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Por Josep Maria Solà .
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En el corazón del libro de Jeremías se encuentra una joya de la Escritura conocida como "El libro de la consolación", son los capítulos que van del 30 al 33 y en él se brinda al pueblo de Israel un mensaje de esperanza. El capítulo 30 promete la restauración de Israel y Judá, el 31 habla del regreso de los exiliados y el establecimiento de un nuevo pacto, el 32 da la garantía del retorno del pueblo y el 33 anuncia la curación después del castigo y el establecimiento de un rebrote de David. En la segunda lectura de este domingo leemos un pequeño fragmento (Jr 31, 7-9) de esta parte del libro de Jeremías. Este libro recoge, pues, un conjunto de oráculos agrupados en virtud de las circunstancias trágicas que vivió el pueblo de Israel. Con respecto a la época en que se refieren lo más coherente es pensar que Jeremías pudo intuir una liberación próxima para el reino del norte y esto sólo podía ser en la época del rey Josías que intentó reconstruir el esplendor del reino de David aprovechando la debilidad del imperio asirio.

Salva Señor tu pueblo, el resto de Israel, dice el texto que nos ocupa. El resto de Israel es una realidad importante tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El resto se inaugura con Noé y su familia. En la historia de Génesis 6-9 Dios destruye la población perversa, pero salva el único justo Noé, su mujer y sus hijos y nueras. Ellos son el resto fiel, el núcleo justo reservado por Dios para repoblar el mundo. Fueron los profetas quienes hablaron a menudo del resto; Amós profetizó que un resto sobreviviría al exilio Asirio (3,12; 5,3.15; 9,11-15); ante la acometida asiria, Isaías anuncia que sólo un resto volverá de una destrucción que está decidida (10,22); en un pasaje anterior al texto que nos ocupa, hablando a un pueblo que está en el exilio Jeremías promete que el Señor reunirá el resto de sus ovejas de todos los países donde las diseminadas (23,3); y Sofonías dirá: "Yo haré que quede dentro de ti una gente humilde y pobre". Detrás de este pasaje y muchos otros se ve el convencimiento del resto es la prueba de que Dios es fiel incluso cuando las personas no lo son y que Dios se vale de estos pequeños grupos, el resto, para sacar adelante sus designios y sus promesas.

En nuestro texto encontramos un enunciado interesante: "Porque yo soy un padre para Israel, y Efraín es mi primogénito". La paternidad de Dios para con Israel, su primogénito es un tema esporádico en el Antiguo Testamento. Israel se forjó una imagen de la paternidad de Dios a partir de la experiencia de las diversas intervenciones salvíficas de Dios. Cuando Dios libera a Israel de la esclavitud de Egipto y anima a Israel a entrar en una relación de alianza con Él, considerándolo su primogénito, está actuando y manifestándose como un padre, por eso se dirige a Moisés diciendo- le: "Dile (al faraón):" Esto dice el Señor: Israel es mi hijo primogénito "(Ex 4,22). Oseas se vale de la imagen de Dios padre para simbolizar los favores del Señor hacia Israel durante el período del éxodo: "Cuando Israel era niño me amé, de Egipto llamé a mi hijo" (11,1).

La paternidad de Dios explica que a pesar de la infidelidad del pueblo y las amenazas de castigo que de ella se derivan, Dios se manifiesta incapaz de renunciar a su amor. La paternidad de Dios define la relación de Dios con Israel como una relación de intimidad, de protección y de confianza.

El texto en su conjunto presenta una marcha triunfal a través del desierto y esto es motivo de alegría para los que vuelven del exilio. En el lenguaje abundan los términos que invitan a la alabanza y la alegría justificada totalmente porque el Señor ha otorgado la salvación a su pueblo

Domingo 30 durante el año. 24 de Octubre de 2021

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