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Por Jordi Llisterri i Boix .

Me van a perdonar pero estadísticamente hablando puedo afirmar que el próximo arzobispo de Barcelona será o Josep Àngel Sáiz, o Romà Casanova o Enrique Benavent. Y, sino, lo serán de Tarragona.

Este domingo se cumple un año del anuncio del nombramiento de Juan José Omella como arzobispo de Barcelona. Y dos de su entrada en la Congregacion para los Obispos. Y no le deseamos nada malo, pero es una evidencia que su paso por Barcelona será relativamente corto. Ahora tiene 70 años y, por lo tanto, en 2021, dentro de cinco años, debe presentar las renuncia por razón de edad. Pongamos que como es habitual se alargue un par de años más, pero dentro de cinco años se volverá a plantear la sucesión en Barcelona. Y la de Tarragona dos años antes, en 2019.

En ninguna parte está escrito que el arzobispo de Barcelona tiene que salir entre los obispos que hay en Cataluña. Omella es el ejemplo. Pero tampoco hay mucho margen de maniobra. Narcís Jubany vino de Girona, Ricard Maria Carles de Tortosa, y Lluís Martínez Sistach de Tarragona. Jubany y Sistach habían sido antes obispos auxiliares de Barcelona. ¿Qué pasará en 2021 a diferencia de otras veces? Pues que prácticamente no habrá cantera catalanes. Parece casi planificado.

Como se puede ver en el gráfico, alrededor de 2021 se jubilarán seis de los diez obispos catalanes actuales, y a los dos auxiliares que hay en Barcelona y en Terrassa no les querará mucho. Por lo tanto, Jaume Pujol, Francesc Pardo, Agustí Cortés, Salvador Giménez, Joan-Enric Vives, Sebastià Taltavull y Salvador Cristau, no serán candidatos. Ni en Barcelona, ​​ni en Tarragona; las principales sedes catalanas. Y también se tendrá que proveer de obispos Girona, Sant Feliu, Lleida y Urgell (en este últimos caso, de obispo y de copríncipe). O alguna más si hay otros movimientos. Seis o siete diócesis de diez, incluidos los dos arzobispados.

Pues alrededor del 2021 sólo quedarán tres obispos catalanes con la edad ideal para ir a Barcelona o a Tarragona. Con 65 años Sáiz y Casanova, y con 62 Benavent, les quedan unos diez años de recorrido episcopal. Y con 52, más de veinte años por delante a Xavier Novell, que cuando se jubile el 2044 ya estaremos todos calvos. No entro en los perfiles, sólo apunto una cuestión puramente estadística.

La cantera episcopal catalana cada vez es más escasa, sobre todo teniendo en cuenta que se acerca un alud de relevos.

Por ejemplo, en el relevo de Jubany en 1990, había nombres posibles como Torrella, Martí Alanís, Camprodron, Malla, Guix, Deig y Carles. En 2004 para suceder a Carles había Vives, Sáiz, Salinas, Soler Perdigó, Carrera y Sistach. Y en 2014 para suceder Sistach había Vives, Sáiz, Cortés, Pardo, Taltavull...

Ahora, el panorama es muy distinto. Es cierto que las cuatro diócesis que como mínimo quedarán vacantes son una oportunidad para hacer una nueva cantera de obispos formados en los seminarios catalanes. Eso, si no se opta de nuevo por la cantera valenciana. En Menorca ya hay un candidato.

Respecto a los arzobispados, es más difícil que sea promocionado un sacerdote que hoy no sea obispo. Así, ​​será determinante si dentro del mandato de Omella en Barcelona hay una hornada de obispos auxiliares con una edad que puedan marcar el perfil del episcopal catalán los próximos años.

Así pasó con los auxiliares de la época de Don Marcelo, como Guix, y Torrella; de la de Jubany con Sistach; o de la de Carles con Vives, Soler Perdigó, Traserra y Sáiz. Todos terminaron como obispos de otras diócesis catalanas. De estos auxiliares incluso salieron obispos con trayectorias fuera de Cataluña o en la Santa Sede como Capmany, Tena y Torrella. Y otros como Carrera y Daumal, tuvieron un importante impacto en la proyección de la Iglesia en Cataluña. Hoy, en cambio, los tres candidatos naturales a Barcelona sólo uno proviene de los seminarios catalanes. Toledo y Valencia han comprado más números. Vienen obispos formados fuera en nombre de la universalidad de la Iglesia pero en nombre de la misma universalidad no exportamos ninguno.

Todo esto es pura estadística y no hay ninguna norma escrita sobre la promoción episcopal. Cierto. Pero vista la experiencia lo mejor que nos puede pasar es que en Barcelona haya una cantera de auxiliares catalanes. Una mirada sobre los religiosos también podría dar buenas ideas. Mi mala memòria no puede recordar un religioso que haya sido obispo en Cataluña en las últimas décadas.

"Queremos obispos auxiliares", le decía esta semana a un sacerdote. Y me respondía "Sí, pero queremos buenos obispos auxiliares". También cuando se decía "Queremos obispos catalanes" no era una demanada tribal. Implícitamente se pedía un determinado perfil de obispos alejados del antiguo régimen y encarnados en la realidad catalana, no una partida de nacimiento. Y coincidíamos con este cura en que esto depende de Omella, que tiene mucho margen de maniobra para escoger sus auxiliares y para ser decisivo en los relevos episcopales de los próximos años. Posiblemente el margen que no tuvo Martínez Sistach para escoger sus auxiliares y que explica la actual sequía.

En cinco o seis años se puede dar la vuelta al mapa episcopal catalán. O arrasar definitivamente su perfil propio. No está tan lejos. Sólo como dato: cuando volvió Tarradellas, todos los obispos catalanes menos dos estavan formados en los seminarios catalanes: hoy lo son menos de la mitad. A ver cómo quedaremos en 2021.

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