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Encontramos en la biblia muchos pasajes que son lamentaciones. Un lamento puede estar inspirado en cualquier forma de calamidad como la derrota en la batalla, el exilio, la enfermedad, la muerte. El propósito de la lamentación es persuadir a Dios para aliviar las circunstancias calamitosas. Los lamentos bíblicos suelen incluir a) una descripción de la situación desgraciada, b) una oración para el alivio y c) una alabanza o acción de gracias. Donde queda reflejado con más claridad este esquema es en el salmo 107 donde se halla repetido varias veces. Encontramos lamentaciones en el libro de Job, en Lamentaciones y, sobre todo, en los salmos.

Si lo que decimos permite hablar del género literario lamentación, se hallan en el libro de Jeremías unos pasajes que ajustan a ello, las famosas lamentaciones o confesiones de Jeremías (12,1-5; 15,10-21; 17,14- 18; 18,18-23; 20,7-18). De la última, leemos un fragmento en la primera lectura de este domingo (Jr 20,7-9); si proseguimos hasta el versículo 13 veremos que se cumple fielmente el esquema, los vv 7-10 describen la situación lamentable, los vv. 11-12 proclaman la confianza en Dios, el v 13 canta y alaba a Dios que salva.

¿Qué motivos tiene para lamentarse Jeremías? Quienes son los que se divierten a costa de él y se ríen? Miremos el contexto político en que se encuentra Jeremías. El reino de Judá se había aliado con Egipto a fin de hacer frente a las presiones del gran imperio oriental Babilonia. Jeremías preveía que éste era superior militarmente y a la larga derrotaría Egipto. Denunciaba la falsa seguridad que representaba fiarse de Egipto y recomendaba pagar tributo a Babilonia quedando garantizada, de este modo, la supervivencia de Judá, aunque fuera como reino vasallo. Evidentemente esto no gustaba a las clases poderosas de Judá (no pagar los enriquecía) ni al poder militar y la predicación de Jeremías se convertía en el hazmerreír de todos.

Pero la causa de los lamentos no es sólo la discrepancia política. Jeremías está en contra los reyes y los habitantes de Jerusalén porque han abandonado al Señor y quemando incienso a otros dioses han profanado el templo (19,3-5). A esto se añade un comportamiento ético desastroso. El profeta se queja de que el rey sólo tiene ojos y corazón para la ganancia injusta, para derramar sangre inocente y para oprimir y arrollar (22,17).

Jeremías es consciente de que Dios lo ha llamado para enviarle a decir lo que Él le ordenará. Anunciar la palabra es lo que está en juego y no puede dejar de hacerlo porque, si no lo hace, siente un fuego devorador. Pero Jeremías sabe que en esto está solo. Constantemente se queja de los falsos profetas. El Deuteronomio dice bien claro: "si un profeta se atreve a decir en mi nombre palabras que yo no le he ordenado ... este profeta morirá" (18,20). Jeremías se encuentra rodeado de un grupo de falsos profetas que el Señor no les ha hablado (5,13), profetizan en falso (5,31), predican sin que los Señor les haya hablado (23,16), están al servicio los intereses del rey y le cuentan lo que le gusta sentir, que Babilonia no representa ningún peligro (27,9-15).

La honestidad de Jeremías hace por fuerza que el profeta se sienta mal al lado de esta gente que llegarán a ser sus enemigos (26,8) y por eso se lamenta. La queja adquiere toda su fuerza si se piensa que él podría vivir como lo hacen los falsos profetas, con comodidades, sin renuncias (16,1-2) y al amparo del rey. Sabe que el Señor le ha hablado, lo que no ha hecho con los falsos profetas portadores de una palabra nunca recibida. Entre Dios y Jeremías hay un trato desigual. El Señor es obviamente el gran y Jeremías el pequeño, por eso está convencido de que está a merced del Señor que, desde su posición de fuerza, le obliga a aceptar la misión. Jeremías se lamenta, Dios lo consiente porque el lamento, después de todo, acabará con la alabanza: load el Señor que ha salvado la vida de los pobres.

Domingo 22 durante el año. 3 de Septiembre de 2017

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