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Comentario a la primera lectura del domingo 7º durante el año. A

El tercer libro del Pentateuco se llama libro del Levítico por el título que le dió la traducción griega de los LXX: “leveitikon”. Aunque el libro sólo habla de levitas una sola vez (25,32-34), el título se justifica porque habla de los sacerdotes que formaban un clan de la tribu de Leví y de tareas y funciones que en algún momento de la historia de Israel fueron competencia de los levitas. La biblia hebrea lo llama "Wayyiqra" (y llamó) que es la primera palabra de la frase con que comienza el texto hebreo: "Llamó al Señor a Moisés".

El libro lo podemos dividir en las siguientes secciones: 1) Leyes sobre los sacrificios (cc.1-7); 2) Disposiciones sobre la investidura de los sacerdotes (cc.8-10); 3) Leyes sobre las purificaciones rituales (cc. 11-16) 4) Leyes sobre la santidad. Esta parte es conocida como “Código de la santidad” llamado así por la frecuente repetición: “Sed santos, porque yo, el Señor, tu Dios, soy santo” Son las palabras con que comienza la primera lectura de hoy que recoge un fragmento de este código (Lv 19,1-2.17-18). El libro termina con un apéndice donde se trata el cumplimiento de los votos y cuestiones sobre el diezmo (c.27).

La lectura comienza con una proclamación solemne de la santidad de Dios que se convierte en exigencia de la santidad que también debe tener el pueblo. La santidad de Dios tiene que ver con que Dios es una realidad radicalmente distinta a cualquier otra realidad existente. No puede ser confundido ni mezclado con nada ni con nadie. No es fácil acercarse a ella y vive en un ámbito donde Israel sólo puede penetrar si cumple determinados requisitos. Visto así, imitar la santidad de Dios podría comportar desentenderse de la realidad del mundo. Al contrario, imitar la santidad de Dios implicará entre otras prescripciones que el capítulo 19 va detallando, comprometerse a fondo en el amor a los demás.

El tema estrella que aparece en el texto es el amor a los demás formulado con la expresión que se ha hecho clásica: "Ama al otro como a ti mismo". ¿Quiénes son estos otros? En el texto figuran con varios nombres: el hermano (“akj”), los hijos de tu pueblo (“bene ameka”) y los términos hebreos “amit” y “rea” que se pueden traducir por pariente, amigo, vecino compañero, persona cercana. A pesar de la pluralidad de traducciones y matices, el ámbito de actuación y realización de este amor parece quedar limitado en el entorno más inmediato y cercano de la persona. El versículo 33 del mismo capítulo introduce un término que amplía horizontes y fronteras “ger” el extranjero. Éste también debe amarse como a ti mismo (es la misma construcción que aparece en nuestra lectura) y debe ser tratado exactamente igual que uno que haya nacido en tu pueblo. El extranjero tiene los mismos derechos y dignidad como persona que cualquier israelita. Cuando Jesús explica al maestro de la ley quiénes son esos otros a los que hay que amar (Lc 10,25-37) pone el ejemplo del samaritano que para los judíos era considerado un extranjero.

“Ama al otro coma tú mismo resume en positivo el trato para con los demás que en los vv. 17-18 ha ido describiendo en negativo sobre todo a través de tres comportamientos: el odio, la venganza y el rencor.

En contra del odio se contrapone la corrección del hermano a fin de no hacerse responsable de su pecado. Esto significa que la víctima que no se atreve a denunciar una agresión o una injusticia carga con la culpa del mal. ¿Por qué? Si se sufre por culpa de una ofensa y no corrige al prójimo, lo más probable es que acabe odiándolo y fácilmente caiga en el rencor y el deseo de venganza. Su silencio hará que el mal quede enquistado y entre en un estancamiento del que será difícil salirse. Ante el mal sufrido, callar no es bueno, lo mejor es la denuncia, la corrección fraterna, el perdón; es la mejor manera de que las cosas no vayan a peor. Cuando Jesús muere en la cruz perdonando, corta de raíz un dinamismo del mal que puede resultar imparable.

Domingo 7 del tiempo ordinario. 19 de Febrero de 2023

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