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En el libro del Segundo Isaías hay insertados cuatro poemas conocidos como los cantos del siervo del Señor. En la primera lectura de este domingo leemos la práctica totalidad del tercero de estos cantos (Is 50,5-9a).

Dentro del libro del Segundo Isaías, el tercer canto del siervo está situado en un contexto que muestra como el pueblo de Israel que ha sido deportado a Babilonia expresa su desaliento manifestando que "El Señor me ha abandonado, mi Dios se ha olvidado de mí "(Is 49,14). Este es el sentimiento que impera en el Israel deportado y piensa que Dios ha desentendido totalmente a su pueblo. Los primeros versículos del capítulo 50, el inmediatos al tercer canto, son una respuesta por parte de Dios a esta manera de pensar. Dios no ha abandonado su pueblo y se demuestra con dos ejemplos extraídos del ámbito jurídico. Dios no ha extendido un documento de divorcio que haya dejado Israel sin madre, ni lo ha vendido como esclavo. Dios es capaz de rescatar y procurar la libertad. Es necesario que Israel recupere la confianza en el Señor. Este es el mensaje de fondo del tercer canto del siervo. El pueblo de Israel es invitado a hacer la experiencia que ha hecho el siervo.

El tercer canto del siervo contiene tres partes o, mejor dicho, tres momentos: 1) El siervo no pone ninguna resistencia a la palabra / encargo que Dios le transmite; 2) la disponibilidad es tal que soporta todo tipo de contrariedades, burlas e injurias; 3) Dios saldrá en defensa del siervo en un hipotético juicio.

La experiencia del siervo se parece mucho a la experiencia de los profetas. De hecho hay quien dice que detrás de la figura del siervo se esconde la persona del profeta perseguido. Estas similitudes resultan muy claras si se compara el tercer canto del siervo con la experiencia del profeta Jeremías descrita en el capítulo 20 en un fragmento de sus confesiones. El Señor da al siervo un hablar que convence, habla al oído; parecidamente Jeremías dirá: "Señor me has seducido y me dejé seducir" "Me has dirigido tu palabra". En ambos textos Dios habla y lo hace de una manera muy personal, muy persuasiva que llega al ámbito más interior e íntimo del individuo.

Jeremías siente como muchos murmuran de él, ve como los mejores amigos esperan que tropiece, como lo quieren hacer caer y cómo tomarán revancha de él (20,10). Al siervo le azotan, le arrancan la barba, escupen en su cara. El siervo experimenta el mismo trato degradante que experimentan los profetas incomprendidos.

En ambos textos está presente el tema del juicio. A menudo en la Escritura el lenguaje judicial es usado para describir las relaciones de Israel con Dios. En unos caos es Dios quien juzga Israel para ajustar cuentas por su comportamiento. En otras ocasiones es Dios quien sale en defensa de Israel como pueblo desvalido y oprimido. "El Señor soberano es mi defensa quien me podrá condenar?" dirá el sirviente. Jeremías dirá: "Haz que pueda ver cómo les pides cuentas, ya que he confiado a ti mi causa" (20,12).

El tercer canto del siervo se puede leer a partir de la experiencia que Israel ha hecho del exilio de Babilonia. No olvidemos que el segundo Isaías es el gran profeta que anima al retorno. Israel se siente abandonado, ante esto tenemos las primeras palabras del texto: Dios habla con una palabra que sepa sostener los caídos. El sufrimiento del exilio es descrito con una imaginería impactante, arrancar la barba, escupir en la cara es muy humillante para la gente de oriente medio. Israel ha soportado el sufrimiento del exilio con entereza por eso dice: "No me he hecho atrás". Y quiénes son los acusadores ante los que el Señor sale en defensa del sirviente ?. A tenor de lo que se dice a 49,25: "Le defenderé ante sus adversarios", todo apunta a que se trata de Babilonia y las naciones opresoras de Israel causantes del exilio. Lo que estas no saben es que Dios tiene el poder de cambiar su suerte.

Domingo 24 durante el año. 16 de Septiembre de 2018

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