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Leemos en la primera lectura de este domingo un pasaje de la primera parte del libro del profeta Isaías (Is 6,1-2a.3-8). Generalmente se considera este texto como el relato de la vocación del profeta. Esta consideración tiene un inconveniente: ¿por qué dicho relato no está colocado al principio del libro a fin de que presida toda la actividad del profeta? Para resolver la cuestión, algunos comentaristas han sugerido que se trata de la descripción de un acto solemne donde se encarga la difícil misión diplomática de Isaías ante el rey Acaz a fin de aconsejarle que no entre a formar parte de la coalición contra Asiria.

Isaías ha sido admitido en el consejo divino y por eso conoce los planes de Dios y ha sido encargado de llevarlos a cabo en el complicado entramado de la política de aquella parte del mundo. Lo que se quiere decir con esto es que la misión del profeta no parte de una iniciativa propia, sino que brota de una decisión de Dios y que el fracaso que acontecerá es algo previsto y, como quien dice, diseñado previamente; por tanto, no se puede culpar de ninguna manera a Isaías del fracaso de la misión.

Lo que se explica ocurre en el santuario del Señor, estancia magnífica donde se encuentra el trono que se encuentra en un lugar elevado al que se accede supuestamente por escalones. Sobresale el manto que llena el santuario y la corte celestial formada por los serafines que asisten al Señor. En otros lugares del Antiguo Testamento se encuentran escenas semejantes: Miqueas se presenta ante el trono de Dios mientras se delibera a quien enviar para seducir a Acab (1Re 22,19), Dios y el acusador deliberan sobre la vida de Job (Jb 1 ,6-12). Probablemente el autor del texto se inspira en los palacios de los reyes asirios de gigantescas proporciones donde los que se acercaban al trono debían sentirse, a la fuerza, insignificantes. Los mantos de los reyes eran muy largos y este hecho nutre la imagen del manto que llena el recinto, siendo así símbolo de la presencia de Dios que lo llena y lo penetra todo. A su vez, el trono elevado y la grandeza de la estancia, que te hace sentir pequeño e insignificante, son los símbolos de la trascendencia de Dios.

La gloria, la nube y el humo son elementos característicos que en lenguaje bíblico sirven para evidenciar la presencia de Dios. Los encontramos en la revelación de Dios a Moisés en la montaña del Sinaí (Ex 19,16-18; 40,34). Aquí quieren mostrar que el Señor se manifiesta en Isaías avalando así la importancia de la misión que tendrá que llevar a cabo.

Los serafines juegan un papel importante en todo el episodio. El término querría decir ”ardientes” o ”los que arden”. Las alas para volar significan que están preparados para desplazarse rápidamente para llevar a cabo las órdenes de la divinidad. En ese pasaje actúan como asistentes de Dios y son consejeros asesores; es a ellos a quien se supone el Señor consulta. ¿A quién enviaré? ¿Quién nos irá? Ellos son oficiantes de la litúrgica celestial, cantan y ejecutan la purificación del profeta aplicándole a los labios los muelles al rojo.

La gloria de Dios y su santidad, triplemente proclamada, hacen tomar conciencia al profeta de su impureza y condición pecadora. Por eso el encargo irá acompañado de un ritual de purificación. Isaías reconoce su propio pecado porque, en virtud de una corresponsabilidad corporativa, siente que participa del pecado de su comunidad La purificación de los labios indica que queda preparado para una misión profética específica y es la preparación para las incómodas palabras que tendrá que decir. Efectivamente el reinado de Ozies fue largo (790-742 a. C.) y próspero, pero en los últimos años del reinado la amenaza asiria empezó a hacerse notar. Tiglat-pilèsser empezó a presionar y la prosperidad decreció. Se acercaban malos tiempos y a Isaías le tocó advertir de ello y de la inutilidad de una alianza contra Asiria.

Salvadas las objeciones y terminada la purificación, el profeta está en condiciones de decir “Envíame” entrando así, junto con Abraham (Gn 22,1), Moisés (Ex 3,4), Samuel (1Sa 3,5.10), Jeremías (Jr 20,9) y otros muchos, en el colectivo de los grandes personajes del Antiguo Testamento que han escuchado la llamada y han aceptado la misión que Dios les ha confiado.

El domingo 5º durante el año. 6 de Febrero de 2022

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