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Comentario en el evangelio del 2º domingo durante el año.

Leemos en el evangelio de hoy el texto que narra el encuentro de Jesús y Juan Bautista y el testimonio que Juan da de Jesús. El texto está centrado totalmente en el testimonio de Juan y en lo que éste dice de Jesús; ha desaparecido la delegación venida de Jerusalén, no se mencionan los destinatarios de las palabras de Juan, no se dice nada del lugar ni de los motivos de la venida de Jesús hacia Juan. En todo el capítulo se ve un compendio de títulos aplicados a Jesús y que, evidentemente, cordero es uno de ellos; en la primera parte (vv. 1-18) Jesús es el Logos – Palabra de Dios, en la segunda (vv 19-51): “Él me precede, ya existía (30), El Espíritu se pone sobre Él (32 ), Rabí (38), Mesías (41), Jesús de Nazaret (45), Moisés y los libros de la Ley escribieron sobre él ( 45), Hijo de Dios (49), Rey de Israel (49,) Hijo del Hombre (51), Es un preludio de algunos de los títulos que el evangelista trabajará a lo largo de su evangelio.

“Mirad al cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”. Hemos oído tantas veces estas palabras en las celebraciones eucarísticas que posiblemente se ha desdibujado el significado bíblico y teológico que puedan tener.

La simbología del cordero nos lleva a varios pasajes del Antiguo Testamento. En el libro del Génesis vemos cómo Abraham sacrifica un cordero proporcionado por Dios en lugar de su hijo Isaac (Gn 22,1-19). El cordero evoca la figura del Siervo del Señor: “Cuando era maltratado, se humillaba y no abría la boca. Como los corderos llevados a matar o las ovejas mientras las esquilan, él callaba y ni siquiera abría la boca”. El Siervo hará justos a los demás e intercederá por sus infidelidades (Is 53,11-12). Cabe recordar también que los corderos eran utilizados habitualmente en el templo de Jerusalén tanto para los sacrificios de comunión como de reconciliación por el pecado (Lv 4,20; 14,13).

El pasaje del Antiguo Testamento que más frecuentemente se relaciona con las palabras del Bautista es el que narra la muerte del cordero pascual la noche antes de que Israel salga de Egipto. Su sangre puesta a los montantes y al dintel de las casas salva a los israelitas de la muerte y prepara el camino para la liberación de Egipto (Ex 12). El relato de la pasión del evangelio de Juan muy a menudo hace referencia a la Pascua (13,1; 18,28; 19,14.31.36). Todos los pasajes aportados tienen en común que la muerte del cordero tiene un resultado benefactor, liberador y donador de vida.

La simbología del cordero pascual fue asumida por otros textos del Nuevo Testamento; así Pablo en la 1ª carta a los Corintios dice: “Porque Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado” (1 Co 5,7b) y la primera carta de Pedro dice: “Sabéis que habéis sido liberados... con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin tara ni defecto (1 Pe 1,18-19). Será el libro del Apocalipsis el que hará una presentación elogiosa y triunfante (c 5) del cordero: “Los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se prosternaron ante el Cordero... y entonaban un cántico nuevo que decía: Eres digno de tomar el documento y de abrir los sellos, porque has sido degollado y has comprado para Dios con tu sangre gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y has hecho una casa real (Ap 5,8-10). Este cordero conquistador que domina sobre cielo, tierra y mar encaja muy bien con el cordero de Juan Bautista que saca el pecado del mundo.

Fijémonos en que el texto dice el pecado, no los pecados en plural. La tradición judía contemplaba la desaparición del pecado característico del tiempo mesiánico. Con la llegada del Cordero que saca el pecado han llegado los esperados tiempos mesiánicos. Pecado en singular significa que no se trata de transgresiones legales cometidas personalmente que necesitan ser perdonadas sino que el sentido es más profundo. El mismo evangelio dice que el pecado es no creer en Jesús (16,9) y éste no creer en Jesús se convierte en odia al mismo Jesús ya Dios el Padre (15,24). Se trata, por tanto, de la relación de la persona con Dios y, visto colectivamente, de la humanidad en su conjunto con Dios. El Jesús que quita el pecado es el Jesús que quita lo que impide el acceso a Dios y abre el camino de una nueva relación y libera así al ser humano de su culpabilidad.

Domingo 2º durante el año. 15 de Enero de 2023.

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