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Este domingo, leemos los versículos finales del llamado discurso misional del evangelio de Mateo (Mt 10,37-42). Se trata de unas dichos de Jesús proclamados aisladamente y después reunidos en una colección que, según algunos comentaristas sostienen, circuló como una obra independiente. La lectura litúrgica se puede dividir en dos partes: los versículos que se refieren a la abnegación (37-39) y los que se refieren a la acogida (40-42).

Jesús pide una adhesión a su proyecto más fuerte que el vínculo de estimación que existe entre un hijo y su padre y su madre. Aquí no debe verse una desautorización del amor de los hijos hacia los padres. De hecho, Jesús defiende el cumplimiento del cuarto mandamiento (Mt 19,19). Jesús no viene a sembrar discordias sino a exigir que el afán en su seguimiento sea tan grande que no ceda en nada. Dar preferencia al amor a Jesús por encima del amor a los padres significa otorgar a Jesús un valor por encima de cualquier valor humano por noble y grande que éste sea.

El dicho de versículo 37 pone de manifiesto la situación de los cristianos que se han convertido y la familia se mantiene en la religión pagana. Era un problema existente en las primeras comunidades. No dejaba de haber tensiones entre el miembro de la familia que se pasaba a la fe y los otros que no lo hacían. Por quien había dado el paso resultaba un acto heroico, cargado de todo tipo de dificultades. El problema ya la había detectado Pablo en la comunidad de Corinto cuando autorizó la separación de un creyente de la mujer que no lo era. (1 Co 7,12-16).

Aunque los dichos son independientes, se ve un "crescendo" en cuanto a la severidad y el rigor que llega hasta el hecho de aceptar la cruz. Hemos hecho de la cruz un objeto litúrgico, demasiadas veces simplemente decorativo o artístico, pero para la gente del tiempo de Jesús el recuerdo de la cruz debía ser impactante porque veía la crueldad que el imperio romano derramaba en su aplicación. Las palabras de Jesús se notan cargadas de importancia cuando la exigencia de la cruz la repiten los sinópticos cinco veces (Mt 10,38 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; 14,27). El sentido del dicho es que el discípulo no será más que el maestro y se librará de la muerte (Mt 10,24; Jn 13,16; 15,20), por lo tanto, el seguimiento debe conllevar el compromiso de estar dispuesto a las mayores contrariedades, incluso si estas conllevan una muerte violenta.

¿Qué significa perder la vida? El que acepta perder, por amor a Jesús, aquella vida que se pierde en la cruz, o en la muerte o en las pequeñas muertes que hay en el sufrimientos de cada día, habrá ganado la auténtica vida. En cambio, el que gana su vida ahora, guardándosela para él, no la da y soslaya el sacrificio que conlleva el seguimiento a Jesús, este habrá perdido su vida del más allá o, dicho de otro modo, la que trasciende la materialidad de la vida biológica.

Los dichos de acogida (segunda parte de la lectura) establecen una relación entre Jesús, el profeta, el justo y el pequeño. Todos comparten la situación de debilidad ante una sociedad prepotente que no acepta los valores del Reino de Dios. Jesús se arriesgó, el profeta y el justo también, y el que los acoge no está exento del riesgo que conlleva apoyar la causa de Jesús. A los que se la juegan Jesús les promete la recompensa. En estos dichos, los enviados no son llamados apóstoles, sino profetas, justos y pequeños. Acoger un profeta puede empezar por dar acogida, vestido y vivienda y, aceptando su mensaje, acaba aceptando el mismo Jesús: "El que recibe a vosotros, a mí me recibe". Fijémonos en que hay un doble nivel de aceptación de Jesús, los misioneros y los que los apoyan (la logística de la predicación), porque toda aportación es buena por pequeña que sea: "¿Quién dé un vaso de agua .. .no quedará sin recompensa ".

Domingo 13 durante el año. 2 de Julio de 2917

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