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Por Ramon Bassas .
Se ve que hoy el perfil de twitter del Congreso ha comenzado a funcionar. El hecho de que el primer mensaje emitido haya sido una felicitación de Navidad firmada por el presidente de las Cortes, con la ilustración que acompaño, ha generado protestas de un grupo de tuiteros que creen que la institución del estado donde reside la soberanía popular no puede tuitear mensajes "confesionales". Yo, que me había quedado con el hecho positivo del uso de las cuatro lenguas en la felicitación (en claro contraste con la visión que emana de la reforma Wert), ahora resulta que felicitar la Navidad con una felicitación al uso es confesional. Debe ser tan confesional como poner el nombre del presidente (que se llama Jesús, como el fundador de "la secta"), o el apellido ("Posada" como la que buscaban José y María a Belén), o poner la fecha de hoy (fruto de un calendario impuesto por un papa).
Como un pimiento mal digerido, vuelve en forma de eructo recurrente el absurdo debate sobre la confesionalidad o no del Estado a partir del uso de la simbología de origen religioso inmersa en nuestra cultura. Está cuando se habla de los calendarios festivos y de la reforma que reclama (parece) la Sagrada Productividad, cuando los ministros prometen o juran la Intocable Constitución ante el cuerpo medio desnudo de un judío condenado a muerte en cruz o cuando en algunas Eminentes Escuelas abarcan todas las tradiciones del mundo para esconder en el armario, la nuestra. Sí, el armario, allí donde todavía hay algún gay despistado. La cuestión es que siempre haya armarios llenos de represión, ¿verdad?
De hecho, las personas más religiosas que conozco son poco "simbolistas". Unos hablan más del vacío, del desierto, de la nada que de ninguna icono. Las otras, insisten siempre con temas de tan poco glamour tradicional como los desahucios, los comedores sociales, las prostitutas o los inmigrantes. En definitiva, que el niño Jesús y del buey y la mula sólo hablan el Papa y los laicistas. O sea que no debe ser exactamente por la religión que sirven estas cosas, ni que a mí me preocupen. Es algo quizás menos importante pero sí básico para todos, incluidos nuestros gobernantes: se llama cultura. Los símbolos "encriptados" dentro de nuestro legado cultural vigente son su lenguaje. Y cargárnoslos es como si estud¡viéramos mudos. En cualquier caso, incultos. Sí, incultos.
Para algunos, la cultura es ir llenando los armarios de represión (¿verdad, Freud?), para los otros consiste precisamente en poner palabra, otorgar lenguaje, a las cosas de esta vida, muchas de las cuales, de hecho, son casi innumerables o, sencillamente, que nunca ninguna palabra podrá definir. Pero la insistencia en hacerlo se llama cultura. Como lo ilustra tan bien la reproducción de una miniatura de un Libro de las Horas que conserva el Congreso los Diputados en su biblioteca. Que también es de todos los ciudadanos.
Del primer twitt de la cámara baja española seguro que se podrían decir muchas más cosas, y se podrían criticar fuerza, mucho más interesantes. Es lo que ha hecho el siempre sagaz Antoni Gutiérrez-Rubí en este otro post. Léanlo antes del equinoccio de invierno, o del eclipse de la cultura, o del ocaso del sentido común.
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