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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Etty Hillesum escribe en su Diario el 26 de agosto de 1941, martes por la tarde: «Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces puedo llegar hasta Él, pero muchas otras veces hay piedras y escombros que ciegan el pozo, y Dios está enterrado debajo. Entonces hay que desenterrarlo de nuevo». Etty Hillesum, en esa fecha, es una mujer joven de 27 años. Vive en Amsterdam. Hace unos meses, el novio de una amiga suya la invita a participar en una sesión con un quiropsicólogo venido de Alemania, y que acaba de abrir un centro en la capital holandesa. Su especialidad es describir la personalidad a partir de las manos. Ella queda prendada de Julius Spier, que así se llama y que le dobla en edad. Tras esta primera sesión queda muy impresionada y le pide que sea su terapeuta, como así ocurre. Una de las orientaciones que recibe es que escriba un Diario. Etty, con su capacidad de introspección y su calidad literaria, hace de esta tarea una obra de arte. Se adentra en su mundo convulso de sentimientos con precisión quirúrgica. Deja fluir con sinceridad lo que brota de su interior. No se reprime. Como judía, vive la persecución nazi en primera persona que la conducirá hasta Auswitch, campo de concentración donde morirá.

A fuerza de adentrarse en el pozo, Etty recorre un itinerario psicológico que desemboca en un mundo extraordinario de espiritualidad y de fe. Descubre a Dios en lo más profundo del pozo de sí misma. El acceso no siempre resulta fácil, porque hay piedras y escombros que ciegan el pozo y que entierran a Dios. Etty es consciente que vive una interioridad habilitada. Nadie es capaz de conectar con lo más íntimo sin quitar los obstáculos que impiden llegar a él. Todo desescombro requiere esfuerzo y constancia, pero el resultado siempre vale la pena. Ella sigue escribiendo ese mismo día: «Me imagino que hay personas que rezan con los ojos alzados al cielo. Buscan a Dios fuera de sí mismos. También hay personas que inclinan profundamente la cabeza y esconden la cara entre las manos, creo que buscan a Dios en su interior». Este es el camino de Hillesum. Entrar en un pozo muy profundo exige sinceridad, lucidez, humildad, valentía, amor y confianza.

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