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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

El cardenal Vidal i Barraquer, en tiempos de la dictadura del general Primo de Rivera, defendió que la Iglesia podría actuar de conciliadora entre las partes en conflicto por el tema de Cataluña, pero que para ello «ha de mantenerse alejada de los separatistas y de los separadores.» Hoy, un siglo después, el problema se mantiene. Más aun, se ha agudizado. Los movimientos separatistas (independentistas) de estos últimos años, de gran arraigo popular, han recibido una represión a sus pretensiones desde todas las instancias posibles, incluso al margen de la Constitución. Los políticos separatistas tienen pendiente una autocrítica a fondo de su proceso. No obstante, los separadores han actuado con toda impunidad en su papel recibiendo el aplauso de amplios sectores. Autocrítica por su parte, ninguna. Crítica, tampoco. Sin querer darse cuenta de que una actitud alimenta a la otra.

Un ejemplo. Una consulta en internet de organismos tan relevantes como Jefatura del Estado, Seguridad Social, Renfe, Correos, Defensor del Pueblo, por citar solo unos cuantos, separan el valenciano y el catalán como si fueran dos idiomas distintos. De igual modo, entidades privadas, como algún banco importante, también. Esta opción política «separadora» no tiene ninguna justificación lingüística. El Diccionario normativo valenciano, elaborado durante doce años por la Academia Valenciana de la Lengua, define valenciano de este modo: «Lengua románica hablada en la Comunidad Valenciana, así como en Cataluña, las Islas Baleares, el departamento francés de los Pirineos Orientales, el Principado de Andorra, la franja oriental de Aragón y la ciudad sarda de L'Alguer, lugares donde recibe el nombre de catalán.» Es decir, subraya la unidad lingüística, que adopta dos denominaciones. El DIEC2 (Diccionario de l’Institut d’Estudis Catalans) define valenciano como «Dialecto occidental del catalán hablado en el País Valenciano.». Por tanto, también subraya la unidad lingüística. La RAE (Real Academia Española de la Lengua) considera el valenciano como «Variedad del catalán que se habla en gran parte del antiguo reino de Valencia y se siente allí comúnmente como lengua propia». Se mantiene la unidad. La RAE sabe que frivolizar en este terreno es peligroso para sus intereses porque el castellano podría atomizarse de manera espectacular. Los usuarios de las plataformas pueden elegir el audio entre Español (España) y Español (Latinoamérica). ¿No es la misma lengua? Llamativo, al menos.

El artículo 3 de la Constitución afirma que «El castellano es la lengua española oficial del Estado» y que «La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.» Un político, siendo jefe del partido de la oposición, afirmó : «En Baleares no habláis catalán, habláis mallorquín, menorquín, ibicenco y formenterenc». Separador, sin duda. Huelgan más comentarios. Las fobias que se viven aquí en Suiza resultan incomprensibles.

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