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La carta a los colosenses contiene un himno dedicado a la persona de Jesús de una gran belleza y de una considerable densidad teológica. Es la segunda lectura de hoy, festividad de Cristo Rey, (Col 1,12-20).

El texto comienza afirmando que el "Padre nos ha hecho capaces de participar en el Reino de la luz". La expresión es rara. Jesús habló del Reino de Dios con un lenguaje lleno de imágenes sencillas: la siembra del trigo, el grano de mostaza, la levadura, el tesoro escondido, la perla, la red (Mt 13,24-50). En colosenses el reino está definido con un lenguaje majestuoso: el reino de la luz, el reino de su Hijo querido y se contrapone al poder de las tinieblas. Se ve como el reino toma una dimensión cósmica y universal. El binomio luz tinieblas nos lleva a pensar en la bondad del reino. En el Antiguo Testamento luz y tiniebla se usan comparativamente para hablar del bien y del mal, del orden y del caos, de la tristeza y la alegría, de la verdad y la mentira, la muerte y la vida. Reino de luz significa, pues, que el reino es bondad, alegría verdad y vida.

En el Antiguo Testamento Dios prometió a Abraham la posesión de una tierra (Gn 12,12); el libro de Josué hablará del país heredado del Señor (Js 22,19). Según el texto de colosenses, la herencia ahora no es el territorio de Israel, sino el Reino de Dios, el Reino de Luz, el reino del Hijo amado. Si el profeta Isaías decía "quienes se refugian en el Señor recibirán en propiedad el país" (57,13) es lógico pensar que el pueblo santo es el que ha sido digno de tener parte en esta herencia, en este Reino.

El himno a la persona de Jesús comienza propiamente en el versículo 15 y se encabeza proclamando que "Él es la imagen del Dios invisible". El libro del Éxodo dice: "No podrás ver mi cara, porque el que me ve no puede seguir viviendo" (33,20). Este pensamiento es propio de un judaísmo que elaboró ​​una teología de la trascendencia de Dios que llega a penetrar en el Nuevo Testamento cuando Juan dice: "A Dios nadie lo ha visto nunca" ya continuación, en sintonía con el tema de la imagen, dice "su Hijo único es quien lo ha revelado" (Jn 1,18). La función de una imagen es ser referente de una realidad que no se puede percibir por su lejanía o por el hecho de no ser percibida por los sentidos. Jesús es imagen de Dios porque nos hace cercano al Dios invisible. Dios se ha hecho visible en la persona de Jesús.

El primer relato de la creación del libro del Génesis afirma que "Dios creó al hombre a su imagen, lo creó a imagen de Dios". (1,27). Pablo se inspira en este texto cuando afirma: "el hombre ... es imagen y gloria de Dios" (1 Co 11,7). Que Jesús sea imagen de Dios quiere decir que se ha convertido en la perfecta realización de lo que es ser hombre según los designios de Dios. Es el prototipo de lo que es ser hombre. Aquella humanidad diseñada por Dios en el momento de la creación, llega a su plenitud y perfección en la humanidad de Jesús.

El himno dice también que Jesús es el "primogénito de los que retornan de entre los muertos". La ley judía otorgaba grandes privilegios a los primogénitos; en este sentido afirmar de Jesús que es primogénito significa considerar el lugar preeminente que corresponde a Jesús y que el himno considera detalladamente. Los primogénitos israelitas, según el libro del Éxodo, fueron liberados de la muerte la noche en que pasó el ángel exterminador (Ex 12,13). Jesús es primogénito porque resucitando se ha librado de la muerte y como primogénito, es decir el primero, ha abierto el posibilidad de poder retornar de entre los muertos todos los que quieran ir detrás de Él.

Festividad de Cristo Rey. 24 de Noviembre de 2019

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