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Uno de los episodios evangélicos que ha tenido más repercusión popular es la ida de los pastores a Belén para adorar al niño Jesús (Lc 2,15-20); lo leemos hoy en la misa del amanecer, fiesta de Navidad del Señor.

El ser pastor era un trabajo solitario y sucio, y no atraía a las personas que tenían mejores opciones profesionales. Para los pastores les resultaba difícil observar sus obligaciones religiosas. ¿Quién cuidará a las ovejas mientras asisten a la sinagoga? ¿Cómo pueden ser fieles a sus obligaciones rituales? En una sociedad que separaba a los buenos de los malos según el cumplimiento de estas observaciones religiosas, la gente no quería tener pastores de vecinos o de parientes. Sin embargo, los textos de la Escritura no ofrecen esta visión negativa de los pastores. Abraham era pastor de rebaños (Gn 13,2), Moisés apacentó los rebaños de Jetró (Ex 3,1), David, que nació en Belén, había sido pastor (1Sa 16,11), y llegó a convertirse en un gran rey. El mismo Señor es considerado pastor de Israel (Sal 23,1; 80,2).

Puede que Lucas estuviera jugando con una serie de contrastes. En el mundo helenista-romano era habitual que la propaganda imperial anunciara a través de un heraldo los grandes acontecimientos: protagonizados por el rey o el emperador: llegada al trono, victorias militares, visita a una ciudad, nacimiento de un hijo . Estas notificaciones eran las buenas noticias, los evangelios. En cuanto al nacimiento de Jesús, lo más habitual era que se hubiera anunciado en Jerusalén y no en Belén. Esto explica que los magos se dirigieran a Jerusalén (Mt 2,1) buscando al Mesías. También, según la lógica, los destinatarios del anuncio deberían haber sido los sumos sacerdotes es decir los pastores dirigentes del pueblo. Jesús, pero se queja de los dirigentes – pastores que tienen el pueblo abandonado (Mt 9,36; Mc 6,34). Lucas hace que el anuncio vaya dirigido a otros pastores, los indeseables incumplidores de la ley. Una vez más se pone de manifiesto la voluntad de Dios de escoger lo pequeño, débil, insignificante para llevar a cabo sus planes: la pequeña Belén en contraste con la gran Jerusalén, los despreciados pastores en vez de los prepotentes pastores dirigentes. Como dice Pablo: “Lo que parece débil en la obra de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Co 1,25).

A semejanza de los discípulos llamados por Jesús que lo dejan todo (Lc 5,1-11) o de Leví que abandona el puesto de recaudación de impuestos para ir con Jesús (Lc 5 27-28), los pastores dejan el rebaño para ir en Belén siguiendo las indicaciones del ángel. Es más, los pastores lo hacen deprisa, como María que se va deprisa a casa de Isabel después de oír el mensaje del ángel (Lc 1,29). A diferencia de los relatos de vocación de algunos profetas donde la objeción puesta por el profeta (Is 6,5; Jr 1,6) es un elemento típico que forma parte del esquema del relato, aquí la respuesta de los pastores es inmediata, sin preguntas, sin tener en cuenta el percance que les supone dejar el rebaño.

Es evidente que los pastores han visto algo más que un niño nacido en un pesebre con su padre y su madre al lado, han descubierto que, como les ha dicho el ángel, el niño es el Salvador, el Mesías, el Señor. Y este algo más explica las tres reacciones: la de la gente que quedaba maravillada, los pastores que glorificaban a Dios y María que lo meditaba todo en su corazón. Las reacciones de la gente y de los pastores son reacciones extrovertidas. Por decirlo de algún modo, la gente y los pastores desaparecen de la escena y se queda María sola. Ella se recluye en su interior, guarda en su interior las experiencias narradas por los pastores y las medita en su corazón. Lucas intenta presentar a María esforzándose en comprender lo que ella está viviendo y lo que han explicado los pastores que tiene una complejidad que necesita una actitud como la de María para llegar a su comprensión. La reflexión de María está orientada a comprender lo que acontecerá en Jesús, la reflexión establece un puente entre los relatos de la infancia y el grueso del resto del evangelio de Lucas.

En el relato de la Visitación, María es alabada por su gran fe (Lc 1,45). Se puede decir que ella comienza un proceso que acabará, según Lucas, en el momento en que María estará en medio de la comunidad cristiana que ha hecho experiencia de Jesús resucitado y recibe el don de su Espíritu (Hch 1,14).

Misa del amanecer. Festividad de la Navidad del Señor. 25 de diciembre de 2021

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