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El capítulo 15 del evangelio de Juan comienza con la metáfora de la vid (Jn 15,1-8) que leemos en el evangelio de este domingo. El texto forma parte de una gran discurso de despedida que Jesús dirige a sus discípulos antes de su muerte. El capítulo 14 ha concluido: "Levantémonos, vámonos de aquí" Esto supone una rotura temática brusca, debido seguramente a la yuxtaposición de dos discursos que el autor ha unido en uno solo. El tema es diferente, si en los cc. 13-14 dominaba el tema de la separación, ahora en el c. 15 el tema dominante es la proximidad de Jesús y los discípulos.

El tema de la vid y de la viña arraiga en el trabajo, la economía y los conocimientos agrícolas de los pueblos del próximo oriente; pero también tiene una fuerte presencia en los textos del Antiguo Testamento. En el caso que nos ocupa, no podemos considerar que se cite o se haga referencia a un texto concreto o que sea una alusión directa a un pasaje conocido. Más bien se trata de una relación indirecta con el conjunto de textos que tratan de la viña. De los muchos textos que hablan de ella, se impone el canto a la viña que se encuentra en el libro de Isaías. De este texto vale la pena retener: "La viña del Señor del universo sois vosotros, pueblo de Israel" (Is 5,7). En otros pasajes también se dice que Israel es un viñedo: "Una cepa trajiste de Egipto" dirá el salmo 80,9 y lo deja entender el profeta Jeremías cuando dice: "Yo te había plantado con cepas elegidas, eras un plante segura "(Jr 2,21).

En el texto de Juan se produce un desplazamiento respecto del Antiguo Testamento, la viña no es Israel, lo es Jesús mismo con el añadido de que él es la verdadera vid. Lo es en contraposición a Israel y porque Jesús procede del Padre y es esto lo que le da la categoría de vid verdadera.

El Padre poda la vid para que dé fruto; el texto dice, sin embargo, que el discípulos en vez de podados están puros. Esta pureza no la han adquirido mediante un acto cultual, ni por una cualidad personal, la pureza la han recibido por la aceptación de la palabra de Jesús que es una palabra transformadora.

Pero no basta con la aceptación de la palabra, hay que dar un paso más o entrar en un nivel de mayor profundidad, es necesaria la permanencia en Jesús. Se trata de que la aceptación de la palabra no se quede en un hecho momentáneo sin repercusión en el futuro. Jesús ya ha dicho a los discípulos: "El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y no en él" (6,56). Igualmente en Jn 15 la permanencia es recíproca, la unidad entre cepa y sarmientos es también un compromiso de fidelidad por parte de Jesús. No se trata de conseguir un objetivo como aquel que llega a la meta de una carrera. La invitación a la permanencia es la invitación a construir una unidad estable, de larga duración, hacer que una relación ya existente sea vivida profundamente. Permanencia pide fidelidad, estabilidad y proyección de futuro.

Las amenazas a los que pretenden separarse son muy duras. Resuena el lenguaje apocalíptico. Se puede ver una advertencia a los cristianos de las comunidades joánicas tentados de volver a la sinagoga o separarse de la comunidad. Son una denuncia a la pretensión de tomar el atajo. El creyente que piensa que puede dar fruto con sus propias fuerzas está condenado al fracaso. La cohesión con Jesús y la comunidad es la garantía de dar buen fruto que, como dirá el texto (15,12-13) un poco más adelante, se traduce en el amor a los demás.

Domingo 5º de Pascua 29 de Abril de 2018

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