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Leyendo las primeras lecturas de estos domingos anteriores (Hch 13,14.43-52; 14,21b27) se ha podido comprobar la existencia de un conflicto en las primeras comunidades cristianas consistente en que los judíos conversos exigían de los paganos que aceptaban la Buena Nueva de Jesús, el cumplimiento de la ley mosaica con todas sus consecuencias.

Cuando Pablo y Bernabé, durante su misión a los paganos, comienzan a anunciar que para salvarse no es necesaria ni la circuncisión ni el cumplimiento de la Ley de Moisés sino tan sólo la aceptación de la persona y el mensaje de Jesús el problema comienza a tomar unas dimensiones serias y se complica y se agrava aún más cuando unos fariseos venidos de Jerusalén comparecen en Antioquía para insistir en que para salvarse es necesaria la circuncisión y la práctica de la ley de Moisés; todo esto es lo que explican los primeros versículos de la primera lectura de este domingo (Hch 15,1-2.22-29).

El revuelo origina fuertes discusiones hasta que Pablo y Bernabé tendrán que ir a Jerusalén para que se juzgue la cuestión y para recibir instrucciones de los dirigentes de la comunidad de Jerusalén. Allí encuentran una dirección compartida. Por un lado está el colectivo de los apóstoles representados por Pedro y que gozan de gran prestigio por el hecho de haber acompañado a Jesús por los caminos de la tierra de Israel (Hch 1,22), por otro lado está el consejo de los ancianos presididos por Santiago y que cuando falten los apóstoles tendrán el control total de la comunidad.

La lectura litúrgica omite el debate acaecido en la asamblea de Jerusalén (vv.3-21). Lo que más sobresale son las intervenciones de Pedro y Santiago. Pedro en casa del centurión pagano Cornelio se ha dado cuenta de que el Espíritu Santo bajaba sobre los paganos (Hch 10,44). Su intervención en la asamblea está marcada por esta experiencia que hace que rechace imponer a los paganos el yugo de la ley que ni los propios judíos son capaces de cumplir. El códice Beza hace notar que Pedro habla inspirado por el Espíritu Santo.

No es éste el caso de Santiago de quien el códice Beza no dice que hable inspirado por el Espíritu Santo. No es uno de los hijos del Zebedeo (Lc 5,10), preside el consejo de ancianos de la iglesia de Jerusalén. A pesar de la concesión respecto a los paganos de no imponer la circuncisión, mantiene la validez de la ley de Moisés desmarcándose así del pensamiento de Pedro.

Una vez expuestos los puntos de vista y juzgada, la cuestión se pasa a la elaboración de la carta o documento que resume las deliberaciones hechas y el consenso a que se ha llegado dadas las posturas enfrentadas. Este momento es al que hace referencia la segunda parte de nuestra primera lectura de hoy (vv. 22-29). Los primeros versículos de la carta corresponden al saludo, tal y como corresponde al género epistolar. Acto seguido, antes del varapalo que vendrá, apóstoles y presbíteros se desmarcan de los que fueron a Antioquía a inquietar a aquella comunidad y prodigan elogios a la labor misionera de Bernabé y Pablo.

La decisión que se toma en la asamblea no es unánime. El texto aporta pistas para darse cuenta de que se ha llegado a un compromiso entre ambas partes enfrentadas. "El Espíritu Santo y nosotros" se puede interpretar como la yuxtaposición de dos grupos contrapuestos. Por un lado, Pedro ha hablado inspirado (tal y como consta en el códice Beza) por el Espíritu Santo dejando claro que exigir a los paganos el cumplimiento de la ley de Moisés es poner a prueba a Dios al imponer sobre los paganos un yugo difícil de cumplir. Por otro lado, existe el posicionamiento de Santiago. Haciendo una concesión a las tesis de Pedro, está de acuerdo en no importunar a los paganos imponiendo la circuncisión, pero sí que deben cumplir las exigencias fundamentales de la ley judía, aquellas que los judíos debían observar a toda costa, incluso en las circunstancias que hacían imposible mantener a las demás; estas normas hacían referencia a la idolatría, a las relaciones sexuales prohibidas y al derramamiento de sangre. La decisión de imponer a los paganos la condición que debían acatar la ley aunque fuera en las mínimas condiciones va en contra del impulso del Espíritu Santo que, como dice la segunda carta a los corintios: “la letra mata, pero el Espíritu da vida” (3,6), es contrario a las imposiciones de la ley. El Espíritu (2 Co3,17; Jn 8,32.36) es un Espíritu de libertad.

Domingo 6º de Pascua. 22 de Mayo de 2022

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