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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

La búsqueda de la velocidad es una característica importante de nuestra cultura. Se trata de recorrer el máximo espacio con el mínimo tiempo. Se requiere una gran dosis de adrenalina para pilotar la vida a modo de un coche fórmula 1 o una moto GP. Competir con fuerza y anticiparse a los demás, aunque sea por milésimas de segundo. Mandar mensajes por whatsapp a las antípodas o participar en una videoconferencia confluyendo en la pantalla personas de los cinco continentes. Todo al instante. Fast food, comida rápida. Vivir velozmente alimenta la tensión nerviosa. No se valora el viaje, sino la llegada al destino. Una serie concebida en capítulos para temporadas largas debe visionarse entera en un fin de semana porque hay que desentrañar el desenlace cuanto antes. No hay pausa, ni espera. Cuando la velocidad pone en juego la vida de los demás, como sucede en los accidentes de coche, las administraciones ponen indicadores de limitación, y la reprimen no solo con numerosas multas y sanciones, sino también con badenes. Estos obstáculos físicos en la calzada son tan molestos como eficaces para limitar la velocidad de los vehículos. La tecnología implica una exaltación de la celeridad.

Franz Jalics afirma que «la velocidad anula toda espiritualidad. El camino espiritual requiere lentitud». Hemos abreviado prácticamente todos los procesos. No obstante, la vida mantiene su ritmo. Los embarazos, por regla general, siguen durando nueve meses. Carl Honoré, en su libro Elogio de la lentitud, escribe que vivimos la «era del furor». La rapidez, el ajetreo… se mueven por fuerzas centrífugas. En ese sentido, las personas perdemos interioridad. Se mira más el velocímetro que los fondos del propio corazón. Con esta conducta, la vida espiritual se imposibilita. El ritmo frenético entorpece el silencio, la meditación, la pausa, la contemplación, prácticas que permiten escuchar los susurros de Dios. El acompañamiento, la proximidad, la atención a los demás… requieren tiempo. Como afirma Susanna Tamaro en Donde el corazón te lleve: «la vida no es una carrera, sino un tiro al blanco, lo que importa no es el ahorro de tiempo, sino la capacidad de encontrar una diana.»

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