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Leemos en el evangelio de este domingo versículos (Lc 6,39-45) del tramo final del llamado discurso de la llanura del evangelio de Lucas (6,17-49) que en la obra de Mateo tiene su contrapartida en el sermón de la montaña (6-7). Desgraciadamente no se contempla la lectura de los versículos 46-49 que hablan de la casa bien o mal construida.

El texto que nos ocupa se presenta con partes bien diferenciadas, cada una con un tema diferente: la guía (vv.39-40), le hipocresía (v.41-42) y dar buen fruto (vv. 43-45).

Quien no ve no puede ser nunca un buen guía. El tema de los malos guias lo encontramos ya en el Antiguo Testamento. Isaías se queja de los guías que han extraviado al pueblo (9,15) y Jeremías lo hace de los "falsos pastores que echan a perder y dispersan el rebaño del Señor" (23,1). También Ezequiel critica los pastores que no se ocupan del rebaño (34,8). Los problemas que tuvo Israel con sus malos dirigentes también los tuvieron las primeras comunidades cristianas; por eso Lucas alerta de los dirigentes ciegos que pretenden asumir funciones de guía y dirección.

Se trata sobre todo de un ser guía centrado no en la organización material de la vida de la comunidad, sino en un guía espiritual que no puede ser ejercido por un cualquiera. El problema radica en la instrucción o formación necesaria para realizar este ser guía. Un guía ciego es un maestro mal formado y el resultado más probable es que ambos, maestro y discípulo, salgan malparados, por eso Lucas habla de caer ambos en un mismo hoyo. El peligro de aquel que sabe cuatro cosas erija en maestro de todos siempre ha existido. El mensaje de Lucas es claro: hay que saber escoger un buen maestro sobre todo en un tiempo en que la formación se hacía con la escucha al maestro, esta requería una fuerte adhesión y un trato personal intenso.

Puestos a hablar de ceguera, la segunda parte del texto habla de la ceguera que representa no ver la viga en el propio ojo y eso que una viga es gorda. El dicho casi no necesita comentario pues se basa en la inclinación humana a la crítica y en la necesidad de una sincera aceptación de las propias limitaciones.

A este tipo de ciegos Jesús les llama: Hipócritas. La palabra hipócrita en el griego clásico y helenístico significa intérprete, orador, el que da una respuesta y también actor de teatro. La aplicación del término a los actores de teatro (interpretan un personaje que ellos no son) llevó a que el término adquiriera el significado de falso, mentiroso, farsante. En el judaísmo el término se utilizó para indicar la mentira, la falsedad. Los cristianos de habla griega usaron para referirse a sus contrincantes judíos y, con el tiempo, fue puesto en boca del mismo Jesús.

La tercera parte de nuestra lectura está centrada en el tema de dar buen fruto. Como muchas otras veces el tema se presente en el Antiguo Testamento. Isaías muestra cómo Dios se queja de la viña de la que esperaba buena uva, pero salió agria (5,4). El seguidor de Jesús debe ser como el justo del salmo 1 que es comparado a un árbol plantado junto al agua y da fruto cuando es el tiempo. Lucas hace suyo el tema y lo introduce en la predicación de Juan Bautista: "Todo árbol que no da buen fruto es cortado y arrojado al fuego (3,9). En el pasaje que nos ocupa, Lucas introduce un nuevo matiz: el buen fruto debe salir del corazón de la persona humana. Si en este discurso de la llanura ha hablado de amar a los enemigos, es lógico pensar que este amor debe brotar del corazón de la persona centro neurálgico de las decisiones humanas.

Domingo 8 º durante el año 3 de Marzo de 2019

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