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Un reducido fragmento del Segundo Isaías o Deuteroisaías leemos en la primera lectura de hoy (Is 55,10-11). Corresponde a la conclusión del libro y es ese tono conclusivo que debe ayudar a su lectura y comprensión. La expresión "La palabra que sale de mi boca" (11a) resume prácticamente la totalidad del libro, que recoge lo que la palabra de Dios dice y comunica. Se puede comprobar en la multiplicidad de fórmulas introductorias o conclusivas que preceden o cierran lo que Dios dice. La más repetida: "Esto dice el Señor" (45,1.11.14; 49, 7.8.22.25; 50,1; 52,3.4); también: "Dice Dios" (40,25); "El Señor te dice" (43,1; 44,2.6); "Lo digo yo el Señor" (43,10.12; 45,13; 52,5; 54,10.17; 55,8); "Esto dice el Señor" (42,5; 43,14); Digo en Jerusalén (44,26) a Ciro (44,28). "Oye casa de Jacob" (46,3; 48, 1.3.12). Dios habla con la pretensión de ser escuchado, por eso algunas veces la fórmula dice: "Escuchad los que vivís lejos de las islas" (49,1; 50, 1.4.7); "Escucha Jerusalén" (50,21). Es evidente que Dios habla, se comunica. Su palabra -lo vemos leyendo todo el libro-crea, salva y libera.
Esta palabra de Dios, tan presente, tan insistente, tan persuasiva llega o se hace histórica, se materializa, se hace inmanente, se hace realidad encarnada por la predicación del profeta consignada en sus escritos. En este sentido resultan claves las expresiones: "Sube a la montaña bien alta, alza muy fuerte la voz" (40,9); "Yo confirmo las palabras de mi siervo y hago que se cumplan los anuncios de sus mensajes" (44,26). La identidad entre la palabra de Dios y la palabra profética es total. Dios se compromete en la predicación del profeta y el profeta es totalmente fiel a la experiencia por la que le llega lo que Dios le manifiesta.
La palabra de Dios transmitida por el profeta es una palabra que no se la lleva el viento. No es literatura bonita y barata que no sirve para nada. Este es el sentido y el mensaje de la lectura que nos ocupa. Dios cumple lo que promete, lo que decide y lo que se propone hacer: "Esta es mi promesa, la mantengo y la cumpliré" (42,16); "Lo que hago nadie lo cambia" (43,13); "Lo que dicen mis labios es una palabra irrevocable" (45,23). "Yo mando que se cumpla mi designio ... llevaré a cabo mi designio" (46,10 b); "Lo digo y lo haré, lo tengo decidido y lo realizaré" (46,11 b); "Lo había dicho y lo había hecho saber, ahora, de repente, lo he ejecutado y se ha cumplido" (48,3).
La insistencia en el cumplimiento, que vemos a lo largo del libro y en nuestro texto tiene su razón de ser. La opinión más aceptada es que el Segundo Isaías predicó a los desterrados de Babilonia, reticentes al retorno a Jerusalén. Predicó la inminencia de la salvación presentada como una nueva creación o un nuevo Éxodo. De ahí el ruego o casi grito enérgico: "Fuera, fuera, salga de Babilonia" (52,11) o "Salid de Babilonia gritando de júbilo y os conduciré en paz en su casa" (55,12). Los desterrados son inducidos a escuchar en la predicación del profeta la palabra de Dios que promete salvación y liberación. Deberán descubrir en los hechos históricos, que propician el retorno, el cumplimiento de esta palabra de Dios, que promete lo que anuncia y no se echa atrás en las decisiones adoptadas. Si el retorno es nueva creación y nuevo Éxodo, si la palabra de Dios hace germinar la tierra, significa que deberán estar dispuestos a volver a empezar, reconstruir un pueblo que definitivamente sea fiel al espíritu de la Alianza.
Domingo 15 º durante el año. 13 de Julio de 2014

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