Pasar al contenido principal

En el evangelio de este domingo de Pentecostés, leemos un fragmento del capítulo 20 (19-23) del evangelio de Juan que, si se acepta que el 21 es un añadido, es el que concluye el Evangelio.

La escena que describen los versículos que leemos está situada inmediatamente después de la visita de María Magdalena a los discípulos que, cumpliendo el encargo de Jesús (20,17), les anuncia que Él está vivo. Los discípulos, a pesar de haber escuchado el mensaje de María, se mantienen cerrados y inmersos en el miedo a los judíos. El encuentro de Jesús con los discípulos les abrirá la mentalidad y disipará todos los miedos. Será el colofón perfecto a la misión iniciada por María.

Jesús se aparece a los discípulos. Joan no especifica que la aparición vaya dirigida a los doce, grupo que suele asociarse al ejercicio de la autoridad en las primeros comunidades (Hch 6,2). Los doce como tales aparecen poco en el evangelio de Juan (6,67.70.71; 20,24). Los discípulos, destinatarios del gran discurso de despedida y mencionados en el momento de la detención de Jesús (18,1) vuelven ahora a aparecer como protagonistas de la experiencia de Jesús resucitado. Aquí hay que entender que discípulo se refiere a todo aquel que está dispuesto a aceptar a Jesús, no sólo los que lo hicieron históricamente, sino todos los que lo harán a lo largo de la historia. A ellos se les da la paz, el Espíritu y la capacidad de vencer el pecado.

Hemos dicho que el capítulo 20 actúa de colofón del evangelio. Así como en el prólogo (1,1-18) están los grandes temas que irán apareciendo en el evangelio: vida, luz, testimonio, rechazo, en el capítulo 20 resuenan algunos de los temas del discurso de despedida (13-17 ) y Juan los presenta como el cumplimiento de las palabras de Jesús. Pasa lo que dice el profeta Isaías: "La palabra que sale de mi boca .... realizará lo que yo quería" (55,11). Lo que Jesús dice, no pasa sin que se cumpla.

Jesús anuncia a los discípulos que no les dejará, que volverá, que dentro de poco no lo verán, pero lo volverán a ver. (14,18; 16,23). Después de la ausencia que puede representar la cruz y la tumba, los discípulos experimentarán el encuentro de Jesús como un retorno. Ninguna tumba, ni losa, ni puerta cerrada pueden impedir que Jesús esté en medio de la comunidad, es decir, sea su referente indiscutible. La presencia de Jesús ha disipado todos los miedos y se ha impuesto la alegría, la que ya había anunciado Jesús: "Vuestro corazón se alegrará porque volveréis a verme. Y vuestra alegría nadie os la quitará" (16 , 22 y también 15,11; 16,20). Jesús promete (14,27) y da ahora la paz que no da el mundo. Todo el mundo conocía la "pax augustana" impuesta por la fuerza y ​​el dominio. Aquella paz promesa en su despedida (14,27) ahora Jesús la regala a sus discípulos acompañada de la alegría del encuentro y del don del Espíritu.

El don del Espíritu es la promesa más reiteradamente repetida (14,17.26; 15,26; 16,13). El gesto con que Jesús comunica el Espíritu recuerda el gesto creador de Dios que, alentando sobre Adam le otorga la vida (Gn 2,7) porque con la resurrección de Jesús se inaugura una nueva creación, una situación totalmente nueva caracterizada por el triunfo de la luz que, tal como dice el prólogo (1,5) triunfa sobre la oscuridad. Es una manera simbólica de decir que la resurrección de Jesús es el triunfo sobre la muerte y el pecado. Perdonar / no perdonar o perdonar / retener es una forma semítica de hablar de una misma realidad usando una pareja de contrarios. Lo que se quiere decir es que el Espíritu da una fuerza a la comunidad que la convierte en capaz de contrarrestar el pecado, es decir, todo aquello que pueda representar una oposición al proyecto liberador de Jesús.

Domingo de Pentecostés. 4 de Junio ​​de 2017

Us ha agradat poder llegir aquest article? Si voleu que en fem més, podeu fer una petita aportació a través de Bizum al número

Donatiu Bizum

o veure altres maneres d'ajudar Catalunya Religió i poder desgravar el donatiu.