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Hasta finalizar el año litúrgico, leeremos un conjunto de textos del evangelio de Marcos. Este domingo toca leer unos versículos del capítulo 3 (3,20-35) donde encontramos una discusión con unos maestros de la ley venidos de Jerusalén y la presencia e intervención de los familiares de Jesús con la pretensión de secuestrarlo; dos escenas que se solapan y que se complementan en cuanto a la interpretación.

El texto comienza diciendo que "Jesús entró en casa". Hay que dar importancia a ese detalle. La casa puede tener un sentido geográfico (es el local donde se produce un hecho) o un sentido simbólico o teológico. En este último sentido casa significa comunidad. La casa de Jesús la conforman los discípulos, la gente que ha entrado para reunirse con Jesús y escucharlo. Es la casa abierta para quienes han experimentado la liberación de Jesús (Mc 1,23.31.32.34.39.49; 2,3.14; 3,1.10). Es la casa que se contrapone a la casa de sus familiares que pretenden llevárselo porque piensan que está loco. Es la casa que se opone a la casa de Satanás (nombrada 3 veces en el texto) que sólo Jesús, el fuerte, puede entrar para eliminar el poder opresor. Los maestros de la ley y los familiares son las comunidades alternativas que se oponen, entran en conflicto y quieren destruir la comunidad que se reúne en torno a Jesús.

El desplazamiento de Jerusalén hasta Galilea de los maestros de la ley significa que lo que hace Jesús representa para ellos un problema serio. Todos los líderes carismáticos que predican y practican la liberación de los oprimidos son un peligro. Aunque lo que Jesús hace, parezca bueno, de hecho, según los maestros de la ley, es un engaño porque Jesús está vendido al poder de Satanás; si consiguen acusarlo por ello, podrían presentar cargos legales contra él. Jesús es un peligro y la obligación de los maestros de la ley es actuar en contra.

De la respuesta de Jesús lo más interesante es el complemento o ampliación: el pecado contra el Espíritu Santo. La actuación de Jesús hace realidad las palabras proféticas de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha enviado para dar la buena nueva a los pobres" (61,1ss, vale la pena leer el texto entero). El Espíritu Santo se identifica con la causa de los enfermos, pobres, oprimidos, leprosos, paralíticos. El pecado contra el Espíritu Santo, por lo tanto, lo cometen aquellos que se oponen a la actuación de Jesús, quienes se empeñan en negar o impedir con fuerza y ​​decisión la liberación y la vida de los demás; niegan a los demás el derecho a la vida. Impedir que los pobres se liberen y hacerlo, además, en nombre de una práctica religiosa, este es el pecado contra el Espíritu Santo. Dios se ha revelado y manifestado haciendo actuar su Espíritu en la acción liberadora de Jesús. Blasfemar contra el Espíritu Santo es mantener la opresión a los pobres. En la respuesta a los maestros de la ley, Jesús no se defiende a sí mismo sino que defiende la causa de los pobres.

Si la intervención de los maestros de la ley representa una acometida contra la comunidad / casa de Jesús proveniente del exterior, la intervención de los familiares sería una ataque que tiene su origen dentro mismo de la comunidad. En el colectivo de los familiares puede haber el eco de los parientes de Jesús, liderados por Santiago, que han querido dirigir la iglesia poniéndola bajo el control de las tradiciones judaicas (Hch 15,13-21). Jesús alerta sobre quienes quieren esgrimir derechos de parentesco u otros derechos para adquirir una situación de dominio dentro de la comunidad. Jesús se lo deja muy claro: "El que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".

Domingo 10 durante el año. 10 de Junio ​​de 2018

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