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La segunda carta a Timoteo de la que leemos un fragmento (2 Tm 1,6-8.13-14) es un escrito elaborado por seguidores de Pablo a principios del siglo II. La carta encaja en el género literario de los discursos de despedida, donde un antepasado ilustre da instrucciones a sus seguidores sobre cómo deben comportarse cuando él falte.

El texto habla de imposición de las manos. Es un gesto simbólico muy antiguo, presente en muchas culturas y por ello adquiere significados muy diversos y es en esta pluralidad de significados que se encuentra en el Antiguo Testamento. Así vemos como Jacob impone la mano derecha sobre la cabeza de Efraín y la izquierda sobre el de Manasés para bendecirlos (Gn 48,14). El libro del Levítico indica al que ofrece un sacrificio que ponga la mano sobre la cabeza de la víctima a fin de que sea aceptada (Lv 1,4). Aarón pone las dos manos sobre la cabeza del chivo expiatorio para que éste cargue con las culpas, infidelidades y pecados de los israelitas (Lv 16,21). El significado más atractivo en relación con el texto que nos ocupa es que la imposición de manos sirve para establecer en el cargo un sucesor; así Moisés impone las manos sobre la cabeza de Josué dándole autoridad sobre la comunidad de los israelitas (Lv 27,15-23).

La imposición de las manos se creía que tenía poderes curativos. Se dice que Apolonio de Tiana podía curar haciendo este gesto y un jefe de la sinagoga pide a Jesús que cure a su hija por la imposición de las manos (Mc 5,23). Jesús se vale de ello para curar una mujer encorvada (Lc 13,13). En el Nuevo Testamento la imposición de las manos como un acto de investidura lo vemos en el momento en que los apóstoles lo hacen para designar los siete dirigentes de los cristianos de lengua griega (Hch 6,1-6). Los dirigentes de la comunidad de Antioquia imponen las manos sobre Bernabé y Saulo antes de iniciar el primer viaje misionero (Hch 13,3). En el libro de los Hechos de los Apóstoles el gesto puede significar el don del Espíritu Santo; cuando Pedro y Juan se presentan en Samaria, imponen las manos a los samaritanos para que reciban el Espíritu Santo (Hch 8,17). También lo hace Pablo con los creyentes de Éfeso (Hch 19,6).

En la segunda carta a Timoteo, la imposición de las manos tiene la finalidad de transmitir un don, un carisma. Hay que leer el texto en relación a Tm 1,14 que dice: "No te desentiendas del don que Dios te concedió en virtud de las palabras proféticas y de la imposición de las manos hecha por el colegio de quienes presiden la comunidad". El gesto irá encaminado no tanto hacia el servicio cultual o la acción litúrgica, sino que sería un don encaminado a la dirección de la comunidad y la enseñanza sobre todo la que atañe a la sana doctrina. Si se tienen en cuenta las palabras que siguen a la mención de la imposición de las manos: "Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de cordura", es lógico pensar que la investidura, tal como la presenta 2 Tm, va acompañada del don del Espíritu, tan necesario para dirigir una comunidad, como para defender ante los adversarios la sana doctrina.

El texto muestra un interés particular por la sana doctrina. De hecho, una de las características de los discursos de despedida es preservar las enseñanzas impartidas por parte de aquel que se despide. En la comunidad a la que va dirigida la carta abundan los falsos maestros predicadores de las insanas doctrinas. En la carta quedan identificados somos los que tienen discusiones estúpidas (2,23), se desvían hacia las palabrerías irreverentes (2,16), se desvían hacia las fábulas (4,4) y a veces aparecen con nombres propios como Jann y Jambres que se oponen a la verdad con el entendimiento dañado (3,8). Timoteo deberá hacer frente contra ellos con lo que ha "aprendido y aceptado firmemente recordando quien se lo ha enseñado" (3,14) y sobre todo con el conocimiento de las Sagradas Escrituras (3,15) que tienen el poder de dar la sabiduría .

Domingo 27 durante el año. 6 de Octubre de 2019

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