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La conocidísima y mal llamada parábola del hijo pródigo que debería conocerse como la parábola de los dos hermanos la leemos en el evangelio de este domingo (Lc 15,1-3.11-32).

Parábola es la traducción griega de un término hebreo “mashal” que hace referencia a una regla de interpretación rabínica que consiste en elaborar una narración ficticia creada para explicar un tema estableciendo un paralelismo entre el tema y la narración. La finalidad es hacer comprensible al oyente o al lector el contenido de los versículos que se quieren comentar (tema). Mediante una figura narrativa la explicación o comentario adquiere una gran fuerza esclarecedora y aporta luz sobre el tema, despertando con ingenio la participación del oyente. A menudo, en las narraciones hay situaciones exageradas creadas para despertar el interés del oyente. En el caso que nos ocupa, lo que la narración quiere comentar son las palabras del versículo 2: "Este acoge pecadores y come con ellos".

Lucas construye el texto creando un díptico, dos figuras contrapuestas que representan dos actitudes o dos modos de pensar. Lo hace aquí y lo hace en otros lugares de su obra: Misión de los doce (9,1-6), misión de los setenta y dos (10,1-12); el rico y Lázaro (16,19-31); el fariseo y el cobrador de impuestos (18,9-14): Pilato y Herodes (c.23); los dos condenados y crucificados con Jesús (23,39-43); Bernabé y Ananias y Zafira (Hch 4,34-5,11). A veces el díptico no juega tanto la contraposición como la complementariedad: nacimiento de Juan, nacimiento de Jesús (cc.1-2); Marta y María (10,38-42), ciclo de Pedro (cc.1-12)y ciclo de Pablo (cc. 12-28) en el libro del Hechos de los apóstoles. El hijo mayor que se ha quedado en la casa paterna personifica al perfecto observante de la Ley mosaica (aquellos que él representa son los destinatarios de la parábola). El hijo pequeño, en cambio, que ha abandonado la casa del paterna y ha dilapidado todos los bienes viviendo libertinamente representa a las naciones paganas que, a lo largo de la historia, han vivido alejadas del Dios de Israel representado por la figura del padre.

Hay un detalle en el texto que no debería pasarse por alto; se trata de la reflexión que se hace el hijo pequeño cuando está paciendo cerdos. El texto dice: "Entonces reflexionó y se dijo". La reflexión marca un punto de inflexión, es el punto que delimita el antes y el después. Es una manera resumida de expresar que el regreso a la casa del padre es el resultado de un proceso (hay que suponer evolutivo) que le conduce a tomar la decisión. En ese proceso juega un papel importante la interioridad de la persona. En los textos evangélicos este tipo de procesos están apuntados o insinuados y no solemos darles importancia y nos pasan desapercibidos. El caso del hijo pequeño es similar al del juez que recibe las súplicas de una viuda (18,4). El texto dice: "finalmente pensó". Su reflexión y pensamiento le llevarán a cambiar radicalmente y a comportarse con justicia con la viuda momento desatendida.

“Y se fue a encontrar a su padre” (v.20). El hijo pequeño vuelve a casa. En cierto modo se puede decir que deshace el camino emprendido y rehace de nuevo el camino en dirección contraria. Lucas expone de una manera gráfica lo que es la conversión. En hebreo existe el verbo “shub” que significa volver; es un verbo que a menudo se ha traducido por convertirse. Si se atiende al significado del verbo hebreo se capta lo que realmente significa la conversión. No es que a partir de un punto o un momento se emprenda una nueva dirección/comportamiento, sino que se trata de deshacer lo que se ha hecho mal y rehacer y construir algo encaminándolo en la dirección correcta. Los leprosos curados del c. 17,11-19 han emprendido el camino hacia los sacerdotes para que les confirmen la curación, sólo el samaritano se da cuenta de que el camino hacia los sacerdotes no es el camino que lleva a Jesús, por eso vuelve atrás, deshace el camino y termina prosternando a los pies de Jesús.

Las palabras del padre cierran la narración: “Este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos reencontrado”. Se esperaría una condena explícita de la mala vida llevada por el hermano pequeño, pero la crítica es mucho más contundente. Estaba muerto, es decir, fuera de la casa del padre no hay posibilidad de vida, el paganismo no es capaz de engendrarla. Volver a la casa del padre es un regreso a la vida; asimismo el rechazo del hermano mayor a entrar en la casa del padre es, por así decirlo, un rechazo a la vida. Los fariseos con su actitud están rechazando la vida.

Domingo 4arte de Cuaresma. 27 de Marzo de 2022

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