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En la vida de san Pablo ocupa un lugar muy importante la ciudad de Antioquía. Fue allí donde descubrió la primera comunidad cristiana formada por judíos y paganos convertidos, y donde tomó conciencia plena de la urgencia de la misión que fuera más allá de las fronteras del Israel histórico. Gracias al ánimo de la comunidad, Pablo pudo instalar allí su base de operaciones para el resto de sus grandes correrías apostólicas. Y allí volvió siempre al final de las mismas para asociar a sus hermanos a la acción de gracias por el progreso del Evangelio.

En Antioquía fue donde el Espíritu lo designó junto a Bernabé para llevar a cabo la primera misión apostólica (Hch 13,1-3). Salieron de Antioquia y se dirigieron a la isla de Chipre, tierra de Bernabé. Llegados a Salamina se dirigieron a Pafos, donde más tarde embarcarían para dirigirse hacia las regiones de Pisidia y Panfilia. Desembarcan en Perga y se dirigen Antioquía de Pisidia. La primera lectura de hoy, un fragmento del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 13,14.43-52), nos habla de su estancia en esta ciudad concretamente de la reacción de los judíos después del largo discurso de Pablo durante su estancia en la sinagoga de esta ciudad.

El discurso de Pablo no gusta a los judíos, sobre todo a los dirigentes de la sinagoga. ¿Qué les ha dicho? La homilía de Pablo ha expuesto a los judíos de Antioquía de Pisidia que la historia de salvación está encaminada totalmente a la persona de Jesús, el Salvador que Dios ha dispuesto en favor de Israel y es en virtud de ese Jesús resucitado que llega el anuncio del perdón de los pecados y la salvación que los judíos no han logrado con la ley de Moisés; esta salvación la obtiene todo aquél que simplemente cree en Jesús. Pablo pide a los judíos adhesión a Jesús en quienes culminan las promesas de Dios y también pide a los paganos la conversión sin necesidad de someterse a las exigencias de la ley imposible de cumplir e inútil para conseguir la salvación.

Los dirigentes de la sinagoga piden a Pablo y Bernabé que vuelvan el sábado siguiente a fin de continuar su exposición. Se pensaría que han quedado encantados y que quieren más. Todo lo contrario. Ante el desacuerdo y la argumentación de las palabras de Pablo, el requerimiento de los líderes de la sinagoga responde al deseo de prepararse para refutar el planteamiento de Pablo y Bernabé en cuanto a la única vía de salvación, Jesús.

La estrategia no da resultado; la segunda intervención de Pablo y Bernabé en la sinagoga se convierte en un éxito total, “casi toda la ciudad se reunió para escuchar la Palabra del Señor”. La reacción de los judíos es furibunda, a falta de argumentos profieren palabras injuriosas y se vuelcan al descrédito. La violencia empleada no proviene sólo de la envidia, sino que se cuece un argumento teológico de peso. Israel se considera el pueblo escogido, él es el depositario de la ley dada a Moisés en el Sinaí que es la única que puede conferir la salvación. Los pueblos extranjeros si la quieren conseguir deben pasar por la aceptación de la ley mosaica con todas sus imposiciones y prescripciones. Israel se considera el mediador necesario para la salvación de la humanidad. Todo este entramado teológico salta por los aires cuando Pablo y Bernabé proclaman que sólo con la fe en Jesús resucitado y la aceptación de su persona es suficiente para conseguir la salvación y que no es necesario observar las prescripciones de la ley de Moisés para conseguirla.

Pablo y Bernabé han seguido una estrategia de predicación según la cual se dirigen primero a los judíos (Hch 13,5; 3,26; Rm 1,16; 2,10-11) pero los judíos han rechazado su predicación y no han aceptado que Dios haya constituido a Jesús el único y definitivo mediador de la salvación. Entonces toman la decisión de dirigirse a los paganos. Lo hacen siguiendo el mandato de Jesús de ser testigos de él hasta el extremo de la tierra (Hch 1,8). Aportan, además, el aval de la Escritura: “Yo te he hecho luz de las naciones para que traigas mi salvación de un cabo a otro de la tierra” (Is 49,6). La misma Escritura tan apreciada por los judíos contempla ya el acceso de los paganos a la salvación. La profecía de Isaías se cumplirá (Lc 2,32) en Jesús: “luz que se revele en las naciones, gloria de Israel, tu pueblo”.

Domingo 4º de Pascua. 8 de Mayo de 2022.

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