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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Una de las informaciones que aparece periódicamente en la pantalla del móvil se refiere al promedio de horas por día que lo utiliza su usuario. La primera reacción al leer el resultado es la sorpresa. En muchos casos, más de dos horas. En este tiempo, se alternan consultas a internet, lectura de correos, participación en redes como whatsapp y twitter, visión de televisión, videos y fotografías, dedicación al entretenimiento a través de juegos y pasatiempos, realización de compras, uso telefónico, audición de podcasts y de música… En este tiempo, creo ser al gran protagonista de mi vida, como si no existiera nadie más. No me doy cuenta de que, a la vez, me convierto en fuente de información para alguien que no conozco y que influye sobre lo que aparece en mi pantalla. Si he hecho una consulta a una agencia de viajes para ir a tal ciudad, me aparecen anuncios que me ofrecen itinerarios de viaje a ese destino escogido. Si leo unas determinadas noticias, la pantalla se llena de referencias similares y me estrecha el cerco de intereses para ahondar en mis temas preferidos. Cada noticia suele tener un anzuelo que me mueve a clicarla para entrar en ella. Después, su contenido a menudo me defrauda, pero ha conseguido su objetivo.

Byung-Chul Han, en su libro Infocracia, habla del inconsciente digital: «Los datos masivos y la inteligencia artificial permiten al régimen de la información influir en nuestro comportamiento a un nivel que está por debajo del umbral de la conciencia. El régimen de la información se apodera de las capas del comportamiento prerreflexivas, impulsivas, emotivas que preceden a las acciones conscientes. Su psicopolítica guiada por los datos interviene en nuestro comportamiento sin que seamos conscientes de ello.»

El móvil, bien usado, resulta muy útil, pero se corre el riesgo de que nos robe la conciencia. La fascinación por las posibilidades que nos ofrece oculta el trabajo subterráneo que se ejerce en nuestro inconsciente digital. Nos ilusiona disfrutar de la libertad que imaginamos con su utilización, cuando en realidad sus hilos invisibles nos convierten en marionetas de fuerzas desconocidas que nos manejan a su antojo. No se trata de caer en paranoias, sino de mantener la consciencia bien despierta y ejercer la libertad sin tapujos. Tarea de titanes.

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