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Comentario en la primera lectura. Bautismo del Señor.

Entre los capítulos 42 y 53 del libro del Segundo Isaías se encuentran los llamados cantos del Siervo del Señor (42,1-9; 49, 1-6; 50,4-9; 52,13-53,12). El primer canto es el que describe la llamada del Siervo por parte del Señor para que lleve la justicia a las naciones. En la primera lectura de este domingo leemos prácticamente la totalidad del primer canto (Is 42,1-4.6-7).

El texto comienza diciendo: He aquí (en hebreo. “hen”). En el último versículo del capítulo anterior (41,29) el autor ha utilizado la misma interjección para desacreditar a los ídolos. Ahora introduce la presentación del Siervo con la partícula “hen”. Es como si quisiera decir: Fíjaos bien en lo que voy a decir, prestad atención a mis palabras porque lo que voy a decir es importante. La partícula “hen” pone en contraposición al Siervo con los ídolos. A los ídolos que nada valen el Señor contrapone la gran valía de la persona del Siervo.

En los palacios reales de la antigüedad, el oficial más importante del rey se le consideraba su siervo. Un personaje de esta categoría gozaba de una dosis de poder considerable y podía actuar con el beneplácito, el consentimiento y la autoridad del rey. La identidad del Siervo que aparece en el Segundo Isaías ha sido controvertida, para unos un personaje anónimo, para otros un profeta, para algunos el rey, para otros el pueblo de Israel. No se puede descartar que en cada canto, dependiendo del contexto y de los matices, sea un personaje distinto.

El Siervo es un elegido del Señor, en este sentido está a la altura de las grandes personalidades del pueblo de Israel. Elegidos lo fueron Abraham, Jacob (Sal 105,6) Moisés (Sal 106,23), David (Sal 89,4) y esto confirma que la misión a la que ha sido llamado es de la más alta categoría y responsabilidad.

El Señor ha escogido a su siervo para llevar el derecho a las naciones. “Mispad” es el término hebreo que se traduce por derecho. "Sadaq" se traduce por justicia. A menudo, ambos términos aparecen juntos como es el caso de nuestro texto. "El derecho y la justicia sostienen su trono" dicen los salmos (89,15; 97,2). Son los pilares sobre los que se fundamenta la soberanía del Señor y que determinan el comportamiento ético de Israel: "Por vestido me ponía la justicia, el derecho me hacía de manto y diadema" dirá Job (29,14).

La práctica del derecho, tal y como debe ser, la define muy bien el libro de Jeremías cuando dice: “Defienden el derecho y la justicia, arrancan el oprimido de manos del opresor, no maltratan ni injurian al huérfano o la viuda ni derraman sangre inocente en esta ciudad” (Jr 22,3). De forma similar dice Isaías de quienes no lo practican: “Niegan la justicia a los débiles, roban el derecho a los pobres de mi pueblo; las viudas son su botín, expolian a los huérfanos”. Estos textos muestran que la práctica de derecho está intrínsecamente vinculada a la consideración especial hacia las viudas, huérfanos y otros colectivos vulnerables.

Es al propio rey al que le corresponde impartir el derecho y la justicia y así se pide en el salmo 72: “Que el rey gobierne con justicia tu pueblo que sea recto (practique el derecho) con los humildes”. En nuestro texto es al Siervo al que se le pide y confía que imparta el derecho y la justicia y esta práctica adquiere un rol más importante, incluso, que el culto y las prácticas litúrgicas.

Los profetas se quejan de que Israel no practica el derecho y la justicia: “Convierten el derecho en ausenta y tiran por tierra la justicia” (Am 5,7). Las naciones tampoco lo practican. El libro del Deuteronomio es muy crítico con las naciones porque practican la idolatría y pueden ser una trampa por Israel (Dt 7,4-5.16). Esta idolatría hace que las naciones vivan en las tinieblas; será el Siervo quien les llevará la luz (v.6). El Siervo hará que las naciones practiquen del derecho y la justicia que no nacen de la adoración de los ídolos sino del reconocimiento del poder y grandeza del Señor. Derecho y justicia son el tesoro ético más preciado que posee el pueblo de Israel que no se le queda por sí solo sino que hace partícipe a todas las naciones gracias a la misión del Siervo del Señor.

Bautismo del Señor. 8 de Enero de 2023.

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