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Por La puntada .

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(Ignasi Flores) 17 de mayo del 2011. Emocionado por lo que había leído en Internet, doy una vuelta por la plaza de Cataluña uno de los primeros días de la acampada. Es de mañana, hace mucho sol, y la plaza está llena a rebosar. Más allá de las frases ingeniosas o de las actividades que se llevan a cabo, me impacta la cola de la indignación. En una esquina, muchas mujeres y hombres hacen cola para hablar por un altavoz. No es un debate ni una mesa redonda. Sólo es un espacio para expresar la rabia que mucha gente lleva por dentro. Más allá de las propuestas de cambio, hay una sensación que nos une: todos nos sentimos engañados por los medios de comunicación, estafados por los políticos y robados por las entidades financieras. Es la "democracia limitada" -de la que más adelante oí hablar a Ignacio Ramonet-, una nueva forma de despotismo ilustrado que hay desbancar. La plaza se ha convertido en un espacio para gritarlo y para compartirlo. Estamos recuperando la voz.

Estoy en casa, escuchando la radio, al día siguiente de los hechos del Parlamento. En una tertulia han invitado a dos jóvenes de la acampada. Entre los contertulios está Ernest Benach, que cree poder sintonizar con ellos porque es de un partido de izquierdas. Pero el diálogo se hace imposible. Por más que insisten por un lado o por el otro, no hay manera de ponerse de acuerdo. No es una cuestión ideológica, sino de lenguaje. Las voces de la democracia oficial no pueden entender que alguien se salga de su patrón. La izquierda institucionalizada en partidos o sindicatos sólo comprende la realidad desde su retórica tradicional. Más allá de que tengan razón o no (y yo creo que la tienen en gran medida), se hace evidente la distancia con la gente de la calle. Y ver la izquierda distanciada del pueblo hace sufrir. Es lo que explicó González Faus en su cuadernillo: El naufragio de la izquierda.

Venimos caminando desde la plaza Orfila. Nos hemos unido a la columna que viene de Santa Coloma, Trinitat Vella y Buen Pastor. Paramos frente a la Meridiana. Al otro lado, vemos las compañeras de Nou Barris. A la señal, salimos corriendo de un lado al otro, y paramos el tráfico de una de las entradas más importantes de la ciudad. Es un momento de euforia. Esta foto se ha repetido varias veces este año. Hemos aprendido a organizarnos para ir a las manifestaciones. Lo que me gusta de la foto es que visibiliza la fuerza del colectivo. Sólo con el cuerpo y la unión, hemos sido capaces de aquello que nos parecía imposible.

En Sant Andreu, donde vivo, se han organizado asambleas cada martes y comisiones de trabajo. También se acampó unos días. Por las noches se hacían caceroladas y se crearon espacios en la red para comunicarse y colgar información. Todo esto genera entusiasmo. Al principio participé más activamente y con el tiempo, lo reconozco, me he ido desinflando. En estos espacios he encontrado mucha información y formación, testimonios de gente que me ha impresionado con su entrega incansable en impedir desahucios, ocupar ambulatorios y redactar manifiestos y panfletos. Se genera vecindad, nos conocemos más entre nosotros: nos reconocemos y te saludan cuando paseas por la calle. Esto genera una fuerte conciencia de colectivo y de todo lo que juntos podemos hacer.

No todo es fantástico, hay aspectos negativos. Cuesta establecer relaciones auténticamente democráticas. Más allá de sentarse en círculo, hay que saber escuchar, saber respetar la voz del otro ... Esto lleva tiempo.

No me siento capaz de hacer un juicio sobre la situación actual del 15M porque no estoy lo suficientemente implicado y porque es demasiado plural y diverso como para juzgarlo desde una sola óptica. Tampoco pretendo defenderlo. Me siento cercano, pero no sé qué pasará ni hacia dónde irá. Para mí, lo más importante de este año ha sido romper la estereotipada imagen de una población dormida o de que no se podía hacer nada. Más que el 15M, me interesa esta nueva sintonía. La situación es cada vez más frágil, la crisis no se detiene, pero se ha visibilizado que somos muchos los que no queremos este modelo de democracia. Se ha visibilizado también la fuerza que tenemos cuando nos unimos y todo lo que podemos hacer. Y, sobre todo, se han visibilizado aquellas personas que sufren más las consecuencias de una mala gestión. El último ejemplo es el de la entrega de los premios al catalán del año. TV3 no emitió el discurso de Ada Colau, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, al recibir el premio a la mejor iniciativa solidaria. Pero ella, en el discurso, sí que evidenció la situación de muchas familias en riesgo así como los responsables de estas situaciones. Si el 15M sirve para que estas voces no se puedan esconder, ya tenemos el comienzo de un mundo mejor. Que todo está por hacer y todo es posible.

Ignasi Flores es profesor de Secundaria y militante del MIJAC y de la ACO

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