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Por Ramon Bassas .
Durante una serie de años, René Girard y Gianni Vattimo han ido coincidiendo en algunas charlas y, además, ambos se comentan, con ligeras discrepancias, en algunas de sus obras. La transcripción de las charlas y la recopilación de un artículo de cada uno sobre el al mientras han forjado este recomendable libro ( ¿Verdad o fe débil? , Ed. Paidós, 2011) de dos pensadores contemporáneos que tienen cosas interesantes que decir sobre el hecho religioso, al cuidado de Pierpaolo Antonello, que hace una muy esclarecedora introducción.

Antes de seguir, me permito la mala educación de hacer un periplo personal. Descubrí los dos aut oros hace unos años. Puedo decir que la mirada de ambos me ha sido muy & uacu té; til a la hora de trazar mi propia posición sobre el hecho religioso, más allá de lo que creo y del que no. De Girard recuerdo especialmente La ruta antigua de los hombres perversos , (Ed. Anagrama, Barcelona, ​​1989), de quien hablé aquí aquí hace un año por el uso que hizo un mal político. Su teoría sobre las religiones parte de la violencia intrínseca y de la necesidad de apaciguarla mediante el mecanismo del chivo expiatorio. Y reconoce en el cristianismo aquella religión que trastorna este orden, porque el chivo resucita y, de hecho, presenta una posibilidad de vida sin la solución típica del hecho religioso, a pesar del riesgo que, de no resolver el hecho estructural de la violencia mediante ella misma, puede abrir la caja de truenos, advierte. En eso se parece a Vattimo, de quien, cuando yo era más joven, me gustó su distancia frente al peso de los grandes relatos ideológicos del siglo XX y me sentía muy identificado con ello. Vattimo, resumiendo, cree que la secularización, en realidad, forma parte del programa cristiano, es decir, saca los templos y lleva a la ciudad los atributos divinos: el amor, la paz, etc ... "La secularización"-dice en este libro que comentamos- "no sería el abandono de lo sagrado sino la aplicación completa de la tradición sagrada en determinados fenómenos humanos "(p. 41). Me gustó especialmente, tiempo después, su testimonio de re-conversión al cristianismo explicado en Creer que se cree (Ed. Paidós, Barcelona, ​​1996). Aún hoy recomendaría sin casi dudar la lectura de estos dos libros a quien fuera, ya digo, creyente o no.
Volvamos al libro. Ambos reanudan sus teorías centrales y las ponen en diálogo. Coinciden más que discrepan y, curiosamente, el menos cristiano de ambos, Girard, defiende quizás una prevención mayor ante la defensa de la necesaria debilidad del otro, que hoy simpatitze con una especie de"comunismo débil" que tampoco entiendo mucho. Pero ambos coinciden en que los valores civiles de la democracia y los derechos humanos, incluida la separación de la religión y los asuntos públicos, tienen en la expansión del cristianismo su principal aliado. Coinciden en que la principal aportación del cristianismo, como decía antes, consiste en desvelar el mecanismo victimario de las religiones y darle la vuelta, de modo que "la redención no consiste en saber que Dios existe, sino que Dios nos ama y no tenemos que temer a lo oscuro", tanto que incluso podríamos llegar a decir " gracias a Dios, no soy idólatra ", dice Vattimo (p. 48), quien acabará definiendo como " ateo "(p. 74) si el Dios del que hablamos es "el de los filósofos", como buen discípulo nietzscheano. Porque "Un Dios que existe no existe", cita provocadoramente de Bonhoeffer (p. 75), sino que resucita "entre nosotros" (p. 76).
Este despertar del mecanismo intrínseco, y la posibilidad que abre de reescribir el sentido de la humanidad, Girard lo sitúa en la Pasión y, más concretamente, el plantea en las negaciones a Pedro. "La pregunta que la Pasión plan es la siguiente ¿de qué parte estamos nosotros ¿Con la multitud que acusa a Jesús de ser culpable o estamos con la otra parte?" (P. 60). Ante la insistencia de Vattimo en las bondades de la secularización y de un cierto "nihilismo" religioso, Girard critica ciertamente que la interpretación eclesiástica de Jesús lo convierta en un juez, "exactamente el contrario de lo que el es" (p. 85), pero defiende al mismo tiempo la pervivencia del que dice "teatralidad" de la religión para orientarnos culturalmente ( p. 86).
Los dos autores retoman el rol de Jesús como subvertidor del lugar de la violencia en el origen de las religiones cuando citan a Bloch, para quien el crucificado parecía más un clown que un héroe trágico: "Jesús no combate a Satanás como una lucha sino con ironía: '¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?' (1Cor, 15, 55). La victoria de la muerte sería tomarla Demasiado en serio ", concluye Vattimo (p. 99), para quien "el carácter extraordinario de apoyo revelaciones (lo sagrado no es la violencia sacrificial, Dios es amor) demuestra, entre otras cosas, que él no podía ser únicamente hombre" (p. 131).
Dentro de pocos días viene la Cuaresma y en un par de meses ya estaremos en Semana Santa. No digo que este libro nos prepare, porque no es cierto, pero sí que nos permite reflexionar sobre el propio relato que nos ayuda, permite aportar las dudas, el lenguaje y las reflexiones de nuestros contemporáneos, de la mano de dos grandes pensadores, como decía, para -como mínimo- tener la cabeza más bien ordenada.
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