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Antes del relato de la pasión, el evangelio de Juan recoge dos discursos de despedida. En la festividad de Pentecostés se leen en el ciclo B dos fragmentos (Jn 15,26-27; 16,12-15) del segundo de estos discursos. El primer fragmento habla de la promesa de enviar el Espíritu Santo, el segundo del papel del Espíritu dentro de la comunidad.

La promesa de enviar el Espíritu Santo queda situada en el texto de Juan entre el odio del mundo y la concreción de este odio. Estas afirmaciones tienen su paralelo en los textos de los sinópticos en los que la intervención del Espíritu Santo está vinculada con el hecho de la persecución (Mt 10,20; Lc 12,12). Acusados ​​ante los tribunales, los discípulos tendrán la oportunidad de dar testimonio. El término tiene una connotación eminentemente jurídica. En un juicio se pretende establecer la verdad de unos hechos acaecidos. El testigo que ha visto lo que ha pasado es el que puede aportar la garantía de la verdad. Por eso, en el texto de Juan testimonio y verdad están estrechamente relacionados. Los discípulos que han estado con Jesús desde el principio darán testimonio de lo que han visto, testimonio reforzado y avalado por la verdad del Espíritu.

Hay una estrecha relación entre el don del Espíritu y la partida de Jesús. La partida de Jesús no es un desplazamiento geográfico, hay que verla en a perspectiva del evento de la muerte de Jesús. Jesús se va porque muere en la cruz y no será sino después de la muerte de Jesús, en el encuentro del resucitado (Jn 20,22) con los discípulos que el don del Espíritu será una promesa hecha realidad.

La verdad es un término, un concepto, una realidad que ocupa un lugar destacado en la teología de Juan en general y de forma relevante en los discursos de despedida. No debe interpretarse en el sentido que le da el platonismo o el gnosticismo. Para Juan la verdad es la palabra del Padre, la palabra que Jesús ha escuchado del Padre y que él ha venido a proclamar ya a dar testimonio porque, como dice el prólogo del evangelio: "la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo "(1,17). De ahí el escepticismo de Pilato: "¿Qué es la verdad?" (Jn 18,38); qué idea podría tener Pilato de la verdad, vete a saber, pero seguro que iba por unos vericuetos muy diferentes de los que habla Juan en su evangelio.

Jesús es la verdad (14,6) porqué al revelarse él como Hijo único del Padre nos revela al Padre mismo, es la plenitud de la revelación. La verdad es el proyecto de Dios que se ha revelado en Jesús. El término "logos" que aparece en el prólogo del evangelio debería traducirse por proyecto de Dios. Este proyecto, este plan que Dios tiene preparado desde el inicio se ha puesto de manifiesto en Jesús. El Logos, el proyecto de Dios, se ha hecho carne (Jn 1,14), es decir, se ha hecho humanidad a fin de que la humanidad participe de la verdad que el Logos posee y que ofrece. El Logos es verdad porque es un proyecto de vida (1,4), si fuera un proyecto de muerte sería un proyecto diabólico, de mentira (8,44). La verdad se hace accesible en Jesús. La verdad es la revelación del proyecto que Dios tiene sobre la humanidad, la relación entre verdad y Logos es clara. El Logos es el proyecto, la verdad es la carga liberadora que este proyecto lleva.

"Él me glorificará". Glorificar y en su sustantivo gloria es un término de difícil traducción por la multiplicidad de acepciones y matices que tiene en la Escritura. El contexto determina mucho el sentido. Aquí debería entenderse en uno de los sentidos que se encuentra en el Antiguo Testamento: la gloria es una realidad perceptible por los sentidos que muestra, de formas muy diversas, la fortaleza del poder del Señor su prestigio y su honor. Así se ve en el texto de Éxodo: "Cuando haya manifestado mi gloria venciendo el Faraón ... los egipcios sabrán que yo soy el Señor" (14,18). El Espíritu glorificará Jesús porque hará ver que con la muerte y resurrección actúa el poder vivificante del Padre acreditando ante el mundo a su Hijo

Festividad de Pentecostés. 23 de Mayo de 2021

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