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Por Ramon Bassas .
"Lo mejor de la religión es que provoca herejes".
Ernst Bloch, citado por Lluís Duch.

Me siento un poco aguafiestas. La manifestación por la independencia de este martes fue un éxito rotundo. Los que no compartimos la solución propuesta pero sí el malestar que la ha impelido nadamos entre intentar, de nuevo y sin demasiado aliento, proponer una nueva síntesis -como mínimo entre el catalanes- y poner agua al vino embriagador para hacer ver sobriamente a nuestros compatriotas que si están cansados ​​de esperar una España federal es posible que lleguen exhaustos a una Cataluña independiente. De ello hablé pocas horas antes del día de autos [ aquí ] o sea que ahora hablaré de otro aspecto que me hace reflexionar.

Decía que me siento aguafiestas porque todo el mundo coincide en valorar tan y tan positivamente la dosis de ilusión y esperanza que rezuma esta reivindicación. De la alegría embriadagora, como decía. Tienen bastante razón, en realidad. La crisis de los grandes relatos, también de los grandes relatos catalanes, provoca, por un lado, muchas dificutats de las grandes opciones políticas para generar propuestas ilusionantes y, por otro, la aparición de relatos más simples para vehicular la capacidad de ilusión (de encantamiento) que todos llevamos dentro. Creo que, per ejemplo, es lo que ocurre en las acomodadas sociedades danesa u holandesa (corregido en este caso en las últimas elecciones) o en la desesperada sociedad griega. Nuestro relato simple (no digo tonto, ni simplista, digo simple) es el de la independencia. Se dice en seguida, identifica claramente 'el mal' y su solución (el sistema binario nos consuela) y nadie repara en los costes. Y se basa, finalmente, en un sentimiento imborrable de pertenencia nacional que, dicho sea de paso, ha hecho más mal que bien a los que pretendían ridiculizarlo. Los sentimientos también cuentan en política.
La nueva religión catalana

Pero no sólo son los grandes relatos políticos los que entraron en crisis. Lo son también los religiosos y, concretamente en nuestro país, el cristiano. De la manera como estaban narrados, quizá tenía que ser así, más bien. Pero no deja de ser significativo que en la cosmogonía de los catalanes prime el agravio nacional por encima de otras agravios que, al menos a mí, me duelen mucho: que crezca el número de pobres y de parados, que se mate gente impunemente a las guerras o que muchos jóvenes catalanes vivan sin perspectiva. No digo que el primero no cuente, claro, o sea incompatible con el segundo grupo. Me preocupa que el segundo ni siquiera se mencione y, obviamente, que no genere ni las pasiones, ni las emociones ni los sentimientos del primero. Sospecho que una de las causas del cambio de objetivo de nuestro relato es precisamente la pérdida de peso de la religión, especialmente la cristiana y concretamente sobre los jóvenes, en nuestro país.

Me explico. El cristianismo sigue a Jesús de Nazaret. Quien, por cierto, era odiado por los líderes nacionales judíos por su connivencia con cobradores de impuestos y otros funcionarios romanos. Bien. El centro del programa de Jesús es el "otro", que hay que amar "como a uno mismo". Y a Dios "sobre todas las cosas", que se encarna en el que cuando tiene sed se le da de beber, etc ... para que se cumpla la profecía de Isaías que los ciegos vean, que los sordos y que los pobres ya no lo sean. A mí, este programa me entusiasma. Adiferencia de otros, es algo más complejo y no lo esconde (sin ir más lejos, la marca de la casa es una cruz). Y su asamblea nacional' (la Iglesia) deja claro que su papel como institución no es liderarlo, sino que debe ser cada una de las personas que elija el camino para hacerlo. Pero me entusiasma. Y no comprendo cómo es que-en cambio-elEntusiasmo de muchos de mis compatriotas, amigos incluidos, partidos políticos incluidos, es en otro lugar donde lo que habría, quizá, es más prudencia. Fíjense, si no, los síntomas de devota religiosidad que exhibe esta nueva comunión independentista. Al menos el cristianismo tiene Caritas.
De manera que no participar de esta fiesta y, además, advertir de sus límites debidamente ocultados, te hace pensar si no eres idiota, porque me gustaría mucho compartir plenamente la alegría con mis conciudadanos. Pero como la Catalunya independiente deberá tener su dosis de idiotas yo ya me presto, si quieren. Será mi sincera contribución. La herejía.
Foto: una reunión de los Cristianos por la independencia. Fuente, aquí .
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