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En la carta de Pablo a los Filipenses se encuentran dos cartas que el apóstol habría escrito a esta comunidad. Una primera con la que Pablo da gracias por la ayuda recibida de esta comunidad (Fl 4,10-20) y una segunda con la que intenta animar a la comunidad y suavizar algunas tensiones internas (Fl 1,1-4-9.21- 23). También se encuentra alguna glosa. En la segunda lectura de este domingo leemos un fragmento del inicio de la segunda carta (Fl 1,20c.24-27a).

Las cartas a los filipenses las escribe Pablo desde la cárcel de Éfeso (no desde las cárceles de Cesarea o Roma) que duró desde finales del 53 hasta la primavera del 54. De este encarcelamiento el libro de los Hechos de los apóstoles no da noticia porque el autor de esta obra quiere presentar un Pablo socialmente respetable, ciudadano romano y respetuoso con las autoridades. El hecho (sí narrado en Hch 19,23-40) que le llevó a la cárcel a él y sus colaboradores, Gayo y Aristarco fue el enojo de un tal Demetrio y otros orfebres. Lo cierto es que la prisión no impidió la actividad apostólica ya que desde allí pudo escribir la carta a los Filipenses y Filemón.

Los filipenses no ven con buenos ojos el encarcelamiento de Pablo y éste se preocupa por hacer que se den cuenta de que su encarcelamiento es una cosa buena y positiva. La preocupación de Pablo se basa en el miedo de que los filipenses interpreten el encarcelamiento como algo vergonzoso y señal de que Pablo habría cometido algún delito. También se podrían imaginar que Dios ha abandonado a Pablo o que el poder de Dios no tiene fuerza suficiente para contraponerse al poder del imperio romano. El apóstol quiere corregir y evitar interpretaciones de este tipo. Quiere asegurarse de que los filipenses entiendan bien que Dios está junto a él y a favor de la causa del evangelio aunque él esté preso.

Dicho esto se entiende que Pablo afirme: "Tanto si salgo en vida de esta prisión como si he de morir sé que Cristo sea glorificado en mi cuerpo". Los filipenses deben ver que lo que le pase a Pablo, tanto si sale vivo como si muere, será para manifestar la grandeza y el poder de Jesús. Lo que suceda, sea lo que sea, no puede ser malo, porque será lugar y momento de la manifestación de la grandeza, el poder y la acción salvadora de Jesús.

Y esto será así porque entre Pablo y Jesús hay una unión indisoluble. El apóstol se siente de tal manera unido a Jesús que puede llegar a decir: "Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí" (Gal 2,20). Ahora a los filipenses les dice: "Para mí la vida es Cristo". La expresión se entiende mejor si se tienen en cuenta los pasajes donde Pablo expone las otras maneras de vivir contrarias a la identificación con Jesús. En la carta a los Romanos se queja de los paganos que, adorando idolátricamente otros dioses, han canjeado la verdad de Dios por la mentira (Rm 1,25). A los judíos les reprocha que vivan según una ley que no cumplen (Rm2,23) y que es incapaz de hacer justos (Rm 3,20). Se puede vivir bajo el dominio del pecado o unido a Cristo, por eso dirá los bautizados: "Por el bautismo nuestro yo, dominado por el pecado, muere en Cristo y comienza una nueva vida unido a Él" (Rm 6,1-14) . En el capítulo 8 de Romanos recordará que no se debe vivir según los malos deseos, sino de acuerdo con el Espíritu; los malos deseos llevan a la muerte, los del Espíritu a la paz y la vida (Rom 8,4.6).

Vivir adorando los ídolos, según la ley o bajo el dominio del pecado o los malos deseos son las formas de vida que se contraponen a una forma de vida en la que el yo, principio y motor de la existencia humana ha sido transformado por Cristo . Esto es lo que le ha pasado a Pablo, Jesús se ha convertido en la raíz de sus motivaciones, el objetivo de sus proyectos, el centro de sus ilusiones, la causa de su felicidad.

Domingo 25 durante el año. 24 de Septiembre de 2017

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