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El descubrimiento de que el pan mesiánico se debe ofrecer también a los gentiles conlleva que haya un cambio radical en los hombres y mujeres que quieren seguir a Jesús; tienen que aprender a escuchar y hablar de una manera nueva. Esto es lo que quiere poner de manifiesto el milagro de la curación del sordomudo (Mc 7,31-37), episodio que leemos en el evangelio de este domingo. El cristiano es un hombre o una mujer a quien Jesús abre los ojos y desata la lengua para que pueda escuchar y hablar un lenguaje nuevo y susceptible de decir algo y tener sentido para todos los seres humanos. Esta nueva manera de escuchar y hablar se convertirá en imprescindible para afrontar la nueva etapa que se prepara: la ida a Jerusalén (cc. 8-16).

El recorrido que hace Jesús resulta extraño, todo apunta a una intencionalidad narrativa o teológica. Marcos quiere situar a Jesús en territorio pagano como ejemplo y estímulo de la misión evangelizadora que las comunidades cristianas deberán hacer en territorio pagano.

El texto no aporta datos suficientes para deducir si el sordomudo es pagano o judío. En caso de ser pagano y en un tiempo que poca gente sabía leer y escribir y toda la información entraba por el oído y se daba con la voz, ser sordomudo era una gran desgracia. En caso de ser judío el sordomudo vive una contrariedad añadida: está impedido para escuchar la lectura de la Escritura y para proclamar la alabanza dirigida al Dios de Israel.

No se debe dejar pasar por alto la mención de los que llevan el sordomudo ante Jesús. El detalle va más allá de poner de manifiesto la total pasividad que la sordera y el mutismo operan en el enfermo. Suelen pasar desapercibidas estas figuras que en los evangelios son las que acompañan hasta Jesús. Son las que llevan la camilla en el episodio de la curación del paralítico (Mc 2,3), quienes en Betsaida llevan un ciego ante Jesús (Mc 8,22), el padre que lleva el hijo poseído por un espíritu (Mc 9,17), quienes llevan los niños ante Jesús (Mc 10,13), quienes alientan el ciego Bartimeo a ir hacia Jesús (Mc 10,49). Estos personaje anónimos que acompañan hasta Jesús son el símbolo de las comunidades cristianas que tienen la función de llevar a Jesús las personas sean de donde sean, vengan de donde vengan, crean lo que crean.

Jesús se lleva al sordomudo lejos de la gente. Lo hace para impedir el conocimiento del hecho en consonancia con lo que dirá al v. 36: "Los prohibió que lo dijeran a nadie" o quizás aquí resuena la iniciación cristiana practicada en las comunidades?. Si es esto último, el gesto de Jesús refleja un ritual de catequesis e iniciación sacramental que se daba a las primitivas comunidades. El estar solo con Jesús sería un momento intenso de formación cristiana, tiempo de encuentro y descubrimiento de Jesús totalmente personalizado. De hecho en el evangelio de Marcos se pueden descubrir los momentos en que Jesús separa los discípulos y en un aparte y les da una instrucción específica para ellos, intensa y personal. Se puede ver en el tercer anuncio que Jesús hace de su muerte y resurrección. Los discípulos tienen miedo, Jesús los toma aparte y los instruye sobre lo que sucederá (Mc 10,32).

Jesús no quiere que lo tomen por un mero milagrero y que se pase por alto la realidad de la cruz, por eso pide que no digan nada a nadie. Pero Isaías dice: "la lengua del mudo cantará" (35,6). No se puede silenciar la grandeza de una realidad que se presenta como una nueva creación. La curación del sordomudo pone de manifiesto la realidad de un reino de Dios que se pone en marcha, como una nueva creación; por eso el texto dice: "Todo lo ha hecho bien" recordando el texto de Génesis (1,31): "Dios vio que todo lo que había hecho era bueno".

Domingo 23 durante el año. 9 de Septiembre de 2018.

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