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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

La confianza básica es uno de los mejores dones que uno puede recibir. El hecho de que alguien confíe en mi a pesar de mis errores, sombras y desaciertos… representa un estímulo inigualable para la transformación personal. Si la confianza se mama ya en casa, desde los primeros años, la fortaleza interior y la seguridad tienen una gran consistencia. Recibir confianza y dar confianza son como los movimientos de sístole y diástole del corazón. Se trata de un don tan precioso que hay que cuidarlo, ya que existen intentos programados para la destrucción de la confianza.

John Brookshire Thompson, autor de Political scandal: power and visibility in the media age [El escándalo político: poder y visibilidad en la época de los mass media], afirma: «Si la confianza es un valor para recibir votos, el objetivo de los adversarios es destruirla. Se crea el escándalo, que se agiganta a través de los mass media.» Los protagonistas de la lucha por el poder, a menudo, utilizan todos los mecanismos a su alcance para dinamitar la confianza que la gente pueda tener en sus oponentes. Con frecuencia se falta a la verdad, se difama, se miente. La consecuencia es general. Se desconfía de los políticos. En otros muchos ámbitos de la vida se realiza también esta práctica. El clima social se degrada y se ensombrece el estado anímico de muchas personas. Los medios de comunicación sirven de altavoz, pero no hay que confundir la potencia del altavoz con la verdad de lo que difunde.

En el santuario íntimo de cada persona la confianza afianza el ser, conmueve el corazón e impulsa a trabajar para una superación continua. Más que una conquista, la confianza es un don, que se recibe con agradecimiento y que se entrega con amor. ¿Cuáles son las personas que a lo largo de mi vida han confiado más en mí? ¿Qué impacto positivo he recibido de ellas? ¿A quiénes doy mi confianza y por qué? A veces no entra la confianza en mi interior, porque le cierro las puertas sin saber lo que me pierdo. Una pérdida de este tipo es siempre una pérdida de amor, que es justo lo que más buscamos y deseamos en la vida. Todavía queda el valor transformador de creer y de confiar que tiene cada persona, tal como Jesús lo indica: «Tu fe te he salvado».

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