Vida dinamizada por el Espíritu

Pablo escribe la carta a los Romanos cuando considera que ha terminado su misión en la parte oriental del imperio romano y pretende iniciar una nueva misión en la parte occidental. Confía en que la comunidad de Roma le ayude en esta nueva empresa y para lograr este apoyo necesita exponer una detallada presentación y justificación de su evangelio que, al ser la base de predicación en oriente, también lo debe ser en occidente. Así pues, nos encontramos con un documento fundamental con respecto a la actividad de Pablo y para la vida incipiente de las comunidades cristianas. Los capítulos 5.6.7 y 8 de esta carta son los más importantes y, en la segunda lectura de este domingo, leemos unos versículos del capítulo 8º (Rm 8, 9.11-13).

"Vosotros no vivís según los malos deseos, sino de acuerdo con el Espíritu" (v.9). Pablo pronuncia una constatación. La comunidad de Roma, que él no ha fundado, es una comunidad madura. En el capítulo 7º Pablo ha dado a entender como en una vida a merced de los malos deseos, las pasiones que llevan al pecado, estimuladas por la Ley (se entiende la Ley judía), actúan en nuestro cuerpo y llevan a dar frutos que conducen a la muerte (7,5). Ahora en el capítulo 8º explica que a este tipo de vida se contrapone la libertad de vida configurada por el poder del Espíritu y esa es la esencia de la vida nueva, la que ya llevan los cristianos de Roma que han sido insertados en el cuerpo de Cristo.

En el texto de la lectura litúrgica se observa con facilidad dos contraposiciones: Espíritu - carne; vida - muerte. Según Pablo, carne ( "sarx") se refiere al ser humano en su existencia física, visible, débil y ligada a la tierra. La "sarx" no se reduce al ámbito de la sexualidad. La carne es contraria a Dios (Rm 8,8) y lleva a la muerte. Nos hace vivir centrándonos solo en nosotros mismos y mirando sólo por nuestros propios intereses, contando sólo con nuestras propias fuerzas y capacidades, dificultando con ello nuestra apertura a Dios ya los demás. Vivir en la carne equivale a vivir una existencia donde la criatura humana queda totalmente abandonada, vive a la deriva porque lo hace sin ningún referente sólido y estable, entendiendo que sólo Dios puede ser ese referente. Pablo ha aprendido esto de la escritura hebrea. Dice el libro de Ezequiel: "Pondré mi Espíritu en vosotros, viviréis y os estableceré en vuestra tierra. Sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo he hecho" (Ez 37,14). Dios, infundiendo su Espíritu en los huesos secos, recreará su pueblo que se encuentra en el exilio de Babilonia (situación de muerte). Gracias al don del Espíritu es capaz de vivificar al pueblo pecador y darle nuevas posibilidades de vida. Teniendo en cuenta este trasfondo profético, Pablo piensa que la fuerza creadora del Espíritu es en el creyente un principio activo que renueva radicalmente su existencia. El Espíritu se convierte en el fundamento interno de las acciones del creyente. Es el referente indiscutible de una praxis cristiana renovada. El combate interior descrito en 7,15-24 sólo se puede superar por la fuerza del Espíritu.

Visto en que consiste una existencia según la carne o según el Espíritu (muy bien descritas en Ga 5,19-25) se entiende la contraposición vida - muerte. Para Pablo la muerte verdadera es la muerte del pecado (Rm 7,13). El pecado lleva a la muerte. Se puede estar vivo biológicamente, pero muerto por causa del pecado. Contrariamente, vivir según el Espíritu es vivir la auténtica vida. La muerte biológica no es ningún obstáculo para seguir en la vida según el Espíritu, porque, si el Espíritu es principio de la vida cristiana es, además, la fuerza por la que Dios vivificará nuestros cuerpos mortales. El presente cristiano, fundamentado en el Espíritu, arraiga en el pasado de la acción de este Espíritu que resucitó a Jesús y se abre a un futuro de resurrección garantizado a todos los que viven como Él.

Domingo 14 durante el año 9 de Julio de 2017