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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
<En cierta ocasión, un discípulo le dijo a Confucio: ¿Cuáles son los ingredientes fundamentales de un buen gobierno?. Le respondió Confucio: Alimentos, armas y la confianza del pueblo”.Pero, si tuvieras que prescindir de uno de esos tres ingredientes, siguió preguntando el discípulo, ¿de cuál de ellos prescindirías?”.De las armas.”.¿Y si tuvieras que prescindir de uno de los otros dos?”.De los alimentos”.¡Pero, sin alimentos, la gente moriría...!”.Desde tiempo inmemorial, dijo Confucio, la muerte ha sido el destino de los seres humanos. Pero un pueblo que ya no confía en sus gobernantes está verdaderamente perdido”.> (Antonhy de Mello, La oración de la rana).
Primero, estamos asistiendo al derrumbe institucional. La mayoría de la gente no confía en sus gobernantes. Según Confucio, estamos perdidos. En los últimos tiempos, instituciones como los partidos políticos, los sindicatos, la monarquía… han bajado su credibilidad a mínimos históricos. No todos los políticos son iguales, pero a todos se les ha metido en el mismo saco. Se han confundido protagonistas con instituciones. Los fallos personales las han echado por tierra. El mundo de las finanzas tiene muchas antipatías, porque mucha gente se siente presa de sus decisiones frente a las cuales experimenta rabia e impotencia. La Iglesia y la familia sufrieron hace más tiempo la operación derribo al ser consideradas como elementos conservadores.
Segundo, el vacío institucional es el resultado de estas operaciones, que se han contemplado con mucha simpatía. Este vacío, no obstante, tiene efectos demoledores. Sin esqueleto estructural, la musculatura social no se aguanta. Las personas pierden sus referencias. Podría parecer que se gana en libertad, pero se pierde consistencia. El horizonte es el vacío. No hay nada a qué agarrarse. Angustia frente al vacío y desorientación.
Tercero, tras el derrumbe institucional y frente al vacío existen dos salidas: la purificación de las instituciones o la sustitución de las mismas. La purificación incluye su actualización para que respondan éticamente a los retos del tiempo presente. Quizás en el pasado tuvieran unas funciones que hoy tienen que poner el día. Devolver el prestigio a las instituciones y asegurar su carácter de servicio a las personas y a la misma sociedad resulta vital. Si alguna de ellas se mostrara absoleta, habría que tener la lucidez suficiente para prescindir de ella. Ahora bien, el vacío corre el riesgo de llenarse con soluciones espúreas. Se ve en el campo religioso a través de la aparición de sectas, gurús y doctrinas. En el ámbito político, el riesgo actual es enorme. Se puede prescindir de los partidos políticos y de la democracia. Los sustitutos como las actitudes antipolíticas y el populismo son altamente peligrosos. Despotricar sistemáticamente de los políticos, atacarlos de manera indiscriminada, puede dinamitar la vocación social. Su vacío es terreno abonado para dictaduras e ideologías totalitarias, sean de extrema izquierda o de extrema derecha. Una crítica inteligente y selectiva ayuda a purificar el mundo institucional. Cuando no se confía en los gobernantes, como dice Confucio, el pueblo está perdido. Los políticos, por su parte, tienen que ganarse la confianza a base de honestidad, transparencia, preparación, ética, búsqueda del bien común. Tanto los políticos como los ciudadanos estamos jugando con fuego y la bomba puede explotarnos entre las manos. El populismo acecha. Si no lo atajamos a tiempo, el daño puede adquirir proporciones gigantescas.
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