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Domingo V del tiempo ordinario. Ciclo A
Barcelona, ​​9 de febrero de 2014

Con una pincelada, no exenta de un cierto humor, Jesús tuvo la ocurrencia de definir a sus seguidores con unos rasgos muy característicos a los que los cristianos hemos hecho poca o nula atención.
Jesús ve a sus discípulos como hombres y mujeres que han de ser "sal de la tierra". Es decir: gente que ponga sal a la vida.
"Ustedes son la sal de la tierra" –nos dice Jesús–. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sala?

Los especialistas nos han hablado de los diversos aspectos del simbolismo religioso de la sal, muy extendido en el mundo antiguo.
La sal aparece como imagen
– de lo que purifica
– de lo que da gusto y sabor
– del que conserva los alimentos que nos nutren.
Seguro que la gente sencilla, que escuchaba a Jesús, captaban el simbolismo de la sal y entendían que el evangelio puede poner en la vida del hombre un sabor y una gracia desconocidos.

Harvey Cox ha dicho que el hombre occidental: "Ha ganado todo el mundo pero ha perdido su alma. Ha comprado prosperidad al precio de un vertiginoso empobrecimiento de sus elementos vitales. "
El tedio.
El aburrimiento.
La ausencia de sentido de la vida amenazan a muchos y a muchas.

Las raíces de este fenómeno son complejos.
La sociedad industrial nos ha hecho
– más laboriosos
– más metódicos y organizados.
Pero también
– menos festivos
– menos lúdicos
– menos imaginativos.

Los análisis de los observadores nos dicen que
– el talante festivo
– la ternura
– la fantasía
– la creatividad
– el placer del juego y del compartir
están en una situación lamentable.
Estamos en una especie de anemia de vida interior que nos impide experimentar y vivir la vida de cada nuevo momento de una manera más intensa, más alegre, más fecunda.

¿En dónde se encuentra la sal de los creyentes?
¿En dónde hay creyentes con capacidad de contagiar entusiasmo a los demás?
¿Quiere decir que nuestra fe no se ha convertido sosa?
Debemos redescubrir que la fe es la sal que nos puede saborear y que nos puede hacer vivir de una manera nueva todo
– la convivencia y la soledad
– la alegría y la tristeza
– el trabajo y la fiesta.
¿Lo hemos redescubierto, nosotros, esto?

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