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Comentario en la primera lectura del 4º domingo de Adviento A

En la primera lectura de este domingo leemos la profecía que Isaías (Is 7,10-14) hace al rey Ajaz asegurándole la perpetuidad de la dinastía de David gracias al nacimiento de un hijo

Para comprender mejor el pasaje es necesario tener presente los hechos históricos que influyen en el comportamiento de Ajaz. Resón (de Aram) y Pecaj (de Israel) estaban decididos a forjar alianzas que les permitieran resistir la dominación asiria. Le pidieron a Ajaz que se les uniera, pero Ajaz se negó a causa de su miedo a Asiria. Como respuesta, Resón y Pecaj montaron un ataque contra Jerusalén que fracasó. Ajaz terminó totalmente entregado al poder el rey de los asirios (2 Re 16,1-19).

El Señor llamó a Isaías para asegurar a Ajaz que no debía temer nada, porque Resón y Pecaj fracasarían en su intento de atacar a Jerusalén y derrotarla. Lo único que el Señor exigía a Ajaz es que confiara en la promesa del Señor y no confiara en la alianza con el rey de los asirios. Isaías, siguiendo el talante de la época, propuso al rey Ajaz pedir una señal a Dios para que le convenciera de que es Dios quien debe salvarlo y sacarlo del callejón sin salida y le haga desistir de esperar la salvación del rey de los asirios. En la literatura de la antigüedad a menudo se ve a los reyes y los héroes consultar a los dioses la oportunidad o no de hacer la guerra; a veces esperan una señal de la divinidad que confirme el sí o el no. En el Antiguo Testamento vemos cómo Guedeón pide una señal para saber si derrotará a los madianitas (Jt 6,17). El rey Ezequías pide a Isaías una señal para saber si se curará (2 Re 20,8). El salmista, se sobreentiende el justo, pide una señal del favor de Dios (Sal 86,17).

Isaías ofrece a Ajaz elegir una señal de que se produzca en el fondo del país de los muertos o bien alto en el cielo. Cuando el Señor invita a Ajaz a pedir un signo que tenga lugar "en la profundidad o en la altura de arriba", ofrece carta blanca a Ajaz, dándole poder de decisión. Ajaz puede solicitar cualquier señal que pueda imaginar. Puede pedir a Dios que esconda el sol o que haga que el agua brote de las arenas del desierto o puede pedir un milagro curativo. Puede pedir cualquier signo de que, cuando sea recibido, lo convenza del poder y la fidelidad del Señor.

Ajaz rechaza la señal que le ofrece el Señor. Se excusa diciendo: "No quiero poner a prueba al Señor" haciendo referencia al Deuteronomio (6,16) que recuerda el episodio de Massá donde Israel puso a prueba al Señor. Pero aquí la situación es diferente, no es Ajaz quien pone a prueba al Señor sino que es el Señor quien pone a prueba Ajaz porque la señal ofrecida por Dios por una parte es una prueba y por otra una invitación. Si Ajaz acepta al Señor, reconocerá su poder y deberá restarle fiel; de lo contrario, si le rechaza, demostrará que confía más en el poder de los asirios que en Él.

La señal es: "La joven que debe alumbrar tendrá un hijo". El término hebreo que traduce joven es “almah”. La traducción de ese término ha sido muy debatida. Un grupo de traductores se inclina por traducir “almah” por chica joven o mujer joven añadiendo algunas veces matices: para algunos simplemente chica joven, otros especifican soltera, otros que puede ser soltera o casada. En la actualidad un buen número de estudiosos se inclina por esta traducción. Otro grupo prefieren traducir “almah” por virgen; a favor de esta traducción juega el factor extraordinario y de asombro que tiene la señal, también que la traducción de la versión de los LXX traduce “almah” por “parthenos” término griego que significa virgen. Algunos de este grupo al traducir “almah” por “parthenos” tienen el pensamiento puesto en el uso que el evangelista Mateo hace de este pasaje de Isaías cuando se vale del término para hablar del nacimiento prodigioso del hijo de María. Hay que tener presente que la lengua hebrea dispone del término “bethula” para designar específicamente virgen.

Lo que Isaías quiere mostrar con el nacimiento del hijo de Acaz es que se producirá una intervención por parte de Dios que asegurarà el mantenimiento de la dinastía davídica. Existía el miedo a que ésta fuera derribada, si esto ocurriera significaría la desaparición de la promesa dinástica hecha a David por el profeta Natán (2Sm 7,12-16). Las esperanzas de bienestar por el pueblo concedido por Dios dependían -desde la óptica del reino de Judá- de la existencia de un sucesor de David. El nacimiento del niño aseguraría la presencia de Dios permanente en medio del pueblo y la renovación de la promesa hecha a David.

Domingo 4º de Adviento. 18 de Diciembre de 2022.

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