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El libro de la Sabiduría se presenta dividido en tres partes fácilmente identificables. En la primera parte (cc 1-5) se encuentra una serie de consideraciones de tipo moral donde se mencionan los beneficios que percibirán quienes sigan las enseñanzas de la sabiduría. Su premio es la inmortalidad, en cambio, para los que desprecian la sabiduría y hacen mofa de los justos las consecuencias que sufrirán serán fatales. La segunda parte (cc. 6-9) contempla la sabiduría más bien desde un punto de vista filosófico e intelectual. Habla de su origen, naturaleza y propiedades y de la relación de Salomón con la sabiduría. La tercera parte (cc. 10-19) es de tipo histórico. Se confirman los efectos beneficiosos de la sabiduría a lo largo de la historia de Israel. En la primera lectura de este domingo leemos un fragmento de la segunda parte del libro (Sv 6,12-16), en él la sabiduría se ofrece y no es difícil obtenerla.

El texto que leemos pertenece a un tramo del libro en el que se alaba de la sabiduría. El género de la alabanza era frecuente en la retórica antigua. Se alababa el origen la naturaleza y las acciones de un personaje, o bien de una virtud o bien de una ciudad; no ahorraban galas retóricas ni florituras literarias. Esto es lo que hace el autor de libro hablando de la sabiduría y que podemos captar en el texto que leemos hoy.

Los versículos de nuestra lectura se pueden leer en relación con la exigencia del buen gobierno dirigida a los gobernantes. "Por eso, soberanos, a vosotros dirijo mis palabras, para que aprendáis la sabiduría y no tropecéis" (Sb 6,9) se dice en un fragmento más arriba. La contrapartida a la exigencia es el ofrecimiento de la sabiduría que se presenta fácil de ser alcanzada. El buen gobierno es posible cuando se aceptan las bondades de la sabiduría que se ofrece plácidamente a quien la quiera hacer suya. Esta facilidad de obtención de la sabiduría nos lleva a compararla con la facilidad en que se puede lograr el cumplimiento de la ley. "Esta Ley que hoy te doy no es demasiado difícil para ti, ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, que puedas decir: "¿Quién será capaz de subir y llevárnosla, para dárnosla a conocer y que la podamos cumplir? ... La palabra está muy cerca de ti; la tienes en los labios y en tu corazón, para que puedas cumplirla "dirá el libro del Deuteronomio (30,11-12.14). Es lógico que en el ambiente de cultura helenista donde surge el libro de la Sabiduría esta adquiera un relieve que parezca, a primera vista, oscurecer la Torá, la ley. Pero Ley y sabiduría no están reñidas porque como dice el mismo Deuteronomio: "Guardad y cumplid los mismos. Si lo hace así, todos los pueblos os tendrán por sabios y sensatos. Cuando sentirán hablar de todos estos decretos, dirán: "qué sabiduría y qué cordura tiene esta gran nación!" (4,6).

Podemos ver en el texto como se describe el encuentro de la sabiduría con los seres humanos con una serie de movimientos correlativos. Se comienza con una manifestación irradiante de la sabiduría que se adelanta, busca, persigue, sale al paso. Por parte del ser humano los movimientos son más espirituales: aman, buscan, desean, velan. Fijémonos, además, que este amar, buscar, desear y velar son las únicas condiciones que, por decirlo de alguna manera, la sabiduría pone para poder saborear sus beneficios. No hacen falta estudios preparatorios, iniciaciones misteriosas, pago de dinero, méritos o dignidades personales. No es el privilegio de un círculo cerrado y hermético de filósofos y sabios elitistas, que monopolizan la reflexión sapiencial y sólo la hacen extensiva a unos pocos privilegiados. El texto de hoy es claro: los que la aman llegan fácilmente a contemplarla, la pueden encontrar esperando en la puerta de casa.

Domingo 32 durante el año. 8 de Noviembre de 2020

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