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Por Catalunya Religió .
En Gerasa

El término ruso stárets se refiere a la persona, más bien anciana, que vive en monasterios ortodoxos y que representa una figura espiritual que ejerce de consejero y maestro. El gran escritor Fiódor Dostoyevski incluye en su obra Los hermanos Karamázov un diálogo interesante entre el padre de los tres hermanos, Fiódor Pávlovich, con el stárets Zosima. Una vez caído de rodillas ante el monje, le pregunta: «¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?» Después de aconsejarle que no se entregue a la gula, a la lujuria y al dinero, Zosima le da la indicación más importante: «No mienta». El stárets concreta más su pensamiento: «Lo más importante es que no se engañe a sí mismo. Quien se engaña a sí mismo y escucha sus propios embustes acaba por no discernir la verdad, ni en su fuero interno ni a su alrededor, y deja en consecuencia de respetarse a sí mismo y de respetar a los demás. Y, al no respetar a nadie, ja no puede amar…». Un diagnóstico sin tapujos.

La persona que miente a los demás tiene una actuación moralmente inaceptable, pero todavía no ha caído en al abismo más profundo. Distingue lo que dice de lo que es, la mentira de la falsedad. Aún sabe cuál es la verdad, aunque no se atreva a manifestarla o, por cinismo, tienda a ocultarla. Pretende engañar a los demás. Es su objetivo. En cambio, precipitarse en el abismo ocurre cuando alguien se miente a sí mismo. Al creerse su propia mentira, destruye y elimina la verdad. Este es el mecanismo que utiliza siempre el ego: el autoengaño. Por este motivo, conocerse a sí mismo resulta tan difícil. Mentirse a sí mismo nos proporciona una máscara atractiva que nos impide ver nuestro rostro verdadero. Como Adán y Eva en el paraíso, que tienen que tapar su vergüenza ante la mirada ajena. Se convierten en seres vulnerables y frágiles. Un currículum brillante y una saturación de cursos más que desactivar el autoengaño a menudo lo consolidan. La verdad es la mejor terapia, que nos abre a la libertad y al amor. Desprenderse de la máscara cuesta sangre, sudor y lágrimas. Preferimos construir un personaje y representar su función en el gran teatro del mundo a vivir la verdad de sí mismo. Arrancar de la propia vida el autoengaño cuesta horrores, pero es un bálsamo que cura todas las heridas. Suele ser necesario encontrarse con una mirada ajena que desnude el alma, aunque en un primer momento se rompa el corazón.

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