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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

No tiene buena prensa rezar en tiempos de sequía. Nuestra cultura actual, estimulada por los fabulosos avances tecnológicos, se identifica con el personaje mítico de Prometeo, que fue capaz de arrebatar el fuego a los dioses en beneficio de la humanidad. En la mentalidad predominante, hoy ya no existe el don, todo es conquista. El hombre ha progresado tanto que la divinidad ha llegado a ser prescindible. Esta ecuación se basa en la utilidad y no en la esencia religiosa que es el sentido. Un hijo, una hija, cuando van creciendo, necesitan menos de sus padres y se tornan más autónomos. Esta evolución no deteriora el amor, sino replantea la utilidad. Una vivencia madura de la dimensión trascendente sigue esta pauta, aunque este planteamiento no suele tener buena prensa. En caso contrario, Dios pasa al olvido.

Soy partidario de rezar en tiempos de sequía sin complejos, pero con inevitable coherencia y compromiso, siempre que se tengan en cuenta determinados requisitos. Una plegaria con este objetivo entra de lleno en la visión evangélica de Jesús. Cuando dio a sus discípulos un modelo de plegaria, a petición suya, les enseñó el padrenuestro, que incluye esta formulación: «El pan nuestro de cada día dánosle hoy». Se trata de una espiritualidad encarnada, que abarca todas las dimensiones de la persona. La esencia de la vida es don y adquiere su pleno sentido cuando se convierte en un don para los demás. El rezo implica dotar a la persona de la conciencia de este hecho. No obstante, Dios no suple nuestra responsabilidad, sino la estimula y la motiva. El salmo 115,16 dice: «El Señor se ha reservado el cielo y ha dado a los hombres la tierra.» La tierra nos corresponde a nosotros. El pan hay que ganarlo y la tierra hay que cuidarla. La plegaria no nos dispensa de esta tarea ni suple nuestra dedicación. No solo a título individual, sino también colectivo. El pan se comparte. El hambre existente en el mundo evidencia que nuestra oración puede mejorar mucho, porque nuestro compromiso todavía es demasiado débil. Si la sequía es consecuencia de una conducta irresponsable por nuestra parte, la oración tiene que ir acompañada con otro estilo de vida compatible con el respecto ecológico y solidario. El criterio de Jesús es claro: «No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el Reino del cielo, sino el que cumple la voluntad de mi Padre del cielo» (Mt 7,21). Una expresión popular lo indica con claridad: «A Dios rogando y con el mazo dando».

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