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Por Ramon Bassas .
Lo que escribí hace unos meses (aquí) a raíz de la Ley Wert y la clase de religión es, lamentablemente, vigente. Resumiendo, pedía que las peleas sobre la inclusión o no de la religión como materia evaluable dieran paso a un gran acuerdo y, pobre de mí, aventurava algunos rasgos de él. El gran ausente en este, digamos, debate es las de las posiciones moderadas, es decir, las que se apresuran a buscar posibles puntos de encuentro porque saben perfectamente dónde conduce, sobre todo en España, este maniqueísmo. No hay en el debate público, que yo haya visto, ninguna posición contemporanitzadora que, digámoslo todo, beneficiaría de paso a la Iglesia. ¿Alguien piensa que la sensación de concesión episcopal que tiene esta medida beneficia a medio y largo plazo la institución eclesial? En absoluto, al contrario.
Por el lado de la oposición, tampoco creo que sea demasiado prudente la amenaza de ruptura de los acuerdos con la Santa Sede como respuesta. También he hablado de ello, aquí. Creo que, a parte de una burrada, es una manera de no hablar sobre el hecho en cuestión. ¿Realmente la izquierda cree que los alumnos de bachillerato no deben graduar con unos conocimientos básicos sobre el hecho religioso? La educació, ¿no es un buen antídoto contra los fundamentalismos religiosos que provocan lecturas poco instruidas sobre este hecho? ¿Debemos aguantar mucho años más sin que los alumnos que llegan a la universidad ignoren el hecho histórico, actual, social, filosófico, cultural, antropológico, etc. que significa la religión? Con acuerdos con el Vaticano o sin ellos, con los obispos contentos o enfadados, tanto da, ¿la única alternativa progresista a la clase de religión es eliminarla? Obviamente, no. Puede haber una alternativa progresista que pase, al menos yo lo creo, por la creación de una asignatura de cultura religiosa desatada de la dependencia episcopal católica, bien fundamentada y respetuosa. Me preocupa mucho que nadie lo proponga. Que prefieran los gritos contra los obispos que las propuestas racionales (¿es que el futuro de la izquierda pasa por eslóganes y huye de la razón?).
Para terminar, me sorprende también que se ridiculice la clase de la religión por considerarla -según la nueva ley- evaluable para la selectividad "como las matemáticas o la lengua" ignorando, a menudo, que se tratará de una asignatura optativa. Le contará a quien la elija, claro. Como siempre, me parece que encontraremos justa o no esta comparación según el curriculum académico por el que se evalúe. Conocer el mundo de la religión me parece imprescindible para ir por el mundo (y por 'ser' en el mundo), quizás más incluso que saber de deportes o de plástica, que también son evaluables. Impacta interdisciplinariamente en otros ámbitos y puede contribuir -como decía-a racionaanalizar los impulsos internos o externos que nos hacen 'homo religiosus'. Si el currículum es bastante bueno, creo que bueno será también evaluarlo para hacer buenos universitarios. Comparable a las matemáticas, sí (que, por cierto, buena parte de los bachilleres deja de aprenderlas antes de terminar, si no me equivoco). Porque los hombres, a ver si lo aprendemos, no estamos sólo hechos de números. Y esto debería ser la base de todo pensamiento progresissta.
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