Anna M. Roig, y Marta Mata; de Costa i Llobera Pere Darder y Enric Lluc; de Ton i Guida M. Antonia Canals; y de Thau Jordi Cots.

Pau López explica cómo algunas de estas escuelas al poco tiempo de ser fundadas cambiaron la inspiración cristiana por una línea laicizante. Cabe recordar que comenzaban los Berkeley del 65 y sobre todo el mayo del 68 francés. Las discusiones de aquellos años en los claustros muchas veces eran sobre si las escuelas debían ser neutras o tener unos valores cristianos. Así fue como muchas de estas escuelas cristianas de iniciativa social se convirtieron en laicas y con el tiempo algunas se transformaron en cooperativas (CEPEC) y finalmente ya en época de la Generalitat en escuelas públicas. Un proceso muy parecido de lo que había ocurrido en la siempre influyente Francia.

Algunos de los profesores de aquellas Escuelas de Verano como Pere Darder, Octavi Fullat, Pilar Benejam, etc. pasaron a fundar la escuela de formación del Profesorado de la UAB, como alternativa a las escuela normal de Melchor de Palau, de la UB, o la Escuela Blanquerna, del arzoobispado de Barcelona, creada con la colaboración de los colegios religiosos.

Así pues, nos encontramos con que, al amparo del Concilio surge una Iglesia más abierta, y una ilusión renovada, que sintoniza con familias y sectores de la sociedad que valoran la educación avanzada pedagógicamente, y se fundan muchas escuelas de inspiración cristiana. Se fundan como escuelas de iniciativa social. Sin embargo con el influjo de mayo del 68 algunas de estas escuelas pasan a asumir el modelo de escuela laica y acaban integrándose en el sistema público y liderando pedagógicamente, como veremos, el modelo de escuela pública.

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