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Por Francesc Riu i Rovira de Villar .

El pasado martes día 24, un par de horas después de ver publicados los nuevos currículos de la asignatura de Religión Católica en el BOE, tuve la osadía de redactar una breve reflexión sobre el cambio profundo que estos nuevos currículos comportaban respecto a la situación anterior. Lo hice muy consciente de que la polémica no tardaría en ocupar amplios espacios en los medios de comunicación. No me equivoqué. Todos hemos sido testigos del conflicto.

Muchos de los comentarios publicados no se han referido al carácter de los nuevos currículos, sino a detalles concretos claramente descontextualizados, con un afán manifiesto de desprestigiar una asignatura que, según algunos, debería desaparecer definitivamente del mapa académico. Por este motivo, se ha atribuido a los currículos de Religión una finalidad que no tiene nada que ver con las razones que justifican su presencia en las aulas de nuestras escuelas.

Este hecho me ha movido a ampliar un poco más algunas de las afirmaciones que expuse la semana pasada, sin deseo alguno de provocar polémica, aunque no ignoro que mis argumentos no apagaran el fuego que otros querrán mantener vivo, por razones que yo no podré compartir. Me referiré a cinco principios.

Primero. He aquí una afirmación que debería ser totalmente innecesaria: la presencia de la asignatura de Religión en las escuelas responde al derecho de los padres a asegurar que en ellas sus hijos reciban una formación religiosa de acuerdo con sus convicciones. Porque se trata de un derecho fundamental que los padres han de poder ejercer con plena libertad. Las Administraciones educativas lo deben garantizar.

Segundo. Si las enseñanzas de religión católica, como las de otras religiones, deben ocupar un lugar en el ámbito académico escolar, la asignatura de Religión debe tener la misma dignidad y ser impartida con el mismo rigor y el mismo horario que las demás asignaturas optativas, ni más ni menos. Nada extraño que los métodos y los criterios de evaluación sean análogos, y que los profesores y profesoras de Religión puedan compartir un enriquecedor trabajo interdisciplinar con sus compañeros.

Tercero. La educación escolar se fundamenta sobre todo en la transmisión sistemática y crítica de la cultura. Por tanto, en las clases de Religión es normal que las enseñanzas constituyan una propuesta de carácter cultural que puede ser ofrecida a todos los alumnos y alumnas que la deseen, sean las que sean sus opciones personales de fe. La catequesis que se realiza en el seno de las comunidades cristianas es otra cosa: se realiza en un ámbito distinto, con una finalidad distinta, destinatarios distintos y métodos diferentes.

Cuarto. Los que hayan leído con atención la parte introductoria de los nuevos currículos de la asignatura de Religión Católica, y recuerden cómo eran los currículos que les han precedido, enseguida se habrán dado cuenta de que la finalidad y el carácter de los nuevos currículos son muy distintos de la finalidad y el carácter de los anteriores. Por este motivo me atreví a escribir que, a partir de ahora, las clases de Religión podrán ser objeto de un cambio profundo, de tal modo que podremos hablar de un antes y un después.

Quinto. Los maestros y profesores de la asignatura de Religión realizan una labor encomiable, a pesar de las dificultades. Si ahora todos damos un paso adelante en la buena dirección, la clase de Religión ganará prestigio y prestará un buen servicio a los adolescentes y jóvenes que participen en ella. Estos saldrán de sus escuelas habiendo aprendido a intervenir eficazmente en el diálogo intercultural e interreligioso: habrán establecido relaciones positivas y constructivas con personas y comunidades de otras creencias, merced a un conocimiento mutuo y a una convivencia cordial en el ambiente formativo propio del centro escolar.

No obstante todo esto, algunas frases de la segunda parte de los nuevos currículos de Religión Católica han provocado confusión. Es cierto. Sacadas de su contexto, han sido objeto de lecturas que han desconcertado a muchas personas. Los autores de estos currículos ya lo habrán reconocido. Pero esta realidad no debe impedirnos que, con lucidez, descubramos que el año 2015 puede dar un vuelco a la situación en que hasta ahora se ha encontrado la clase de Religión en muchas escuelas. Según mi parecer, esta es una buena noticia. Hacía años que la esperábamos.

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