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La Biblia hebrea situa el libro de Daniel entre el conjunto de libros que se llaman Escritos. Una extensa sección del libro está escrita en lengua aramea (2,4-7,28), el resto en hebreo. El libro de Daniel en la Biblia hebrea es más corto que en la versión de los Setenta (S. II aC.) y que en la llamada de Teodoción (s. I a.); ésta contiene la oración de Azarías y el cántico de los tres jóvenes, el conocidísimo episodio de Susana y la narración de Bel y el dragón. Tal como lo considera la Biblia hebrea, el libro de Daniel se divide en dos partes: la primera (cc. 1-6) recoge historias edificantes sobre Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia, la segunda (cc. 7-12 ) es la formada por cuatro visiones en las que Daniel contempla, en imágenes simbólicas, la sucesión de cuatro reinos que los judíos soportaron desde el exilio de Babilonia hasta el momento en que Dios establece para ellos su propio reino. De esta segunda parte leemos un brevísimo fragmento en la primera lectura de hoy (Dn 7,13-14) que presenta la conocida visión del Hijo del hombre.

La expresión "hijo de" acompañada normalmente de un sustantivo o un adjetivo se encuentra a menudo en la Bíblia. Así para mencionar a los israelitas se usa la expresión "hijos de Israel" (ejp. Ex 19,3; Nm 23,21; Is 27,12; Mi 5,2; Sl 22,24). En el libro del profeta Ezequiel aparece muchísimas veces puesta en boca de Dios para dirigirse al profeta (ejp. Ez 2,1.3) y significa simplemente hombre. La expresión "hijo de hombre" para referirse al genérico hombre la encontramos también por ejemplo en Is 51,12; Jb 25,6. Así "Hijo de hombre" se refiere simplemente al hombre como ser humano, un miembro de la raza humana.

El texto que nos ocupa forma parte de una visión donde bestias que salen del mar son despojadas de su poder cuando comparecen ante el tribunal de Dios representado con los rasgos de un anciano con cabellos blancos. Entonces viene sobre las nubes del cielo alguien semejante a un hijo de hombre y avanza hasta el tribunal de Dios para recibir la realeza y el poder. El Hijo del hombre se contrapone a estas bestias que salen del mar que se les tomará el poder para ser dado al Hijo del hombre.

No se puede pasar por alto que el texto dice "como un hijo de hombre". Se resalta el aspecto humano de este personaje misterioso. De hecho, más adelante en el texto (v.18) será identificado con el pueblo santo del Altísimo, es decir, con los que, sufriendo persecución y martirio, se han mantenido fieles a Dios.

Pero el Hijo del hombre es más que un hombre. Viene con las nubes del cielo; esto recuerda el Sinaí donde la gloria del Señor aparece en la nube (Ex 16,10). La proximidad del Hijo del hombre y el Anciano presupone que éste le otorgará una misión importante y que participará de la gloria de Dios. Se sobreentiende una entronización previa a la concesión del poder y la realeza. En el relato de la creación, Dios al crear al hombre y la mujer, les da el dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todo animal que se arrastre por el suelo (Gn 1,28). El mal uso del poder derivará en el poder que tienen las bestias para hacer daño al pueblo santo, por eso ahora todo poder será otorgado al Hijo del hombre al que todos los pueblos naciones y lenguas respetarán. Se acabaron estatuas hechas de oro, plata, bronce y hierro (Dn 2,37-38), se acabó toda idolatría, ahora a quien hay que servir es el Hijo del hombre.

El mensaje del texto es que ante un poder humano que parece abrumador e invencible, Dios no ha abandonado su pueblo y su voluntad liberadora impondrá sobre cualquier pretensión humana de dominio. El advenimiento del Hijo del hombre es el indicador que se impondrá una nueva realidad caracterizada por la liberación del oprimidos.

Festividad de Cristo Rey. 25 de Noviembre de 2018

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